Uno de los argumentos que empleó el censurado durante la moción que le estaba especialmente dedicada es esa vieja creencia sanchista de que la Constitución Española tiene un solo artículo según el cual el órgano de gobierno de los jueces tiene que renovarse al término del mandato de sus miembros. Solo un tipo con una relación tan asombrosamente tangencial con la verdad y con los hechos como Pedro Sánchez puede proferir una estupidez de semejante calibre. Bueno, él y cualquiera de sus portavoces, empezando por el asombroso Félix Bolaños.
Sánchez es el gobernante más baqueteado por el Tribunal Constitucional por sus reiterados incumplimientos de la Constitución en al menos, siete de sus artículos, pero él no se apeó del burro. Ahora que ya ha pasado la moción, siguen en lo que estaban. Bolaños está intentando retomar las conversaciones con el PP que habían quedador rotas como recordarán los espectadores más atentos cuando los populares se maliciaron que les estaban engañando y que paralelamente estaban negociando con Esquerra Republicana la derogación del delito de sedición. Uno comprende la decepción del PP: que te engañen pactando con un tipo como Rufián tiene que ser una experiencia desasosegante; co mo tener una novia y que te ponga los cuernos con Pablo Echenique Robba, no querrán que les haga un croquis.
Lo último es un amago de dimisión colectiva que deje al Consejo sin quorum. Hubo un intento de reunión ayer, pero no cuajó, por lo que serán convocados nuevamente el martes. En todo caso, aunque dimitiesen ocho vocales, parece que el Consejo podría seguir funcionando gracias a la Comisión Permanente y no todos los vocales progresistas parecen dispuestos a dimitir.
Por lo demás, los efectos de la moción de censura han sido los esperados: debate en los medios sobre ganadores y perdedores, aunque la discusión sea algo vacua a mi entender. Sería más adecuado comparar las expectativas con los resultados. Se partía de la creencia de que sería una victoria para Sánchez y una derrota para Vox. A pesar de las encuestas posteriores no se ha dado lo primero ni lo segundo. El 28 de mayo no se registrará un fortalecimiento electoral del PSOE ni un hundimiento de Vox.
Falta por ver aún cuales son los daños colaterales que van a registrar los participantes después de comprobar que el nonagenario Ramón Tamames conserva más neuronas que la suma de las que tienen todos los componentes del banco azul. Rocío Monasterio ha precipitado la ruina en la relación que mantenía con la presidenta de la Comunidad de Madrid y sigue planteando la duda sobre la posibilidad de un acuerdo postelectoral entre los dos partidos de la derecha. Por otra parte, Sánchez, después de haber ungido como benjamina a la inexplicable y absurda alegría de Yolanda Sánchez, andan con las posaderas prietas a la espera de la reacción de Pablo Iglesias. Más o menos como el mundo a la espera de la reacción de Bush, después del 11-M según el histórico titular de El País. Habrá reacción, salvo que Iglesias asuma que está muerto políticamente hablando. Habrá que ver quién acusa más daño, si la oposición o la cuadrilla que sostiene a Sánchez, pero aún es temprano para saberlo.