Óscar Valero-El Confidencial
- La Francia Insumisa de Mélenchon obtuvo 7,7 millones de votos, aglutinando los apoyos de izquierda. Ahora busca la unión progresista, pero sus rivales no se dejarán fagocitar tan fácil
¿A quién pertenecen los 7,7 millones de votos a Jean-Luc Mélenchon? ¿Al propio Mélenchon? ¿A la izquierda en su conjunto por el sempiterno ‘voto útil’? Por banal que parezca ‘a priori’, la respuesta a esta pregunta condensa muy bien las disputas en las que se ha embarcado la izquierda desde el gran resultado de la Francia Insumisa el 10 de abril, cuando Jean-Luc Mélenchon casi consigue pasar a la segunda vuelta de las presidenciales. A quién votarán esos electores en la segunda vuelta es ya preocupación más bien de Macron y Le Pen. Sin perder de vista el peligro de la extrema derecha, la izquierda está en otra cosa, en plena preparación táctica de lo que se apoda en Francia ‘la tercera vuelta’ de las presidenciales: las legislativas.
Dado que nadie espera un resultado abrumador de la mayoría gubernamental macronista como en 2017, hay una oportunidad de poder contrapesar a un presidente de la República que los partidos de izquierdas ven al otro lado del espectro político. Los resultados de las presidenciales suelen ser distintos de las legislativas, donde hay más partidos, los candidatos son diversos y el líder nacional cuenta mucho menos. A todos se les reparten cartas nuevas.
Entre la izquierda se ha instalado la idea clara de que es necesaria una unión, una concertación, para hacerse con el mayor número de circunscripciones posible, recoger esos votos con el paraguas más amplio posible. Al fin y al cabo, estas uniones son habituales en la política francesa. Socialistas y comunistas se unieron en 1974 y 1981; socialistas, verdes y comunistas, en 1997. Todos saben que esos votos de Mélenchon son potencialmente de la izquierda, por lo que: unión sí, pero el cómo consumarla es una guerra de trincheras.
Francia Insumisa exige «vasallaje» a comunistas y verdes
Los ‘insumisos’ parten en posición de fuerza. Están henchidos tras su resultado histórico, y no quieren dejar pasar la oportunidad de llevar la batuta en el posible acuerdo. Aunque quizás estén apretando demasiado las tuercas. Han propuesto, vía postal, a verdes y comunistas (solamente) llevar a cabo un reparto de candidaturas “según los votos en las presidenciales”. Aquí el primer escollo.
Los comunistas, y especialmente los verdes, lo han tomado como una ofensa. La idea de que el ‘voto útil’ hacia Mélenchon se les ha escapado por ser el único que podía soñar con la segunda vuelta y que es la explicación de su pobre resultado es casi unánime en estos partidos. Los verdes emergieron con fuerza en las elecciones europeas de 2019 y las municipales de 2020, cuando tomaron las alcaldías de Marsella y Lyon, segunda y tercera ciudad más pobladas de Francia. Los comunistas, con gran implantación en la Francia ‘de provincias’, también creen que el voto útil les ha perjudicado. Tener en cuenta el resultado solo de las presidenciales y repartirse las candidaturas proporcionalmente significaría la irrelevancia y posiblemente no poder alcanzar representantes suficientes para acceder a la financiación pública o a grupo propio en la Asamblea.
Por si esto fuera poco, la presidenta del grupo ‘insumiso’ en la Asamblea, Mathilde Panot, exige a Yannick Jadot (verdes) y Fabien Roussel (comunistas) “rendir cuentas por los numerosos ataques contra Mélenchon” antes de abrir siquiera conversaciones. “No pedimos un ejercicio de flagelación pública”, afirmaba Panot, pero insistía en que tienen que dar “explicaciones”. Ambos líderes fueron muy duros en campaña contra Mélenchon por su postura con respecto a Putin y las autocracias izquierdistas, entre otros temas.
Aunque dentro de sus partidos asumen que quizá se excedieron con el líder ‘insumiso’, exigir disculpas les parece pasarse de la raya. Es poco probable que los líderes pidan perdón públicamente, porque, además, confían precisamente en que muchos de los votos a Mélenchon pueden ‘regresar’ en las legislativas, que se celebran en junio. Cargos de estos partidos recuerdan además que las divergencias con los ‘insumisos’ son grandes (por ejemplo, sobre a quién votar en la segunda vuelta, donde Mélenchon solo ha pedido no hacerlo por Le Pen) y que no desean integrarse en lo que Francia Insumisa llama Unión Popular, sino que quieren mantener sus siglas. La sensación es que Francia Insumisa quiere fagocitarles, y ellos no están listos.
El ‘vacío’ melenchonista a los socialistas
¿Y qué hay de los socialistas? Ni hablar con ellos. “El rechazo es definitivo”, decía Panot en esa misma entrevista. Los ‘insumisos’ ni han enviado una carta para abrir negociaciones con los socialistas, que cosecharon el peor resultado de su historia. El batacazo ha sido estrepitoso, y la izquierda tradicional ha pasado del Elíseo a la irrelevancia en apenas cinco años, pero su implantación local —tampoco hay que olvidar su buen resultado en las regionales de 2021— es muy fuerte, empezando porque ostentan la alcaldía de la capital, París, en manos de su derrotada candidata a la presidencia, Anne Hidalgo. Eso y los años de historia a sus espaldas pesan para no dejarse avasallar por los de Mélenchon.
Las divisiones internas parecen haberse calmado brevemente porque «la arrogancia» de los ‘insumisos’ ha generado cierta unanimidad. Será efímero. Olivier Faure, secretario general de los socialistas, dijo en una entrevista que “hay que estar por encima de los rencores que existen” y llamaba a la “unión”. La respuesta, el portazo sonoro de la Francia Insumisa. Faure, dicen algunos socialistas tras la categórica respuesta, “vive en el mundo de la piruleta”.
El Partido Socialista francés está probando su propia medicina. Cuando los socialistas eran la fuerza dominante de la izquierda, evitaron cualquier unión con la Francia Insumisa mientras pudieron. Es un duelo de arrogancias, porque desde la bancada socialista se ven con fuerza para disputarle muchas plazas: “Cuidado, no hay un Jean-Luc Mélenchon por cada circunscripción, pueden desilusionarse pronto”, dijo una socialista al diario ‘Libération’.
Socialistas que abandonan el barco
No terminan ahí los problemas para los socialistas. Muchos han visto con recelo la concertación con Mélenchon y prefieren acercarse a la mayoría de Macron. Y cada vez son más los cuadros socialistas que ven borroso el futuro del partido. Algunos dicen que la única manera de salvar la socialdemocracia es acercarse al presidente-candidato. En las municipales, la alianza con los verdes funcionó, pero en las legislativas, donde realmente se va a decidir quién encarna la izquierda moderada en Francia, podrían quedar por debajo de los 15 representantes necesarios para tener grupo, sobre todo si al final naufraga la unión a la izquierda.
¿Es Macron —exministro socialista con François Hollande— la salvación? Un nuevo partido llamado Federación Progresista, impulsado por el alcalde de Dijon, François Rebsamen, con pedigrí ‘hollandista’, piensa que sí. “Progresistas macronistas”, que apoyarán al presidente —en caso de que sea reelegido, claro—, pero “con voz propia”. Parecen muchos oxímoron, pero ya varios altos cargos del último presidente socialista, incluidos exministros, se han sumado al proyecto de manera más o menos oficial.
“Han olido el plato de lentejas”, “son socialistas de mentira”… en palabras del líder del PS en el Senado, Patrick Kanner. A ninguno de los fieles al partido de la rosa le ha gustado esta huida en uno de los momentos más débiles, bajo amenaza de desaparición. “Cuando apoyas a Macron, ya no eres de izquierdas”, resume Kanner. Una opinión que pueden compartir los socialistas y los ‘insumisos’. Pero apenas quedan tres meses para las legislativas y los despechos históricos parecen pesar más que imponerle una agenda progresista a Macron.