Tonia Etxarri-El Correo

Constatar que el Día de la Memoria es irrecuperable para un homenaje unitario, mientras Bildu no reniegue del horror injustificado que ETA infligió a la sociedad, es una realidad que conduce al reconocimiento de la existencia de dos relatos. La jornada de ayer, en el País Vasco, añadía una muesca más en el tránsito hacia el olvido premeditado, por razones políticas. A medida que el grupo de Otegi se ha ido fortaleciendo en su ubicación en el epicentro de la política, como socio leal de los gobiernos de la Moncloa y Navarra, y cuestionado solo en días alternos en Ajuria Enea, las exigencias para que rechacen la historia del terrorismo se van difuminando. Es de justicia recordar que quienes utilizaron la violencia atemorizando a la población durante más de 50 años intentaron quebrar la democracia. Pero esa pesadilla, que duró más tiempo que el franquismo, se va dejando enterrada bajo el polvo de la indiferencia y el desafecto. Por necesidad política. Quienes justificaron el horror de los años de plomo son ahora una de las piedras angulares del entramado institucional de España. Dando lecciones de democracia y antifascismo. El tiempo y la falta de exigencia han hecho el resto.

De los homenajes que ayer se celebraron en Euskadi, cabe destacar los del Gobierno y el Parlamento vasco, por un lado. El del PP, por otro. Dos memorias, dos relatos. En el primero, el lehendakari Pradales hablando de las profundas huellas que dejaron la guerra, la dictadura, el terrorismo, la persecución y la tortura. En presencia de un nutrido grupo de víctimas (de ETA, GAL, grupos de extrema derecha y violencia parapolicial).

En el segundo, el PP vasco por su cuenta (Vox, por la suya) para dejar patente su disconformidad con la equiparación de todas las violencias. Todas merecen un tratamiento pero sin mezclarlas para evitar que el sufrimiento provocado por la banda terrorista acabe diluido en una nube colectiva como si se tratara de un dolor de tarifa plana. Si Javier de Andrés insiste en la necesidad de mantener la exigencia ética hacia aquellos que causaron tanto daño, poniendo el acento en que ETA contó con un respaldo de parte de la población, es porque, después de los recientes episodios violentos de Vitoria y Pamplona en los que grupos de encapuchados organizados atacaron a una Ertzaintza desbordada en el primer caso y agredieron brutalmente a un periodista que estaba cumpliendo con su obligación en el Campus de Navarra, los sondeos detectan que una parte de la juventud no rechaza el empleo de la violencia con objetivos políticos.

En la educación y la determinación institucional está la clave para que el «proceso de curación» de las víctimas del terrorismo del que habla el Gobierno vasco sea un hecho y no una mera fórmula de propaganda. La violencia causó un daño en la convivencia del que , en parte, aún no nos hemos repuesto. El lehendakari advierte del riesgo de retroceso, sin ir más allá. Si la dependencia del voto está condicionando las alianzas políticas, se explica, aunque no se entienda, que los gobiernos del PSOE y PNV no quieran contrariar a Bildu. En campaña electoral será otra cosa.