EL MUNDO 17/10/13
Apuntalar la economía es la prioridad en la hoja de ruta de Mariano Rajoy para España y para Cataluña. No el reto independentista.
El presidente lo dejó claro ayer ante el Pleno del Congreso y, por si hubieran quedado dudas, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, profundizó minutos después en el mismo mensaje.
Como aseguró el titular de Hacienda, el reto independentista no es «una absoluta prioridad» para el Gobierno. Si lo fuera, dijo, «estaríamos haciendo un flaco servicio a la unidad de España».
Esta semana, Rajoy ha sido objeto de distintos llamamientos a actuar. El lunes fue el ex presidente José María Aznar. Y ayer, en sentidos opuestos, el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, y la portavoz de UPyD, Rosa Díez. Todos le han instado a abandonar su pasividad frente a las demandas nacionalistas. Pero han caído en el vacío. Estos políticos reclaman acción al presidente, pero Rajoy está decidido a no hacer ni un solo gesto porque, en su opinión, sólo serviría para alimentar más el debate independentista.
Duran le advirtió ayer de que si no actúa para dar «una respuesta política» a las pretensiones soberanistas, acabará habiendo «una declaración unilateral de independencia» por parte del Parlamento catalán. Y Díez lamentó «el silencio» del Gobierno porque sólo encierra «falta de liderazgo» y «cobardía».
Rajoy, sin embargo, cree que su plan es «prudente» y «sensato» porque la primera necesidad que tiene ahora el país es solventar sus «gravísimos problemas económicos». Y a eso es prácticamente a lo único que se dedica el Gobierno.
El presidente considera que el ingrediente para impulsar la recuperación es la «estabilidad política e institucional». Por eso huye de adoptar medidas firmes que corten de raíz lo que Aznar llama el «desfalco nacionalista», o de dar respuesta a las aspiraciones de la ciudadanía, como pidió Duran, antes de que todo «acabe en la irracionalidad y el conflicto».
Rajoy tiene la intención de mantener contra viento y marea tres principios: que «la Constitución es de todos», que «el sistema político español es el más descentralizado del mundo» y que «España es una realidad de siglos y no un invento». A todo añade una reflexión: «Seguiré trabajando para que sigamos juntos (…) y rememos en la misma dirección».
Tras él, Montoro trató de ser lo más moderado posible con respecto a las reivindicaciones nacionalistas en el debate que mantuvo con Rosa Díez. En primer lugar, dejó claro que para el Ejecutivo este asunto no es «una prioridad». Al contrario, aconsejó a Díez que esté «tranquila»: «Tenga la absoluta seguridad de que la Constitución se va a cumplir». Y le advirtió de que cualquier aventura independentista que salga del Parlament «morirá en las Cortes igual que murió el plan Ibarretxe». Con una gran parsimonia, Montoro llegó a calificar como «normal» que «en el Estado de las Autonomías haya una cierta conflictividad», en referencia al desafío actual.
Tras esta intervención, Díez reconoció que llegó al Congreso «preocupada», pero que tras escuchar a Montoro se quedó «asustada» ante la inacción del Ejecutivo. La diputada exigió al Gobierno que «actúe ante el fraude constitucional que se esconde bajo la falacia del derecho a decidir». Y rechazó «el silencio» y la «cobardía» del Ejecutivo, así como «la ambigüedad» del PSOE.
La dirección del PP insiste en que «Mas se ha metido en un laberinto sin salida y pretende arrastrar a los catalanes». Y añade, según el argumentario enviado ayer a los diputados, que «mientras unos se obsesionan en romper, el Gobierno quiere mantener los lazos de convivencia».