ANÁLISIS ALBERTO AYALA-El Correo

El preámbulo de nuevo Estatuto del PNV es una propuesta abertzale legítima, pero inasumible por los no nacionalistas

El PNV ha decidido comenzar la partida final para explorar si es o no posible dotar a Euskadi de un nuevo Estatuto que sustituya al de Gernika con un órdago político.

Los jeltzales han puesto sobre la mesa nueve conceptos que, entienden, deben conformar el preámbulo del nuevo estatus. La parte no dispositiva del futuro estatuto en la que, por ejemplo, Cataluña aprovechó para definirse como ‘nación’.

Los otros cuatro partidos que toman asiento en la ponencia (grupo de trabajo) del Parlamento vasco que en las próximas semanas intentará consensuar unas bases que sirvan para la redacción de un anteproyecto de Estatuto –EH Bildu, Elkarrekin Podemos, PSE y PP– deben valorar ahora el borrador peneuvista.

Aún así, no creo que constituya un ejercicio de riesgo vaticinar que el planteamiento del partido de Ortuzar, absolutamente legítimo, resultará inasumible para cualquiera que no sea nacionalista. Posiblemente incluido Podemos, por más que los morados sí acepten el derecho a decidir y su ejercicio.

Aunque llevamos seis años de tanteo, la partida del nuevo estatus acaba de comenzar. Nada puede darse por definitivo. Tampoco, por supuesto, que ésta sea la propuesta final de preámbulo del PNV.

Ortuzar, Urkullu y demás burukides son del todo conscientes de que si su partido es el líder y gobierna la comunidad autónoma vasca, con el comodísimo respaldo del PSE, es porque sabe captar a votantes independentistas y autonomistas, de centro derecha y de centro izquierda, a empresarios y trabajadores.

¿El pacto presupuestario que los peneuvistas cerraron hace unos días con Rajoy –con la oposición de Egibar y el sector más independentista del partido por no haberse levantado todavía la suspensión de la autonomía catalana– les ha aconsejado subir el diapasón abertzale para mantener a raya a EH Bildu, y de ahí el ejercicio de nacionalismo puro y duro que destila el borrador? Puede que sea una de las razones que han movido a Sabin Etxea a poner este texto sobre la mesa. Amén de reflejar su credo político.

Un borrador en el que se ignora la legalidad vigente y con el que, en virtud de unos derechos históricos que se estiran como el chicle, se pretende que España acepte el derecho a decidir del pueblo vasco. En el que se demanda la instauración de un modelo confederal que reconozca a España y a Euskadi en pie de igualdad. Algo jamás visto en ningún país del mundo con una historia como la nuestra.

Una propuesta en la que, desconociendo la realidad que elección tras elección dibujan las urnas, se sostiene nada menos que navarros y vascofranceses comparten con los habitantes de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa el sentido de pertenencia a una misma comunidad política.

Un documento en el que, en el mejor estilo Jonan Fernández e incluso de la propia izquierda abertzale, se mantiene que la sociedad vasca ha sufrido cuatro experiencias traumáticas de violencia en el último siglo que enumera sin matiz alguno: la Guerra Civil, el franquismo, el terrorismo de ETA y los contraterrorismos ‘ilícitos’. Como si otros españoles no hubieran padecido lo mismo.

La discusión sobre el nuevo estatus se escora hacia el desencuentro del PNV con el PSE y puede que con Podemos. El texto, que gustará a EH Bildu, pasaría el filtro del Parlamento vasco, pero jamás el del Congreso.