ABC 03/11/16
EDITORIAL
· Trump lleva unos días moderado, sabedor de que le conviene dejar todo el protagonismo a los problemas de Clinton
LAS filas del Partido Demócrata viven con preocupación estos últimos días, antes de que los estadounidenses voten quién será el próximo presidente del país. La campaña de Hillary se ha topado al final con el problema mal resuelto de sus correos electrónicos enviados desde cuentas privadas mientras era secretaria de Estado, pero realmente ha sido el detonante para que afloren de nuevo las debilidades de la candidata demócrata, como el escaso aprecio por ella de amplios sectores de la opinión pública y las sospechas que provocan algunas de sus actividades privadas a través de la Fundación Clinton, además de la mala imagen que causaron las maniobras de la dirección demócrata contra su oponente Bernie Sanders. Las críticas contra el FBI por anunciar justo ahora esta nueva investigación a Clinton recuerdan a las de los republicanos cuando el FBI dio carpetazo al asunto al inicio de la campaña. Sea o no inoportuna, es un elemento más del debate sobre la idoneidad de la aspirante. Clinton no entusiasma y eso lo demuestra la última encuesta del The
Washington Post, que ponía a Trump por delante de la demócrata con un punto porcentual de diferencia, dato más indiciario que definitivo, porque lo que importa es ganar en cada Estado la totalidad de sus delegados electorales. Trump lleva unos días sin proferir sus habituales exabruptos, sabedor de que le conviene dejar el protagonismo informativo a los problemas de su rival. Y la táctica le está funcionando desde el momento en que la pregunta de la mayoría es cómo es posible que Clinton no arrase en las encuestas a un personaje tan contraproducente como él. La respuesta quizá se encuentre en que toda la campaña ha sido una controversia entre personajes que levantan odios y afectos, más que entre programas, lo que, por otro lado, tampoco debería sorprender porque, aun cuando el presidente de Estados Unidos tiene márgenes amplios de actuación, las cámaras parlamentarias ejercen con eficacia su tradicional «contrapeso». Por eso son también muy importantes las elecciones legislativas al Senado y a la Cámara de Representantes, que se celebran igualmente el martes, y en las que los republicanos confían revalidar sus mayorías, a pesar de su propio candidato, Donald Trump, quien ha llevado su perfil «antisistema» hasta el extremo de romper relaciones con la cúpula del Partido Republicano.
Lo que está sucediendo en Estados Unidos sólo se entiende con los criterios de los estadounidenses. El legado de Obama no suscita entusiasmo, la cuestión racial se ha agravado, las minorías se tientan con la abstención ante un sistema que consideran excluyente, la mayoría blanca está movilizada y el debate se plantea entre quién es el menos malo de los dos candidatos.