JON JUARISTI-ABC
- La promesa que hizo Sánchez de tomar siempre ejemplo del PNV se ha incumplido en lo fundamental
En los años sesenta del siglo pasado, los progres norteamericanos, blancos de clase media en su mayoría, se opusieron al movimiento por los derechos civiles que dirigía Martin Luther King por considerarlo fácilmente asimilable por el sistema capitalista. Así pues, se aliaron con una banda de afro-gángsteres que se hacían llamar Black Panthers (‘Panteras Negras’). Gracias a los progres blancuzcos, los Panthers expulsaron de los distritos negros a los partidarios de Luther King, una población numerosa de pequeños comerciantes, empleados públicos y obreros, y convirtieron sus barriadas en guetos miserables. Lo que queda de aquella izquierda blanca de los campus sigue culpando al sistema de la catástrofe que ellos y sus protegidos provocaron.
La extrema izquierda ha sido siempre un hatajo de delincuentes: chorizos, asesinos y, como mínimo, extorsionadores. Alfonso Guerra acertó en su día al afirmar que, de todo lo que quedaba en España a la izquierda de su partido, debería ocuparse la Guardia Civil. A buena hora iban a formar felipistas o guerristas coaliciones de gobierno con leninistas, anarquistas y demás morralla, tan matones como los Black Panthers pero más atarantados, porque el franquismo los había mantenido a raya.
Entonces, ¿cuándo se jodió el Perú, Zabalita?
Al final de la tarde de la moción de censura contra el Gobierno de Rajoy, una vez obtenido para su causa el voto del PNV, Sánchez agradeció a Aitor Esteban el gesto. Elogió la habilidad con la que el PNV había gestionado la fragmentación política de Euskadi y prometió tomarlo como modelo y guía en su ya inminente condición presidencial. Muchos entendimos que Sánchez se refería a seguir el ejemplo del PNV en lo de incumplir compromisos, como este lo acababa de hacer con Rajoy. Pero Sánchez estaba más dotado por naturaleza para las puñaladas traperas que el propio Aitor. No necesitaba maestros, ni vascos ni florentinos.
Sin embargo, es lástima que no aprendiera otra cosa. Jamás de los jamases se planteó el PNV dar cabida a la izquierda abertzale en gobiernos por él presididos. Pudo coaligarse con el partido de Garaicoechea, con el Partido Socialista de Euskadi e incluso con la moribunda Euskadiko Ezkerra. Más aún, llegó a nombrar consejero a un pupas de Ezker Batua (Izquierda Unida), por aquello de «me casé con un enano/ pa jartarme de reír», pero nunca dejaron pasar al dormitorio a los etarras ni a sus marcas blancas. Podrían pactar con ellos el aislamiento de los partidos ‘nacionales’, pero ¿compartir gobierno con Otegui? ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Sánchez hizo, como es sabido, todo lo contrario. Se encamó con un personal menos honorable incluso que Otegui y los suyos, que ya es decir. Lo hemos pagado muy caro todos. Pero, a lo mejor, de esta, el PSOE desaparece (no hay mal que por bien, etcétera). Roguemos al Señor.