EA se evapora a ojos vista, en aplicación estricta de un principio aerodinámico no falsado hasta la fecha: cada vez que un partido democrático diseña una estrategia para habilitar una pista de aterrizaje para terroristas, la obra no consigue atraer a éstos y se convierte en pista de despegue para el personal de tierra.
Los más antiguos afiliados de Eusko Alkartasuna deben de estar en un ay, viendo la deriva del partido que fundaron en torno a Garaikoetxea para condensar las esencias del abertzalismo con un toque amable de socialdemocracia. ¿Qué pensarán a estas alturas algunos pioneros como Cuerda, eterno alcalde de Vitoria, antes de la ruptura del 86, después de la misma y cuando, harto ya de estar harto, volvió al PNV, siguiendo la tradición histórica de los escindidos: volver al tronco madre? O como José Antonio Rekondo, aquel alcalde de Hernani que tanto valor cívico echó frente a la tropa que finalmente se hizo con el control del Ayuntamiento de su pueblo. ¿Qué diría, si pudiera decir algo, el viejo Imanol Murua, alcalde de Zarauz y diputado general que se opuso al chantaje de ETA y su brazo político sobre la autovía de Leizarán, para ver cómo el PNV y el PSE pastelearon con HB el trazado que a Lurraldea le salió del pizarrín? ¿Qué pensará Usua Busca, concejala de EA en Zumarraga, que amadrinó a la hija póstuma de Manuel Indiano y tuvo que dimitir acosada por esta Batasuna a la que ahora amadrina su partido? ¿Cómo llevará todo esto Rafa Larreina? ¿Y el mismísimo ‘Garaiko’?
Hay algo de justicia poética en este final que Eusko Alkartasuna se ha trabajado con tanta incompetencia. Sus renovadas alianzas electorales con el PNV y el generoso acomodo que éste les habilitaba en sus listas les daban siete parlamentarios cuando en ninguna encuesta superaban los cuatro. Es verdad que tanta placidez era un prólogo de muerte dulce a medio plazo. Rompieron el acuerdo, se presentaron en solitario y obtuvieron un solo escaño.
Eusko Alkartasuna ha cambiado su estrategia. Ha pasado de poder elegir ubicación en las listas del PNV a soportar que su nuevo socio disponga cómo van a ser las candidaturas de EA y qué puestos van a ocupar en ellas. Así figuraba en un documento ocupado el mes pasado a Gorka Mayo Hermoso, un miembro de Ekin con un nombre capaz de inspirar a Tarantino una película de gángsteres con homólogos afines: Abril Florido, Marzo Ventoso y otros del mismo campo onomástico.
EA está viviendo su trance agónico. El partido que se escindió del PNV se evapora a ojos vista, en aplicación estricta de un principio aerodinámico no falsado hasta la fecha: cada vez que un partido democrático diseña una estrategia para habilitar una pista de aterrizaje para terroristas, la obra no consigue atraer a éstos y se convierte en pista de despegue para el personal de tierra. Tanto esfuerzo para conseguir que Batasuna condene los asesinatos de ETA, por ejemplo los del inspector Puelles y el brigada Conde, para acabar condenando ellos mismos la detención de sus asesinos. ETA prohibió hace dos años a su tropa la condena de sus atentados, se ratificó en el pasado mes de noviembre en que la estrategia armada no está en cuestión. No hay un resto de gratitud en las palabras de la banda terrorista para su caballo de Troya. Sólo el preciso desdén: EA es un partido de una «gran debilidad ideológica y una práctica política lamentable». Lo demás vendrá por su pie, cuestión de tiempo. Larreina, que es hombre de fe, podrá rezarles el responso.
Santiago González, EL MUNDO, 7/3/2011