El encuentro de socialistas cristianos tuvo que celebrarse bajo protección policial. El congreso de ELA gozó de las bendiciones para su desarrollo en libertad; y sin embargo fue sin mucho más reivindicativo, mucho más antisistema. Ambos son síntomas de una sociedad partida, de dos sociedades, de dos mundos, y no precisamente erigidos por los que padecen las peores condiciones.
En la vida pública de Euskadi, la expresión de concepciones diferentes goza de un abanico realmente amplio. Este fin de semana dos encuentros han dado forma a las páginas de la vida sociopolítica, el congreso de ELA y el encuentro de los cristianos socialistas, dando muestra de esa pluralidad y diferencias existentes. Pero ambos actos quizás sean excesivamente diferentes para poder decir que forman parte de un solo cuerpo social.
La primera gran diferencia entre el primero y el segundo es que este último se tenía que celebrar bajo protección policial y la mayoría de los presentes gozaban de un servicio de guardaespaldas. El de ELA goza de las bendiciones totales para su desarrollo en paz y en libertad; y sin embargo, era sin duda mucho más reivindicativo que el anterior, mucho más antisistema. La concepción sindical de la central nacionalista es nada menos que de contrapoder, postulado maoísta donde los haya, y no sólo asume, sino que fue el abanderado (en ese rol que desde hace tiempo asume de Polit Bureau de todo el nacionalismo) del soberanismo y la ruptura con España. Y, precisamente por ello, no necesita de protección policial. Estamos acostumbrados a ello, pero resulta aberrante.
Los cristianos socialistas, mesurados en sus críticas hacia el exterior, bastante más duros en la autocrítica, tanto hacia la comunidad cristiana como hacia su propio partido, dialogantes en su lema («tendiendo puentes») son los que necesitan ser escoltados. Un mundo al revés, que muestra la pervertida situación política y social vasca. Un bando -precisamente el más reivindicativo y agresivo en las formas- goza de la oficialidad, de la tranquilidad, de todos sus derechos, y el otro no. Esperemos que no sea (alguien podrá decir que ya lo es) la antesala del futuro con un triunfante Estatuto de Libre Asociación, donde esa desigualdad esté incorporada legalmente.
Dirán que finalmente los cristianos socialistas pueden manifestarse, pero de entrada es muy diferente hacerlo en esas condiciones. Y lo hacen al día siguiente de que sus casas del pueblo hayan recibido la visita de los liberadores del país. En el encuentro cristiano se expresó una cierta admiración de los ponentes venidos de fuera por el «oasis» que supone la pervivencia de un colectivo como el de los cristianos socialistas vascos. En otras partes de España este tipo de colectivos no acaban de estar bien vistos en el seno del PSOE. Pero aquí, donde las condiciones no son precisamente las mejores, las iniciativas de diálogo y solidaridad cristianas, superando la anormalidad política, saben salir a flote. De la misma manera que otros colectivos cívicos vascos, precisamente por padecer la anormalidad, la superan y saben desarrollar una actividad y un discurso. Habrá que aceptar que, como en la época de Franco, la opresión acaba incentivando la resistencia.
Arnold Toynbee decía de Londres que había acabado siendo una gran urbe, nada menos que capital del imperio británico, porque supo superar todos los inconvenientes: marismas, rios sin canalizar, enfermedades palúdicas. Este ejemplo de voluntarismo es inaplicable a lo general, pero quizás sirva para explicar que son precisamente las difíciles condiciones que padecen las expresiones no pertenecientes al mundo hegemónico vasco las que finalmente exigen y obligan a salir del agujero, a mantener la cordura y sacar sus iniciativas adelante, porque se juegan mucho.
Estos dos ejemplos de situación y de circunstancias que he citado, el congreso de ELA y el encuentro de socialistas cristianos, son síntomas de una sociedad partida, de dos sociedades, de dos mundos, y no precisamente erigidos por los que padecen las peores condiciones. Todos quisiéramos ser del mundo permitido, pero éste es el del lenguaje militarizado -«once razones para la lucha», «los enemigos», «contrapoder»- y el perseguido es el de la misericordia y el de los puentes. Felicidades a los cristianos socialistas, su encuentro ha sido un éxito, todo un éxito. Y no sólo porque Moratinos no apareciera.
Eduardo Uriarte Romero, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 2/12/2004