«Es el momento Feijóo«, dice el eslogan. «Los siete momentos» de su vida, predica el bio-vídeo. Todo en el candidato del PP es natural, habitual, normal, un pelín rural, un tipo corriente, alguien como vosotros, una persona seria, que se esfuerza y que piensa en los demás. La antítesis del mega narciso. El envés de su sanchidad. El lado opuesto al mandarín de la Moncloa.
Una campaña electoral no resulta tan complicada cuando el viento sopla a favor. Pasó con González, con Aznar, con Rajoy. No con Zapatero. Su triunfo, inesperado y a trasmano, llegó con la muerte en los trenes. Los estrategas de Génova trabajan para no ponerle obstáculos al destino y no alterar la voluntad de los tiempos. Ciertos sabios de la mercadotecnia le reprochan ‘una campaña sosa, insípida, anodina’. Fiel reflejo del perfil de su protagonista. Mencionan como positiva la hiperactividad de su rival, omnipresente en los medios, acaparador de titulares, desaforado en su agenda. El domingo en Kiev, el martes en Ana Rosa, mañana quizás en radiotaxi. Sánchez persigue el amparo de los platós, de los actos oficiales, blindado y sellado para evitar chapotes, mientras Feijóo alterna su presencia ante las cámaras con la fórmula tradicional del mitin, el abrazo al paisano y el besito al bebé. Una campaña corriente de un tipo corriente.
Feijóo insiste en que no piensa en Abascal como vicepresidente, pero se entienden. El teléfono rojo Génova-Bambú funciona. Sin ruidos ni puñadas
Juegan a su favor dos factores. Su credibilidad, que retumba con meridiana claridad en todas las encuestas. Su contrincante del PSOE se esfuerza en sacarle brillo a su nefasta gestión, en justificar sus excesos, en camuflar sus defectos, en poner sordina a sus delirantes decisiones. Un camuflaje imposible. El quinquenio del horror no se tunea con un febril rosario de apariciones televisivas. «Un esfuerzo inútil, sólo convence a los convencidos y ni siquiera podrá recuperar a los que ya perdió», señalan en el cuartel general del PP, donde el flujo de votantes desengañados de este PSOE atrabiliario y fullero se percibe constante.
Nadie en el PP lanza campanas al vuelo ni saca el champán antes de tiempo. En tres semanas pueden ocurrir cimbronazos inesperados, contratiempos desagradables. Extremadura es el ejemplo. Un cabo suelto que a punto estuvo de derivar en estropicio. En Génova dan por zanjado el episodio Guardiola y celebran la sucesión de aciertos y avances en otras regiones. Comunidad Valenciana, Baleares, Cantabria, pronto Aragón, y se verá en Murcia. Feijóo insiste en que no piensa en Abascal como vicepresidente, pero se entienden. El teléfono rojo Génova-Bambú funciona. Sin ruidos ni puñadas, los acuerdos entre las dos derechas ya no espantan a nadie, salvo a los columnistas mercenarios y las cacatúas de plantilla. Las urnas del 28-M dibujaron un escenario nítido. Es preciso entenderse para que se produzca el cambio. En ello están.
«Sacar la foto del barco es como insistir en agitar el miedo a Vox, dos empeños inútiles», comenta un veterano fontanero del PP
Dos ‘momentos’ inquietan ahora en los altos despachos del PP. La tentación de Moncloa por recurrir al escándalo, por airear supuestos trapos sucios, por juguetear con noticias falsas (le dicen fake) sobre la imagen del líder de la derecha. Ya han enseñado la patita con la urgencia del presidente del Senado en difundir el dato sobre los emolumentos que recibe Feijóo de su partido. Una zancadilla torpe que quizás sea el anuncio de nuevas tarascadas. Algún vocero socialista ya recurrió al ‘factor Dorado’, aunque sin demasiado empeño. «Sacar la foto del barco es como insistir en agitar el miedo a Vox, dos empeños inútiles», se escucha en las filas populares.
El cara a cara televisivo es el otro elemento que produce inquietud. Sánchez pretendía seis debates. Va perdiendo en la carrera y necesita golpes de efecto para recuperar aliento. Feijóo marcha en cabeza y, pese a ser el aspirante, juega el papel del poseedor del título, que evita cometer errores y se aparta cuando hay riesgos. El debate en televisión los tiene. Sánchez es un rival temible porque es un artista en el arte de la mentira, un virtuoso de la falsedad, un experto en manejar la trola. Carece de escrúpulos y abunda en malas tripas. Feijóo es un aprendiz en el terreno de la falsedad. Exhibe, de vez en cuando, un puño certero y una envidiable mala fondinga. Cuidado con él.
El sortilegio mágico
Estos dos momentos, la injuria y el debate, pueden afectar al desarrollo de la campaña, pero no interferirán en la dirección del voto, en el color político que emerja victorioso tras el escrutinio. El postulante de la derecha ha dado con dos armas temibles, cuyo efecto quedó demostrado. Basta con que en el cara a cara repita un par de veces este sortilegio tan eficaz que se diría mágico: «Vamos a derogar el sanchismo» y «Yo no soy Sánchez«. Así, sólo con eso, la batalla está ganada.