Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

La entrevista que concedió Christine Lagarde a nuestro periódico y que publicamos el pasado domingo no tiene desperdicio. Su mensaje era conocido, pero sorprende la rotundidad con la que se expresa y la contundencia con la que asienta el mensaje, meses después de haber iniciado la carrera al alza de los tipos. Califica la inflación de «monstruo» y asegura que le va a «golpear hasta que la inflación al 2% de manera sostenida en el tiempo». En las redes le criticaron mucho. Pero fue más por quién lo dijo que por lo que dijo. Como sucede con sus colegas los rectores de la economía mundial y, en especial, los que controlan la política monetaria, no goza de buena fama. Se le acusa de todos los males que nos aquejan y se sacan a la luz los problemas no resueltos y, más aún, los agravados con sus políticas.

Hay muchas críticas que me parecen injustas. Olvidan que su obligación no es contentar a los ciudadanos en el corto plazo, sino garantizar la estabilidad en el largo. El mandato recibido por el BCE es el de controlar la inflación y mantenerla en los alrededores del 2%. Los ciudadanos odiamos las subidas de los precios, pero creo que odiamos más aún a las medidas que debemos adoptar para controlarlos.. Hay una primera disputa sobre si las medidas de política monetaria son eficaces para atajar una inflación que es de costes, más que de demanda. Hay muchas opiniones pero nadie puede negar que las subidas de tipos contraen la demanda y una menor demanda reduce los precios. El problema aparecerá cuando llegue el momento del ajuste fino y tenga que evitar el pasarse de frenada para no causar mas problemas que los evitados.

Y la crítica más consistente me parece que es el recuerdo de que las políticas llevadas a cabo por el BCE en los años de la pandemia han colaborado decisivamente a generar inflación. Ha sido tal el riego de dinero al sistema y la laxitud con la que han permitido el desmadre de los déficits y el estallido de las deudas públicas que ese océano de dinero repartido ha empujado sin recato a la inflación, al no haber generado un incremento similar del PIB.

Sea como sea, lo que está claro es que ahora viene una época, que no será corta, de tipos de interés elevados. ¿Cómo de larga? Pues vigile a los precios. La presidenta del BCE lo ha dejado claro. Esto no parará hasta que vuelvan al 2%. Y no parará, caiga quien caiga y «durará los que tenga que durar», que es la versión nueva del ‘whatever it takes’ de Draghi. Ahora, si volvemos a la realidad y observamos que la inflación en euros casi triplica al objetivo y que los tipos reales son negativos en casi cinco puntos, nos haremos una idea bastante certera de lo que nos queda por sufrir.