El informe PISA deja a la enseñanza en España como unos zorros. Y en Cataluña ni les cuento. Ni educandos ni educadores pasan los fielatos porque aquí estamos a dos velas en lo que se refiere a comprensión lectora, matemáticas y conocimientos en general. Los peores resultados históricos en Ciencias y Matemáticas, no les digo más. Singularmente, Cataluña ha perdido 31 puntos en Matemáticas desde el 2015, lo que supone según los cálculos de PISA un retraso de curso y medio. Los responsables políticos dicen que si la COVID y tal, como si eso y la guerra de Ucrania sumado al calentamiento global fueran una especie de Detente Bala tras los que parapetarse. La realidad es que cada Comunidad Autónoma va a su aire en materia escolar, que en algunas como la catalana se da más importancia a redactar los exámenes en catalán aunque digas que Napoleón descubrió América y la penicilina y que, vamos a hablar clarito, el profesorado está arrinconado, despreciado, infravalorado y pésimamente remunerado.
Nadie pone dinero en escuelas ni en investigación. Hablo, lógicamente, de la pública. A base de arrinconar el Latín o la Filosofía se han creado cerebros acríticos, sin método analítico ni disciplina. Suprimiendo las Humanidades se ha conseguido una masa amorfa de jóvenes hedonistas más pendientes del móvil que de las explicaciones del profesor; exhibiendo impúdicamente a cuatro ignorantes y dos golfas en diversos reality se ha convencido a una parte de la juventud que para triunfar rápido y ganar pasta lo suyo es eso y no quemarse las cejas estudiando Telecos, por decir algo; el fenómeno YouTube permite la aparición cotidiana de monstruos ignorantes que hablan de lo que no saben y no saben lo que hablan; el profesor, desprotegido ante la violencia de alumnos y padres – y sé de qué estoy hablando – no ejerce como autoritas en el aula y se limita a cumplir más o menos lo que le dicen desde la dirección. Todo esto se resume, tristemente, en un concepto: cuando se suprimieron el principio de autoridad, el esfuerzo y los premios y castigos nos cargamos la escuela. Porque un profesor no puede ser amigo y menos colega de sus alumnos. Ha de ser su referencia, su ejemplo, y debe desempeñar el papel de juez valorando al alumno. Porque no es justo aprobar a quien no se ha esforzado poniéndolo al mismo nivel de quien sí lo ha hecho. La escuela reparte muchas hostias y hay que preparar a la juventud para asumirlas, superarlas y obtener experiencia. Pero no. Hemos criado una generación de plastilina, incapaz de soportar ya no una responsabilidad laboral, empresarial o familiar, sino un mero suspenso.
El fracaso es de los que hacen época y nos condena a corto y medio plazo a una sociedad inculta, gandula, sin argumentos propios y, por tanto, en un estado perfecto para ser manipulada
Creímos que todo lo de antes era facha y había que convertir colegios y universidades en comunas hippies. Así nos ha ido. El fracaso es de los que hacen época y nos condena a corto y medio plazo a una sociedad inculta, gandula, sin argumentos propios y, por tanto, en un estado perfecto para ser manipulada. Eso es lo que querían los que decían hace años que los niños debían recoger hojas secas, hacer muchos trabajos con plastilina, escribir con faltas de ortografía porque ya las irían corrigiendo con los años, no aprenderse de memoria nada ni siquiera las tablas de multiplicar y, en el caso de mi tierra, cantar canciones estúpidas en catalán. Al lado de esas maravillas, las integrales, los Comentarios de César a la Guerra de las Galias, el Siglo de Oro español, la historia de la Reconquista o el álgebra carecían de interés. No nos quejemos si nuestros hijos o nietos son unos perfectos inválidos emocionales y unos incultos de marca mayor. Seres egoístas y caprichosos que opinan que el mundo está en permanente deuda con ellos y lo merecen todo sin haberse ganado nunca nada. Con estos mimbres no podía salir otra cosa. A los Sánchez que en este mundo son este es el estado ideal para mejor lograr sus fines. Demasiado indulgente es el informe PISA. Nos tendrían que tirar al pilón.