EL MUNDO 08/11/13
«Sería hipócrita pedir perdón a las de AVT o Covite».
Óscar Abad Palacios, miembro de ETA no arrepentido, tiene delante el micrófono de EiTB. Después de defender que hay «víctimas en todos los lados» (él ha sufrido una «tortura blanca» en la cárcel y ha sentido mucho «dolor» por su familia, obligada a desplazarse «a 1.000 kilómetros» de su casa), el periodista le pregunta:
– ¿A todas las víctimas debería pedirles disculpas quien deba hacerlo?
– Una cosa es el reconocimiento y el respeto, y otra la hipocresía y el cinismo. Yo no me veo presentándome ante la Pedraz [sic] o… no quiero personalizar… ante una de éstas que están en la AVT o en Covite, que buscan otra cosa más que respeto y reconocimiento, y pedirles disculpas. Porque no. Porque sería un acto de hipocresía.
Abad fue excarcelado en 2012, a los 41 años. Afectado por la doctrina Parot, la Audiencia Nacional lo dejó libre al entender que se le aplicó indebidamente el Código Penal de 1973 cuando le era más beneficioso el del 95. Entró en prisión con 20 años, tras ser detenido en 1991, herido por la explosión de un artefacto que estaba colocando en el vehículo de un guardia civil en Bilbao y que causó la muerte de otro etarra. También fue condenado por intentar asesinar a un policía en el pueblo donde vivían víctima y asesino, Basauri (Vizcaya). La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha pedido que se reabra el caso de un asesinato en el que habría participado, el del policía Ignacio Pérez Álvarez, en 1990.
El etarra dio su opinión en la radiotelevisión pública vasca este miércoles. La noticia del día era la caída de Fagor y sus importantes efectos económicos y sociales. Radio Euskadi centró su espacio de análisis nocturno en otros efectos, los del fin de la doctrina Parot. La izquierda abertzale lo aplaudió en Twitter.
Conversan primero dos familiares de presos de ETA y miembros de Etxerat, Nagore López de Luzuriaga y Jone Artola, txupinera en las últimas fiestas de Bilbao, que relatan las repetidas «conculcaciones de derechos humanos» a las que les ha sometido el Gobierno central.
El periodista apunta que, aunque los derechos humanos de los presos hayan sido violados, estos están entre rejas porque cometieron «delitos». «Cada uno tiene su forma de verlo», contesta la primera. Sus tíos –los etarras Gotzone López de Luzuriaga e Iñaki Fernández de Larrinoa– son «grandísimas personas que jamás buscaron el beneficio personal», sino el «colectivo», al margen de que «cada uno puede entender o no ciertos medios de lucha». El entrevistador se dirige a Artola: «Tiene que ser duro saber: ‘Mi hermano ha hecho esto’». «Mmh», responde ella. Le pregunta si alguna vez se ha planteado qué habría pasado si hace 30 años hubiera aconsejado a su hermano Joseba que no fuera «por esa línea». «Pues yo creo que no […] Es que, si haces ese recorrido y ves a personas condenadas a cientos de años de cárcel, con qué juicios, con qué garantías…».
Llega Óscar Abad. Resume sus 21 años interno como un «estrés» constante, por él y por sus familiares (han tenido que viajar lejos y han sufrido accidentes de tráfico; han padecido la «kale borroka» en su casa por parte de policías nacionales…).
¿Qué opina de la reinserción? «Es complicado. Porque yo no estaba fuera de la sociedad. A mí los que me sacan son la Policía y los que me llevan a 1.000 kilómetros de mi casa es el Estado español. Yo estaba totalmente integrado en la sociedad. No comprendo que me tenga que reinsertar en ningún lado».
¿Alguna vez se preguntó dónde había metido a su familia? «No de esa manera». ¿Por qué se metió en ETA? «Por compromiso político. La Euskadi en la que vivía [años 90] me parecía que necesitaba una respuesta, que había derechos que se conculcaban a nivel individual y colectivo como pueblo y que la manera de responder era por medio de la violencia política». ¿Hoy mantiene esa percepción? «Sí, sí, sí». ¿Fue un acierto? «Las decisiones son las que te definen como persona».
Abad aconseja hacer caso omiso de «la prensa estatal», que sólo busca desacreditar «a los que más implicados están en esta pelea». «O estábamos», matiza. Y viene a concluir que «la convivencia» en el Euskadi sólo vendrá de la mano de la independencia.
EL MUNDO 08/11/13