Juan Carlos Girauta-ABC
- Podemos, junto con los partidos separatistas, nutre el grupo de deslegitimación de la democracia española
Ha durado un decenio la lucha entre los que querían regenerar el sistema, los que se proponían quebrarlo y los que trabajaban para mantenerlo sin reformas, o con las reformas cosméticas del consabido tópico gatopardiano. Lo único que ‘el mundo de la cultura’ conoce de Lampedusa, por cierto.
Así que, al menos desde el cambio de gobierno en 2011, ha habido tres contendientes principales en el cuadrilátero político español. Boxeo a tres, raro, ya sé. También aquí son multitud, y no solo la masa que ha sustituido al pueblo soberano es binaria en sus análisis; asimismo lo es la matemática de los conflictos, que tiende a descomponer las pugnas complejas en enfrentamientos de dos jugadores.
En el grupo de la regeneración estaba UPyD y luego estuvo Ciudadanos. Se me ocurre que los historiadores del futuro incluirán errónea y fácilmente a Podemos si solo manejan sus exigencias más cercanas al 15-M y aquella acampada que con tanto éxito capitalizó Iglesias. Del mismo modo, los literalistas, los ingenuos incurables y los que ignoran que la forma es el fondo creyeron presenciar en Sol una oleada de autenticidad, un ansia genuina de limpieza democrática.
Hoy, solo desde la mentira con careta de cartón, la de las tertulias de hooligans disfrazados de analistas, se puede negar la evidencia: Podemos, junto con los partidos separatistas, nutre el grupo de deslegitimación de la democracia española, busca el derrocamiento de la monarquía parlamentaria, el control del Poder Judicial y el de la opinión pública, chapotea en el decisionismo schmittiano, y trabaja para acabar con la Constitución. Sí, acabar; la fórmula ‘reformar fuera de los cauces establecidos’ -que ya constituiría un golpe de Estado- no da una idea siquiera aproximada de los objetivos de podemitas y secesionistas.
Extinta UPyD, se quedó solo Cs como partido nacional consagrado a promover la regeneración de España: de la limpieza en la contratación pública a la desburocratización de las administraciones, de la despolitización del CGPJ a la reforma electoral, y de la revolución educativa a la corrección de la dualidad laboral crónica que nos hace batir una y otra vez los récords de desempleo.
El PP de Rajoy representó el espíritu del grupo inmovilista. Nunca albergó la menor intención de cumplir con las condiciones que Cs le hizo firmar en el pacto de investidura. La firma, la palabra, las promesas de aquel partido eran papel mojado. Es tarea de Pablo Casado demostrar (ir demostrando) que su formación ha abandonado el frente de los quietos y de los ausentes, cuyo símbolo es el bolso de SSS, para pasar a ocupar el espacio de la regeneración que Cs abandonó el año pasado sumándose a los mariachis de Sánchez. ¿Nos hemos olvidado del PSOE? No. El PSOE puede vestir los tres uniformes. Depende del día. Un descubrimiento que ha sorprendido mucho a Iglesias, con lo avispado que es para otras cosas.