Kepa Aulestia, EL CORREO, 21/7/12
La falacia de que lo que hace aguas es solo el ‘modelo PP’ puede convertirse en la farsa recurrente que aturda a la sociedad vasca
López señalará el día de las elecciones según el tiempo que crea poder aguantar sin respirar; pero precisar ese momento es engañoso
Las drásticas medidas de ajuste y reforma que la mayoría absoluta del PP convalidó parlamentariamente el pasado jueves han generado una extraña unanimidad en su contra por parte de las demás formaciones, reacias a secundar al Gobierno Rajoy en tan incierta aventura, como si de algún modo compartieran los resabios de la prima de riesgo que ayer volvió a mostrarse indiferente ante los sacrificios que asume la España virtualmente intervenida. Rajoy ha tenido la extraña virtud de devolver la inocencia a la política partidaria, ya que hasta el president de la Generalitat se ha decidido a curarse en salud ante una eventual intervención de Catalunya proponiendo una respuesta conjunta de todas las autonomías. En el caso vasco, quienes gobiernan las instituciones autonómicas, forales y locales, con excepción del PP, compiten en ver quién se distancia más de Rajoy porque intuyen que, además de desastrosas a corto plazo, sus medidas no van a tranquilizar a los mercados.
El cruce de acusaciones al que se da rienda suelta en las sesiones de control de los miércoles en el Congreso bordea el ridículo. Del mismo modo se comportan los dirigentes políticos enzarzados en la diatriba cotidiana respecto al carácter ineludible de los ajustes y su crueldad. Tratan a los ciudadanos como menores de edad susceptibles de encuadrar con dos o tres llamamientos demagógicos. Aunque en el fondo todas las formaciones recurren –también el PP– al inocente juego de contener la respiración a ver si mientras tanto escampa y el adversario se queda sin aliento. Es lo que está ocurriendo en la política vasca. Maldecidos los recortes, socialistas, jeltzales y ‘ehbildus’ tratan de llenar sus pulmones con la esperanza de que las cuentas públicas que administran respectivamente no desbaraten su fingida inocencia antes de las autonómicas. Aunque el más osado en el recurso a la apnea para atravesar las semanas que restan hasta las elecciones es Patxi López que, por otra parte, es el único competidor que puede conocer la distancia que le separa del punto de llegada. O quizá no.
Después de un tiempo conteniendo la respiración voluntariamente –pongamos que debajo del agua– llega un momento en el que se entra en apnea como si cuerpo y mente atravesasen una barrera tras la cual se vuelven distintos y el acto consciente que ha llevado a ese estadio deja de ser tal para alcanzar una fase que bien podría confundirse con lo onírico. Probablemente todos poseamos una capacidad mayor de contener la respiración de lo que creemos inicialmente. Pero la apnea puede conducirnos también a la pérdida de conciencia empezando por volvernos incapaces de reconocer nuestros propios límites al reducir el oxígeno que se consume e incrementar el anhídrido carbónico que se produce. Un fenómeno semejante al que ofrecen los presupuestos cuando el mantenimiento de los costes no se corresponde a los ingresos y el déficit se enjuga a base de más deuda. De ahí que se aconseje siempre bucear en compañía, recomendación que no se está siguiendo en la gestión de las cuentas públicas.
El lehendakari en realidad se zambulló hace poco, después de haber nadado plácidamente en la superficie del gobierno del cambio. Los recortes de Rajoy le han brindado la oportunidad de proceder a la inmersión ideológica que pretendía. De manera que en principio podría tener una razonable confianza en recorrer la distancia que le separa del día del escrutinio electoral que él mismo fije. En otras palabras, es lógico pensar que señalará ese día en el calendario de la estrategia socialista según el cálculo que haga del tiempo que crea poder aguantar sin respirar. Pero, contra lo que se supone, precisar ese momento no resulta sencillo: más bien es engañoso. Sobre todo si nunca se ha experimentado con el vértigo que suscita pasar de la contención voluntaria de la respiración a ese estadio de semiinconsciencia que acompaña a la apnea.
En medio de las movilizaciones sociales contra los recortes, sin duda exitosas para la época del año en que nos encontramos, a la contestación política a Rajoy solo le faltaba recibir la noticia de que la Comunidad Valenciana ha solicitado al Gobierno central ser rescatada, es decir, administrada directamente desde Madrid. Semejante invitación al ajuste autonómico bien podría producir el efecto contrario al que los ‘recentralizadores’ esperarían: que las instituciones de autogobierno se declaren soberanas en el ámbito de sus competencias y más allá para contener la respiración mientras se desguaza el proyecto Rajoy.
La falacia de que lo que hace aguas es solo el ‘modelo PP’ corre el riesgo de convertirse en recurrente farsa para eludir responsabilidades y ocultar los problemas que aquejan a todas y cada una de las instituciones; también al Gobierno vasco, a las diputaciones y a los ayuntamientos. Entre otras razones porque de tanto tirar de la manta del diferencial que nos aseguran el Concierto y el Cupo, el uno y especialmente el otro podrían acabar destapándose como sistemas privilegiados, insolidarios y precisados de ajustes que vayan con los tiempos de la Europa interventora. Será mejor que todos los partidos vascos y las instituciones que gobiernan salgan a la superficie, porque la apnea que practican puede empujarnos a todos a un estadio de aturdimiento general.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 21/7/12