Hasta Fernando Simón ha reconocido que si el año pasado se hubiera confinado al personal antes de las manifestaciones del 8-M “se podrían haber evitado algunas muertes”. 23.000, según informes de las universidades de Zaragoza y Rovira i Virgili, de Tarragona. Este año, el 8-M que celebramos hoy ha sido un motivo para el desencuentro entre los dos socios del Gobierno de Coalición, encabezados ambos por dos mujeres excepcionales, tanto en sus dotes intelectuales como en sus capacidades políticas.
Ya habrán adivinado que me estoy refiriendo a Carmen Calvo e Irene Montero. Es verdad que Calvo tiene más estudios y que la experiencia laboral de la ministra de Igualdad no pasa de unos meses de cajera en Saturn, pero es obligado recordar que el populismo es más autodidacta. Evo Morales nombró ministra de Justicia en 2006 a Casimira Rodríguez, una trabajadora doméstica. Nicolás Maduro fue chófer de autobús y después sindicalista y por ahí todo seguido hasta la presidencia de la República Bolivariana.
Ambas se disputaron el liderazgo en la movilización del año pasado hacia los infectódromos. Sus dos partidos no quisieron hacerse cargo de la pandemia que ya era un secreto a voces antes de las manifestaciones. La vicepresidenta explicó las razones por las que las mujeres debían movilizarse el 8-M del año pasado: “Nos va la vida en ello”. Y tenía razón, según como se interpretase.
En fin, que gane la mejor en un asunto que hoy por hoy tiene dividido al Gobierno. El grupo de Calvo no acaba de dar el visto bueno a la Ley de Libertad Sexual y a la Ley Trans que con tanto empeño han escrito Montero y las chicas de la tarta. Es obligado reconocer que la vicepresidenta, ya digo, está más puesta: es doctora en Derecho y debe recordarse que ella fue crítica con la Ley del Solo sí es sí antes de que el CGPJ la zarandease con el voto unánime sede sus 21 magistrados, incluido el presidente.
Es justo recordar que a veces también tienen sus acuerdos. El sábado, sin ir más lejos, durante la gala de los premios Goya, ambas celebraron con entusiasmo el premio al mejor cortometraje documental que la Academia otorgó a “Biografía del cadáver de una mujer”, cuya directora, Mabel Lozano se halla empeñada desde hace tiempo en luchar contra la trata de mujeres y de lo que dio cuenta en un discurso tan vibrante como corto (un minuto) al agradecer el reconocimiento: “Este premio es muy importante para poner voz a miles de mujeres y niñas víctimas de trata sexual”. La vicepresidenta se adelantó 14 minutos en su tuit de felicitación a la ministra, pero los mensajes de las dos fueron homogéneos. Tal vez si Mabel Lozano hubiera dispuesto de algo más de tiempo podría haber señalado algunos casos concretos, por ejemplo, el de las 16 menores que, tuteladas por el Consejo Insular de Mallorca, han sido sometidas a abusos, algún caso de violación y prostituidas en el centro en el que vivían. Los partidos cuyo feminismo orientan las señoras Calvo y Montero han impedido, tanto en el Consell como en el Congreso de los Diputados, la investigación que los partidos de le oposición pedían sobre la prostitución de unas niñas cuya tutela les estaba encomendada. 8-M, no hay más que hablar.