Se ha impuesto el cálculo electoral. Ningún partido busca ya una salida más certera a la crisis. Así, nadie podría reprochar a Zapatero que administre los tiempos en función, también, de sus intereses electorales. Sólo cabe esperar que la desesperación no le lleve a intentar la reedición de un ‘proceso de paz’ con ETA. Es lo que esperan los últimos reductos de la banda.
La votación del decreto-ley de medidas de reajuste en el Congreso dio paso a una imagen insólita. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero y los demás miembros del Gobierno quedaron petrificados tras el recuento, incapaces de dar muestras de alegría, y sin ánimo para ofrecer un gesto de alivio. Habían salvado la papeleta, pero parecían vivirlo como una auténtica derrota, infligida sobre todo por la agenda que les marcó Durán i Lleida: hacer los deberes de urgencia y convocar elecciones el año próximo. Algo que disparó tanto los comentarios sobre una legislatura agotada como los anuncios del ineludible paso de los socialistas a la oposición. Pero ambas conclusiones pueden ser precipitadas.
El portavoz convergente trazó una secuencia que casualmente coincide con el calendario que mejor le iría a CiU. Aunque, siguiendo su propia lógica, la legislatura bien podría acabarse en mes y medio, después de tramitar rápidamente la reforma del mercado de trabajo. ¿Para qué necesitaría Rodríguez Zapatero prolongar el agónico final descrito por Durán si Mas ya se ha mostrado esquivo a acordar los Presupuestos para 2011?
Claro que una disolución tan anticipada de las Cortes distorsionaría el cálculo de los convergentes en un terreno en el que el orden de los factores importa y mucho. Por eso CiU ha tenido el desparpajo de pedir elecciones para el próximo año. Si Zapatero se viese obligado o, sencillamente, tentado a convocar los comicios generales antes de que Montilla disuelva el Parlamento catalán, las previsiones electorales podrían trastocarse para Artur Mas.
En el caso de que el PSOE volviera a ganar, incrementaría las posibilidades del PSC de cara a las autonómicas. Y en el caso de que el vencedor fuese el PP, resucitaría de tal modo el fantasma de su entendimiento con CiU que activaría el voto a favor de las siglas del tripartito.
Más allá del interesado juego que se trajo Durán i Lleida el pasado jueves, Rodríguez Zapatero bien podría apurar los cuatro años de legislatura. Es lógico pensar que el PP no se oponga a la reforma laboral, salga ésta de un acuerdo entre patronal y sindicatos o, en su defecto, se vea obligado el Gobierno a tomar la iniciativa legislativa. De manera que si al final los sindicatos optasen por la huelga general, ésta iría contra la posición de las dos formaciones llamadas a alternarse en el Gobierno.
Por otra parte, fijado en el Consejo de Ministros de ayer el techo del gasto para 2011 en un 7,7 % menos que el del presente ejercicio, tampoco es fácil que su cuantía sea discutida. Pero si el cálculo político de los demás grupos impidiese tramitar unos nuevos presupuestos para el próximo año, no sería una desvergüenza para el Ejecutivo prorrogar los vigentes. Resulta sencillo, y políticamente menos oneroso, optar por la prórroga de unas cuentas públicas necesariamente a la baja. A no ser que para antes de que finalice el año haya amainado la tempestad financiera y Europa recobre la tranquilidad. Un supuesto incierto que, de cumplirse, podría también dar alas a Rodríguez Zapatero para continuar hasta 2012 ante la previsible exasperación de todos los populares menos Mariano Rajoy.
Se ha impuesto el cálculo electoral, ya no hay otro. Ningún partido se devana los sesos a la búsqueda de una salida más certera a la situación económica. De manera que, si no incurre en alguna extravagancia, no se vuelve a enredar con sus propios aparejos y además obtiene algún resultado positivo, nadie podría reprochar a Rodríguez Zapatero que administre los tiempos en función, también, de los intereses electorales socialistas.
Es en este punto donde, por primera vez desde que llegó a La Moncloa en 2004, va a tener que conciliar su personalísimo modo de ejercer el mando con el parecer de las federaciones territoriales del PSOE. Teniendo en cuenta la inamovible fecha de los comicios locales y autonómicos de la primavera de 2011, a ninguna de ellas le interesa que el Gobierno disuelva las Cortes con anterioridad a esa cita. A no ser que la situación se vuelva irrespirable porque todo el arco parlamentario y la opinión publicada entonen insistentemente y a coro la exigencia de adelanto electoral. En cualquier caso, sólo el Partido Popular estaría interesado en que coincidieran ambas convocatorias.
Es muy probable que los socialistas hayan pasado de realizar cálculos para ganar a estudiar el modo de perder lo menos posible. Esta última sería la actitud de muchos de sus líderes territoriales. Pero también para ello tendría que darse una condición: que Rodríguez Zapatero sea capaz de controlar la situación y esté dispuesto a actuar al servicio de una compleja síntesis de intereses en el seno del socialismo.
Porque todo cálculo se iría al traste si el presidente continúa adoptando sus decisiones como hasta ahora, después de que su infalibilidad política haya quedado tan maltrecha a los ojos de los propios socialistas. En ese caso sólo cabría esperar que no se le ocurra tentar la suerte con la reedición de un sucedáneo de proceso de paz con ETA como baza desesperada. Especialmente porque los últimos reductos de la banda esperan que, empujado por la necesidad, caiga en esa tentación.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 29/5/2010