Incapaz de mantener una campaña sostenida de desgaste contra el Estado, ETA debe conformarse con dar golpes ocasionales, aunque a veces espectaculares y dolorosos. Ello ha provocado que en la izquierda abertzale se hayan «intensificado las dudas» sobre «la lucha armada», quizá el primer paso para cuestionarse el liderazgo de la propia ETA.
Durante décadas, ETA y los suyos se han hecho trampas al solitario creyéndose representantes del auténtico pueblo vasco. No se trata del pueblo vasco que vota en las urnas libremente desde hace más de treinta años y que nunca les ha dado a ellos mayoría. Se creían representantes de una esencia metafísica del pueblo situada por encima de las coyunturas electorales con la que algún día, si ellos se mantenían firmes, terminarían identificándose los vascos de carne y hueso. De esa forma se justificaba la continuidad del terrorismo en contra de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos vascos.
La crisis operativa, política e ideológica en la que se encuentran ETA y su entorno les lleva ahora a reconocer que están «tan separados del pueblo que la distancia se está haciendo insostenible», tal y como se refleja en uno de los documentos incautados al dirigente etarra Ekaitz Sirvent del que se informaba en la edición de ayer de EL CORREO.
Ese reconocimiento se pone por escrito al mismo tiempo que se toma la decisión de continuar con la actividad terrorista. Puede parecer contradictorio, pero en la mentalidad de ETA no lo es. La banda cree que las dificultades por las que atraviesa son coyunturales y que, si aguanta, al final superará los problemas y volverán los buenos tiempos.
En otros papeles ocupados también a Sirvent se reconocía la debilidad del movimiento de oposición al Tren de Alta Velocidad y «el fracaso del MLNV» porque «no ha volcado toda su organización y todo su aparato» contra la «Y vasca». La constatación de que es una minoría social la que se opone al proyecto no le impidió a ETA asesinar hace un año a Inaxio Uria, titular de una de las empresas constructoras, en un episodio que refleja las características actuales de la banda: como no es capaz de mantener una campaña sostenida de desgaste ni contra el TAV ni contra el Estado, se tiene que conformar con dar golpes ocasionales. A veces son golpes espectaculares y dolorosos, pero no dejan de ser esporádicos.
Las instituciones democráticas, en cambio, sí que son capaces de mantener la presión legal y policial sobre ETA y su entorno de manera sostenida a lo largo del tiempo, provocando el paulatino desgaste de la banda y reduciendo su capacidad de acción.
Esa situación desigual en la que el Estado presiona y la banda no es capaz de dar respuesta ha provocado que en las filas de la izquierda abertzale se hayan «intensificado las dudas» sobre «la lucha armada», como ha escrito también la propia banda, lo que puede ser el primer paso para que acabe cuestionándose el liderazgo de la propia ETA.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 1/12/2009