Antonio Casado-El Confidencial
- Lo de Castilla y León es un paso más de Pablo Casado en su política de tierra quemada contra Ciudadanos, a riesgo de achicarse por el centro y depender de la ultraderecha
Vale que la ruptura del presidente de Castilla y León, Fernández Mañueco, con su socio (Ciudadanos) y la abrupta convocatoria de elecciones anticipadas vienen dadas por la ventajosa posición del PP en las encuestas, el relanzamiento de un vacilante Pablo Casado como aspirante a la Moncloa y la necesidad de rebajar el protagonismo de Díaz Ayuso puertas adentro.
Y vale que Mañueco, además de acusar de “deslealtad” a Cs, sobrepone su voz a la de Ayuso en el señalamiento del sanchismo como causa de todos los males del país. Ya el viernes pasado en Zamora, en su primer acto de precampaña (él lo sabía, no los demás), acusó al Gobierno central de “hacer daño a España y especialmente a Castilla y León”.
Es temeraria la deriva del PP hacia Vox como inevitable compañero de viaje allí donde no pueda gobernar en solitario
Pero el vector central del análisis es de mayor cuantía:
Por encima de otras consideraciones, el culebrón es un paso más de Génova en su política de tierra quemada contra Ciudadanos. A nadie puede sorprender un movimiento que abunda, clavetea, confirma, el nunca disimulado propósito de laminar al partido de Arrimadas. Hay varios precedentes: Cataluña, Murcia, Madrid, País Vasco…
A riesgo de achicarse el espacio por el centro y condenarse a depender de la ultraderecha, el PP quiere al partido naranja en la irrelevancia, incluso por absorción de sus dirigentes (los intentos, fallidos o no, son descarados), pensando que ese espacio será inevitablemente colonizado por el PP. Está por ver. Lo que sí está ya verificado es la tendencia al alza de Vox en todos los sondeos regionales y nacionales.
Por tanto, estamos ante una temeraria deriva hacia la ultraderecha como inevitable compañera de viaje allí donde el PP no pueda gobernar en solitario. No menos temeraria, dicho sea de paso, que el encamamiento de Sánchez con socios de aversión declarada al vigente orden constitucional. Así, la polarización está garantizada entre dos bloques habitados por fuerzas regresivas en un caso y desestabilizadoras en el otro.
La alerta antifascista que jalean con entusiasmo los costaleros de Sánchez se ha convertido en la excusa permanente de Monclo
El centro vacío se ha convertido de este modo en un verdadero drama de la política nacional. Pero es la opción elegida por Casado (también por Sánchez a la izquierda del tablero, quede claro), qué le vamos a hacer.
El presunto giro al centro del PP se perdió en la polvareda. Quedó en nada el tronante desmarque de Vox en sede parlamentaria. “Nosotros no somos como ustedes”, dijo Casado hace poco más de un año. Y nos hizo creer que se iba a erigir en el representante de la España moderada. Ahora, esa alerta antifascista que jalean con entusiasmo los costaleros de Sánchez se ha convertido en la excusa permanente de Moncloa.
Mala noticia la del centro deshabitado que se relativiza en el voluntarismo de Inés Arrimadas: “No nos hemos dejado comprar por el PP”. Se lo oigo decir en distancia corta mientras canta la necesidad de un centro liberal a la europea, equidistante de conservadores y socialistas.
No tira la toalla, a pesar del extendido clima de opinión que ve a Cs como un partido agonizante. “Estamos débiles, pero no muertos, seguiremos luchando por ese espacio y volveremos a ser decisivos en muchos sitios”, añade.
«Estamos débiles, pero no estamos muertos y volveremos a ser decisivos en muchos sitios», dice la líder de Cs, Inés Arrimadas
Por mí, amén. Al país no le sienta bien la división entre ‘fachas’ y ‘enemigos de España’. Lo que nunca hubiera imaginado es que, después de los portazos del PP, Inés Arrimadas aún vea al partido de Pablo Casado como socio preferente. Y así seguirá siendo “mientras el PSOE esté colonizado por el sanchismo”, sostiene.