EL CORREO 25/01/15
· Alentará una vía «desobediente» hacia la independencia apoyada en Udalbiltza, las mayorías nacionalistas y el ejercicio cotidiano del derecho a decidir
La izquierda abertzale tiene oficialmente desde ayer una ‘hoja de ruta’ hacia la independencia que no concreta, de momento, las metas volantes del recorrido, pero sí la metodología y los procedimientos para «construir paso a paso» un nuevo Estado vasco «en Europa» a partir de un «proceso constituyente» con el derecho a decidir como «piedra angular» y el «protagonismo» depositado en la sociedad y no en los partidos.
El basamento primordial de la propuesta, que llega dos días después de la oferta de pacto con Madrid del lehendakari Urkullu, es la «unilateralidad» del proceso y la «confrontación» e «insubordinación democrática», incluso la «desobediencia». Son las herramientas para avanzar hacia la soberanía vasca pese a «las pesadas cadenas impuestas por arrogantes Estados presos del miedo a la libertad y carcomidos por la corrupción». «Dado el carácter autoritario de los Estados español y francés y su reiterada negativa a habilitar cauces democráticos, apostamos por una vía unilateral y desobediente hacia la independencia», solemnizó el presidente de Sortu, Hasier Arraiz.
Frente a cuatrocientos militantes de los cuatro partidos que componen EH Bildu y todos sus ‘primeros espadas’ en el recinto ferial Ficoba de Irún, la coalición abertzale y su homóloga vascofrancesa (EH Bai) desgranaron el camino que han trazado hacia la independencia. Lo hicieron en un acto sobrio, aunque amable en las formas, de apenas una hora. «No es momento de jugar a pequeña. ¡Los pies en el suelo y la cabeza en las nubes!», arengó el líder de la izquierda abertzale. Con el folleto impreso de la propuesta, titulado ‘La hora de la voluntad popular’ en alto y ovacionado por los asistentes, Arraiz contrapuso la «legitimidad democrática» que, a su juicio, otorgará el ejercicio cotidiano del «poder popular» a quienes esgrimen el «imperio de la ley» como único argumento.
Ése es el fundamento teórico, poco alambicado, de una propuesta que bebe de las experiencias escocesa y, sobre todo, catalana, aunque sus promotores defiendan a capa y espada la especificidad y los matices propios de la ‘vía vasca’. De hecho, el nuevo tono de la izquierda abertzale quedó patente en su insistencia en que la propuesta no es solo «para abertzales» sino que está abierta a la participación de «todos» los vascos porque creen, a diferencia de los Estados, en la importancia de «posibilitar la defensa de todos los proyectos políticos». Eso sí, no hubo ni una sola palabra de autocrítica sobre su pasado.
La iniciativa pretende, además, presionar e interpelar a un PNV que apuesta por un acuerdo previo en el Parlamento vasco que sea después elevado a la categoría de Concierto Político en una ley estatal, pero que no tiene ninguna prisa en socializar. De hecho, no lo hará hasta después de las elecciones generales, a finales de este año o principios de 2016. Ahí encaja el llamamiento que hizo ayer Arraiz para contraer «compromisos claros» que cristalicen en gobiernos «municipales, forales y autonómicos» constituidos por las fuerzas políticas partidarias del derecho a decidir. Un guiño al PNV que tanto los jeltzales como Sortu saben que caerá en saco roto porque la inviabilidad de la unidad de acción nacionalista a medio plazo es, posiblemente, la principal diferencia entre el escenario catalán y el vasco.
Aunque la izquierda abertzale deja claro que la Constitución española les resulta «totalmente ajena», también reconoce que los tambores de reforma que suenan en Madrid y el posible relevo en La Moncloa sirven de caldo de cultivo a su propuesta y podrían propiciar un «pacto» vasco para reclamar «de forma unitaria» al Estado que reconozca «a Euskal Herria como nación». De nuevo, una apelación en el vacío porque, a renglón seguido reconoce que el acuerdo es imposible y que, de producirse, sería gracias a los avances conquistados por las «mayorías sociales y políticas» vascas. «Pensar y caminar sin pedir permiso supone, en sí mismo, alcanzar soberanía progresivamente», dice el texto.
La principal novedad de la propuesta radica en la manera de abordar la cuestión de la territorialidad. La «creencia arraigada en muchos de nosotros» de que para poder decidir «había que deshacer, necesariamente, los nudos de la territorialidad y la constitución del sujeto político» ha dejado paso, subraya el documento de quince páginas, a la convicción de que el ejercicio cotidiano del derecho a decidir, a través de «iniciativas populares» y de «acumulación de fuerzas» aún no explicitadas, se convertirá en la «herramienta y eje» para definir el «sujeto político» vasco. Es más, la izquierda abertzale se aleja del tótem de la consulta «mágica» y sugiere que el proceso será «dinámico y gradual», una «cadena de decisiones» que se tomarán, al margen de su legalidad, si están avaladas por una mayoría.
Tres velocidades
En la práctica, eso significa que la izquierda abertzale asume que el proceso deberá tener «ritmos y velocidades» diferentes en Euskadi, Navarra e Iparralde e incluso «consultas y preguntas adaptadas» en cada caso. Para el País vascofrancés, de momento, se busca su «institucionalización» como colectividad territorial; para Navarra materializar el «cambio político» y relevar a UPN y es en Euskadi donde el ‘laboratorio’ soberanista llegaría hasta sus últimas consecuencias.
«Ni vetos ni techos competenciales impuestos por el Estado español», arengó Arraiz, que dejó claro que la conformación de un nuevo «marco jurídico» para la Comunidad Autónoma Vasca no puede tener más límite que la «decisión democrática» de sus ciudadanos. Eso implicaría, reactivar la asociación de municipios vascos (Udalbiltza) como ‘facilitadora’ del proceso y «transformar las instituciones autonómicas, municipales y forales –actualmente «al servicio de la subordinación»– en herramientas de «insubordinación democrática». Ésa, la de pasar a la estrategia de hechos consumados, sería la segunda fase del proceso, que EH Bildu denomina de «autoorganización». La primera sería la de «autoafirmación», que pasaría por asumir que queremos «decidir aquí y decidirlo todo». La tercera y última, aunque admiten que el camino será largo, sería directamente la autodeterminación.