Juan Carlos Viloria-El Correo

  • El sector de la vivienda en España es un negocio que resiste mal el intervencionismo estatal

La expresión en boga es, efectos indeseados. De momento se ha aplicado, por parte del Gobierno, a modo de coartada para intentar salvar la cara de quienes queriendo mejorar la protección de la libertad sexual de las mujeres lograron justo el efecto contrario. Han tenido pedir perdón pero la duda es si los efectos indeseados también llegarán a plasmarse en las urnas. Ahora Pedro Sánchez ha vuelto a jugar fuerte dado un volantazo en la política de vivienda que venía sosteniendo y prolongando el tope a los precios del alquiler decretado para los años de excepción de la pandemia. La ansiedad electoral de los comicios de mayo ha obrado el milagro y Sánchez ha aceptado las tesis más radicales de Podemos en la esperanza de que las promesas de pisos para todos frene un serio desplome en las municipales.

El capítulo de la vivienda, es un terreno abonado para el populismo de manual. Y, en este capítulo, Sánchez se ha convertido en un maestro: soluciones simples para problemas complejos. Aquí también hay riesgo de provocar efectos indeseados. Porque España ya no es la que reflejaba la inolvidable película de Marco Ferreri: ‘El Pisito’ en los años del subdesarrollo; y el drama que representaba lograr una vivienda. Han pasado sesenta años y ahora el problema es precisamente que hay construidas cientos de miles de viviendas y que un porcentaje alto están vacías o porque son la cartilla de ahorros de muchas familias o porque otros no pudieron afrontar las hipotecas firmadas antes de la crisis y al límite de sus posibilidades económicas. Pese a todo, según datos del Banco de España, el ochenta por ciento de las familias es propietario de su vivienda y hasta el cincuenta por ciento dispone de una segunda residencia. El sector de la vivienda en España es un negocio que mueve muchas empresas, muchos intereses, mucha economía de mercado, que resiste mal el intervencionismo estatal.

El PSOE ha decidido que las 50.000 viviendas adquiridas por el ‘banco malo’ de la Sareb son la solución. Pero esos cincuenta mil inmuebles entrando a saco en un mercado tan complejo como el español junto a una ley de vivienda con tope de alquileres y que ignora el fenómeno «ocupa» pueden ser una bomba de relojería en el sector. Sin hablar de la infinidad de conflictos de competencias con las comunidades autónomas o de que la calidad, cantidad, ubicación de las viviendas, puede generar más problemas que soluciones. Puede ser que como el 28 de mayo está al caer los efectos indeseados todavía no se perciban e, incluso, la izquierda gane voto juvenil con el reclamo de pisos para todos. Pero cuando lleguen las generales será otra cosa y quizás ya hayan aflorado los efectos indeseados. Entonces igual hay que volver a pedir perdón.