Kepa Aulestia-El Correo
El único grupo o formación parlamentaria que el jueves votó a favor de la investidura de Pedro Sánchez sin pedir nada a cambio es el que, en cuanto a sus orígenes, se sitúa más en el extremo de la llamada ‘mayoría progresista’, EH Bildu. Pero a nadie le ha extrañado su generosidad. Podía, por ejemplo, haber esperado a que se sustanciaran los acuerdos del PSOE con ERC y con Junts, incluso con el PNV, para a continuación subir un escalón siquiera testimonial de exigencia soberanista. La izquierda abertzale podía haber reclamado un verificador también para Euskal Herria. Añadiendo además demandas de corte social que no se le hubiesen ocurrido ni a Sumar ni a Podemos.
Si no lo hizo fue, en primer lugar, porque le urge blanquearse. Que los demás dejen de mentar a ETA cada vez que se refieren a la izquierda abertzale. Aunque la izquierda abertzale preserve la exclusiva de gloriar ese pasado. Y para eso no hay mejor atajo que entregarse a Sánchez. El segundo motivo de esa entrega es que una negociación planteada sobre aspectos programáticos tangibles como ‘política de Estado’ obligaría a EH Bildu a desnudarse aún más. Por ejemplo, haciendo suyo el artículo 92 de la Constitución, como han simulado los de Puigdemont. Lo que metería en un lío a la izquierda abertzale. El tercer motivo es que cualquier concesión material por parte de Sánchez a EH Bildu sería un logro más para las instituciones gobernadas por el PNV.
Mertxe Aizpurua aseguró que lo que movía a su grupo era «frenar al fascismo». En realidad a EH Bildu le conviene limitarse a un mensaje evasivo. Arnaldo Otegi insiste en que se trata de un «momento histórico». Pero no acaba de explicar en qué consiste la novedad, más allá de que el segundo partido de España necesita del concurso de todos los escaños independentistas. Cuando el independentismo no ha crecido ni en Euskadi, ni en Cataluña, ni en Galicia. Sino todo lo contrario. A no ser que se refiera a que, fruto de la necesidad, es el PSOE el que ha cambiado. España no es hoy más diversa y plurinacional que hace uno, cinco o diez años. Ni los ciudadanos de nuestra comunidad se muestran más reivindicativos al respecto. A no ser que la izquierda abertzale se refiera únicamente a la verosimilitud de que logre superar al PNV en votos y escaños en las autonómicas de 2024. Tanto esa posibilidad como la eventual metamorfosis de un socialismo jacobino hacia su interior pero magnánimo hacia los independentistas bien podrían considerarse históricos. Solo que tal concepto debería ofrecer visos de irreversibilidad para ser empleado con propiedad. Hoy los dirigentes de EH Bildu encabezarán una manifestación en Bilbao, con el lema ‘Nazioa gara’, convocada en solitario. Desfilará la nación de EH Bildu, ninguna otra. El jueves se conformaron con que Pedro Sánchez prometiera «un debate sobre el modelo territorial» a cambio de su investidura. Pero ni siquiera están seguros de que un referéndum lleve a la independencia. Hoy no se atreverían a preguntar entre autogobierno en España o república propia para Euskadi.