Olatz Barriuso-El Correo

  • Se cumple el primer aniversario de las elecciones autonómicas que revalidaron la alianza entre jeltzales y socialistas, que afronta su propio test de estrés hasta las municipales de 2027

Nosotros nunca empezamos la pelea pero tampoco podemos dejar pasar las cosas». «Cuando nos den, les tenemos que dar. No podemos permitir que se crezcan». Los dos entrecomillados, idénticos en el fondo, pertenecen a sendos cargos del PSE-EE y del PNV, las dos fuerzas políticas que gobiernan en coalición las principales instituciones vascas desde hace una década y revelan, muy a las claras, un cambio cualitativo en su relación. De la cohabitación pacífica, con tiranteces lógicas pero casi siempre alejadas del foco público, se ha pasado al marcaje permanente. A la pelea por el protagonismo y por colgarse las medallas, una dinámica arriesgada que hace augurar, y así lo admiten los propios protagonistas, dos años «difíciles y complicados» para la alianza, los que restan hasta las elecciones municipales y forales de la primavera de 2027, una fecha marcada en rojo en el calendario que todos los partidos vascos ven como un posible punto de inflexión respecto al ‘statu quo’ actual.

Una prueba evidente de esa lucha, ya nada soterrada, por marcar territorio ha sido el episodio del «tirón de orejas» de Eneko Andueza al lehendakari por «hacer de portavoz del PNV guipuzcoano» en la polémica sobre la futura conexión del TAV con Navarra en el momento más inoportuno, justo cuando Imanol Pradales cerraba satisfecho su ronda de contactos con los grupos parlamentarios y presumía de haber logrado una inédita imagen de unidad en torno a su hoja de ruta para hacer frente a la guerra arancelaria de Donald Trump. Lo que, en principio, podía haberse vendido como un éxito colectivo del Gobierno vasco ha acabado por diluirse en otra polémica en la que, sí o sí, habrá ganadores y perdedores y no serán de un solo partido, la del futuro enlace de la ‘Y’ vasca con Pamplona. Guipuzcoanos o alaveses, solo pueden quedar unos.

Los socialistas justifican la andanada -a la que el PNV ha respondido poniendo el grito en el cielo por la «falta de respeto institucional» al lehendakari- en la apuesta que atribuyen a Pradales por Ezkio-Itsaso frente a Vitoria. Un pronunciamiento que, lamentan, obvia la posición «consensuada» entre ambos de esperar a los informes técnicos del Ministerio de Transportes e interfiere con las responsabilidades de los socialistas al frente del departamento de Movilidad Sostenible. Las alegaciones a las que se refirió el lehendakari, redactadas por la consejería de Arantxa Tapia en 2018, cuando jeltzales y socialistas ya gobernaban en coalición, son la fórmula que el PNV encontró en su Asamblea General para sortear una enmienda del partido en Gipuzkoa, que pretendía que el partido asumiera como doctrina propia la opción de Ezkio, y evitar así un choque intramuros. La ponencia socioeconómica del PNV, y sus burukides y portavoces, defienden la vigencia de aquellos documentos redactados hace siete años pero también la conveniencia de esperar al resultado definitivo de las catas.

Lo sintomático es que los socialistas atribuyen a esas «cuitas internas» el comportamiento de sus socios jeltzales, a los que achacan «nerviosismo» y cierta ansiedad a la hora de asentarse en la recién estrenada era de Aitor Esteban, con quien Andueza se verá las caras de manera oficial por primera vez el 7 de mayo. Una cita que, reconocen, se ha «calentado» por el rifirrafe de esta semana y que podría marcar unas reglas de juego distintas en la relación entre los socios. «Es evidente que algunos están ya en campaña», critican en el PSE. «Estamos acostumbrados a las salidas de tono de Andueza, pero ya generan incomodidad incluso en los consejeros socialistas», contraataca el PNV.

Controversias

La novedad no está en la polémica por la alta velocidad, cada vez más enconada, ni en la manera desacomplejada del líder del PSE de marcar perfil frente a Sabin Etxea -lo hizo con el veto al PP en la reforma fiscal-, sino en cómo ambos dan muestras de hartazgo y achacan al otro maniobras intencionadas de desgaste. Por ejemplo, los socialistas creen que las quejas del PNV por la lentitud del proyecto de soterramiento de las vías en Vitoria, frente al buen ritmo en Bilbao y San Sebastián, son una cortina de «humo» para tapar el giro hacia Ezkio. Mientras, los jeltzales no dan tregua a la alcaldesa socialista de Vitoria, con la que gobiernan, por este asunto y por el centro de refugiados de Arana, una infraestructura que provocó en su momento el mayor choque hasta la fecha entre los socios y que recuperan para reprochar a Maider Etxebarria que «anteponga» los intereses del PSOE a los de los vitorianos.

En definitiva, cuando se cumple un año de las elecciones del 21-A que abrieron la puerta a una nueva reedición de la entente, y cuando Pradales ha logrado bajar el diapasón de algunas de las controversias que marcaron aquella cita -sobre todo, las que afectan a la calidad de los servicios públicos y de Osakidetza-, el barro electoral vuelve a asomar, en un clima ya de precampaña, y augura un auténtico test de estrés, más exigente a medida que se acerquen las urnas, para la alianza PNV-PSE.

La consecuencia inmediata es que Bildu ve el camino expedito para reforzar aún más su estrategia de partido «corresponsable» e institucional y para afear a las fuerzas de gobierno que se entretengan en la polémica sobre la alta velocidad en lugar de ofrecer un Gobierno «con propósito» y un proyecto de país. Los de Arnaldo Otegi juegan su propia estrategia, la de disputar la centralidad del país al PNV y, según temen los jeltzales, ir logrando que el PSE «pierda el miedo» a pactar con ellos en un futuro cercano. Eso sí, sin renunciar a apretarle las tuercas con el nuevo estatus que, tras el jarro de agua fría que Esteban ha volcado sobre las expectativas de un acuerdo rápido, se ha convertido en un elemento de presión más. En el caso de Bildu, para apremiar al PNV; en el del PSE para proyectarse como la vacuna contra presiones identitarias.

Por si esto fuera poco, un último elemento se proyecta sobre esta precampaña anticipada como factor añadido de tensión entre los socios, el cumplimiento de los compromisos pactados con Sánchez en Madrid. Pradales ya ha deslizado que hace falta «más ritmo» para que los traspasos estatutarios pendientes, singularmente la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, lleguen antes de fin de año. Aunque la sangre no llegue al río, como vaticina la oposición, no cabe duda de que vienen curvas.