El PNV de Guipúzcoa instala un reloj en su web que va restando el tiempo hasta el referéndum. Insiste en marcar sus diferencias con Vizcaya, cuyo presidente, Iñigo Urkullu, elude referirse a la fecha del 25 de octubre de 2008 como la culminación de la iniciativa del lehendakari y opta por situar el horizonte político de su partido en el próximo mes de junio.
El Gipuzko Buru Batzar del PNV ha instalado en su página web -www.gipuzko.com – un reloj digital que marca el tiempo que resta para la celebración de la consulta popular anunciada por el lehendakari, Juan José Ibarretxe. Esta iniciativa, continuadora de la que personificó Joseba Egibar durante el pasado Alderdi Eguna -cuando lució en su pecho una pegatina que dejaba constancia de los 391 días que entonces faltaban para dar «la voz y la palabra al pueblo vasco»-, muestra con nitidez cuál es la determinación de una de las sensibilidades que conforman la formación nacionalista, la encabezada por el presidente guipuzcoano.
Y a la vez, aunque de forma implícita, deja al descubierto las, cuando menos, diferencias de matiz que éste mantiene con respecto a sus compañeros de partido en Vizcaya, cuyo presidente, Iñigo Urkullu, elude referirse a la fecha del 25 de octubre de 2008 como la culminación de la iniciativa del lehendakari y opta por situar el horizonte político de su partido en el próximo mes de junio, tras las elecciones generales y la investidura del nuevo presidente.
Pocos observadores son ajenos al entusiasmo con el que los alderdikides y burukides guipuzcoanos han acogido la iniciativa de Ibarretxe, en su vertiente más soberanista -la que invoca el ámbito vasco de decisión-, como también son muchos los que continúan percibiendo los rasgos del tradicional pragmatismo que ha caracterizado el funcionamiento del partido en Vizcaya.
Es significativo que Iñigo Urkullu, presidente del PNV en este territorio y previsible sucesor de Josu Jon Imaz, dedique todos sus esfuerzos dialécticos e intervenciones públicas a apurar las posibilidades de negociación con el Gobierno central; y es igual de destacable que ni siquiera sus compañeros de partido tengan clara cuál es la opinión «real» de Urkullu con respecto a la iniciativa del lehendakari.
En privado, varios representantes jeltzales en este territorio discrepan del órdago lanzado por Juan José Ibarretxe y opinan que, ante un hipotético veto del Estado a la consulta, el partido la frenará. Pero la percepción es diferente en el territorio vecino, donde todas las fuentes consultadas aseguran que la consulta se llevará a efecto, ocurra lo que ocurra.
Egibar, plenamente consciente de esas resistencias internas, lanzó su propuesta en favor de una coalición electoral para las próximas generales, que ha quedado aparcada hasta la constitución del nuevo Euzkadi Buru Batzar en diciembre. Las fuentes consultadas no dudan en interpretar que esta iniciativa -una suerte de acumulación de fuerzas nacionalistas en favor de la consulta – permitirá exhibir el grado de apoyo que la intención de Ibarretxe tiene en el seno de la futura dirección del partido, además de ser un test para evaluar el respaldo social.
La respuesta pública de Iñigo Urkullu a esta iniciativa -afirmó que la defensa de la consulta no era suficiente para plantear la coalición porque ésta debe sustanciarse en proyectos compartidos- provocó el primer enfrentamiento de peso entre ambos desde que decidieran sumar esfuerzos para sellar la paz interna. Sin embargo, no permitió resolver las dudas que Joseba Egibar mantiene sobre el grado de implicación efectiva de Urkullu en esta iniciativa, al menos desde su parámetro.
Pero las diferentes percepciones en torno a la consulta no sólo afectan al ámbito interno del PNV: en el seno del propio tripartito, los socios de Ibarretxe tampoco conocen de antemano su postura ante la previsible negativa del Estado a negociar la plasmación del «derecho a decidir» en el ordenamiento jurídico. Fuentes del Ejecutivo restan importancia a este hecho al reiterar que durante los próximos meses tratarán de cargarse de razones y apoyos a la propuesta, y que afinarán las líneas de actuación tras las generales.
EL MUNDO, 5/11/2007