Ignacio Camacho-ABC
- El PP pretende acorralar a Sánchez acentuando su desgaste con una secuencia escalonada de derrotas territoriales
El plan tiene sentido, aunque las formas del comienzo hayan sido muy mejorables. Se trata de acorralar a Sánchez convirtiéndole el resto de la legislatura en una secuencia de previsibles reveses territoriales -Castilla y León primero, Andalucía más tarde- escalonados para acentuar su desgaste. Lo que ha resultado endeble es el pretexto del arranque porque la presunta conjura en ciernes contra Fernández Mañueco no se la cree nadie que no esté dispuesto a comulgar con la idea de que Arrimadas haya decidido suicidarse. Y en todo caso, en el improbable supuesto de que estuviese en marcha una moción de censura de la izquierda y algunos diputados de Ciudadanos, existe un impedimento reglamentario para presentarla antes de marzo. El adelanto electoral forma, pues, parte del calendario diseñado por la dirección nacional del PP para el próximo año. Si Casado acierta en sus cálculos habrá infligido dos serias derrotas al sanchismo antes del verano.
Las operaciones de este tipo siempre entrañan, sin embargo, un riesgo de alcance indescifrable hasta que concluya el escrutinio. El de la comunidad castellanoleonesa reside por un lado en las candidaturas provincialistas de la ‘España vacía’, cuyo eventual impacto no está medido, y por otro en la inquietante evolución del coronavirus. Hay un tercer factor de peligro, que es el voto residual de Cs, cuyo líder Igea salió ayer echando espuma por la boca al conocer por sorpresa la convocatoria -y su propio cese como vicepresidente regional- cuando proclamaba su lealtad a Mañueco en una emisora. Después de esta bronca será difícil regresar a un ambiente de concordia si la descontada victoria del PP se queda corta. Y cambiar al partido centrista por Vox como socio de gobierno no va a ser para los populares una solución cómoda. Si la actual etapa de cohabitación les ha parecido enojosa, la próxima se les puede volver tan grata como hacerse una colonoscopia.
La apuesta busca, como en Andalucía, un resultado similar al de Ayuso que diluya o reduzca la aureola de la presidenta madrileña. Al menos ésa es la aspiración compartida en el vallisoletano Colegio de la Asunción y en la calle Génova. Pero eso implica facturar más escaños que el conjunto de toda la izquierda. Sólo así podrá Vox quedar como fuerza subalterna. De lo contrario reclamará su entrada en el Ejecutivo con puestos de influencia y Castilla será el campo de pruebas de una alianza inédita de la derecha. Como esquema estratégico está bien esbozado: refuerzo gradual de las expectativas propias, consolidación del liderazgo y creación de un estado de ánimo pesimista en el adversario. Los sondeos son favorables, el escenario propicio, el momento pertinente y el pronóstico claro. El margen de fracaso parece limitado. Sólo conviene recordar aquello que decía Tyson: todo el mundo sube al ring con un plan… hasta que recibe el primer guantazo.