J. M. Zuloaga, LA RAZÓN, 5/9/12
Jesús Eguiguren, el presidente de los socialistas vascos, anunció ayer que deja la política. Según dice, está «agotado y débil en el terreno espiritual».
Hay hombres que son esclavos de su obsesión, sobre todo si la han escrito en libros o ensayos, que pretenden convertirlos en parte de la historial real y, la teoría contenida en ellos, en noticia de primera página. Es el caso de Eguiguren, un guipuzcoano vascoparlante que nació en un caserío de Aizarna, en junio de 1954. Se trata de un personaje que se ha hecho a sí mismo con gran esfuerzo, posee inteligencia natural y un cierto instinto político que, sin embargo, le ha jugado malas pasadas en bastantes ocasiones. Tiene algo (sin ánimo de menospreciarle) de fanático y, por eso, no ha sabido reconocer a los de su misma especie, cuando estaba sentado con ellos.
De su biografía se pueden recordar muchas cosas, pero lo realmente interesante, a lo que ha dedicado las tres últimas décadas, es su obsesión por buscar una «solución negociada» al terrorismo de ETA. Ahora, cuando podía disfrutar de la «explotación» del éxito», se va. Esboza una serie de razones, que llaman a la reflexión, porque no se terminan de entender y parecen ocultar algo, lo que no es extraño en este peculiar personaje: agotamiento, debilidad. No parecen las palabras de un ganador, sino las de un perdedor. Ocurre que los hombres que luchan por hacer su teoría realidad, cuando creen haberlo logrado, se encuentran que lo que tienen delante no se parece en absoluto a lo que habían soñado. Y esto es lo que le habría sucedido a Eguiguren, que prefiere hacer un mutis por el foro, no sin antes soltar una advertencia: «Puede ocurrir que muchos piensen que ETA dio un paso y los demás no hicieron nada. Y eso sería un desastre. A veces me da esa sensación: que España se había acostumbrado al terrorismo y que era un elemento cohesionador de España. No se ha hecho gran cosa en este año».
Es decir, se va a sabiendas de que el trabajo no está hecho: ETA no ha desaparecido y mantiene latente la amenaza, con armas y explosivos en su poder; y el brazo político de la banda, gracias a las gestiones que su partido y los nacionalistas realizaron durante la anterior legislatura, ha vuelto a las instituciones, lo que, casi con toda seguridad, dejará a su compañero y amigo Patxi López sin la presidencia del Gobierno vasco (salvo pactos suicidas, que supondrían el derrumbe del PSOE a nivel nacional). ¡Vaya balance!.
Cuando uno se va, o huye, puede disfrazar el asunto como quiera, pero la realidad es la que, al final, nos retrata en la Historia.
J. M. Zuloaga, LA RAZÓN, 5/9/12