José Antonio Zarzalejos-EL CONFIDENCIAL
Las teorías conspirativas sobre los atentados de Barcelona sirven para transfundir nuevas dosis de animadversión contra el Estado y recuperar la decaída propaganda soberanista
Dos años después de los trágicos atentados en Barcelona y Cambrils, perpetrados por terroristas yihadistas, con un saldo de 16 asesinados, centenares de heridos y ocho de los criminales abatidos por los Mossos d’Escuadra, un sector muy amplio del independentismo catalán ha recurrido a las teorías conspirativas para transfundir nuevas dosis de animadversión contra el Estado y recuperar la eficacia perdida de sus técnicas de agitación y propaganda.
Aprovechando una irresponsabilidad mediática que atribuía una perversa relación entre el CNI y el imán de Ripoll, Es-Satty, jefe de la célula terrorista, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, denunció que estábamos ante «un escándalo gravísimo» y pedía cuentas al Gobierno.
Este viernes, el que durante aquellos días trágicos fuera consejero de Interior catalán, Joaquim Forn, afirmó en un periódico catalán que esa supuesta vinculación entre el imán de Ripoll y el CNI se sume en el «oscurantismo» y «no se puede quedar en el cajón»; y este sábado está prevista una concentración de los CDR (la expresión vandálica del separatismo catalán) en la Sagrada Familia (Barcelona) bajo la consigna de «exigim explicacions«. A lo largo de la jornada se producirán invectivas de los dirigentes más radicales para tratar de que cuaje la percepción de que aquellos terribles crímenes fueron alentados por los servicios de inteligencia españoles para frustrar el ‘procés’.
El que fuera consejero de Interior afirmó en un medio catalán que la supuesta vinculación entre el imán y el CNI «no se puede quedar en un cajón»
El recurso a la «conspiranoia» es un síntoma de frustración política, como bien se pudo comprobar con la que padeció largo tiempo un amplio sector del PP a propósito de la autoría de los atentados del 11-M de 2004. Ocurre que el separatismo catalán se encuentra a un paso de la desbandada, enfrentados los partidos de ese credo en peleas inacabables, inicialmente deslegitimadas las entidades soberanistas (en particular la ANC a la que se ha calificado de «contrapoder» por relevantes figuras del republicanismo como Joan Tardá), y encarado el conjunto del secesionismo a un panorama en nada prometedor para sus propósitos.
En este contexto, las teorías de la conspiración, aunque constituyan un fracaso de la racionalidad, resultan especialmente útiles para galvanizar voluntades y, sobre todo, henchir de energía indignada manifestaciones emocionales de odio a España y al Estado que no solo «robaría» a Cataluña, sino que también habría propiciado atentados terroristas instrumentales para hacer fracasar la consecución de la independencia. Curiosamente, con esta «conspiranoia», los separatistas diluyen lo que hace dos años se consideró una gestión rápida y eficaz de la crisis por la Generalitat y un éxito policial que devolvió a los Mossos d’Escuadra la reputación que como policía integral tenía perdida.
Se revalida así, por una parte, la recurrente torpeza política de los dirigentes soberanistas y, por otra, la facilidad con la que en Cataluña se produce un designio autodestructivo que lleva a parte de su sociedad a celebrar más los fracasos históricos que sus indudables logros. Y no solo eso: las teorías conspirativas persiguen el olvido de la gran estrella de aquellos terribles días y hoy considerado «traidor»: Josep Lluìs Trapero, responsable operativo de los Mossos y en la actualidad procesado por rebelión junto con los más altos responsables del cuerpo, incluido el consejero de Interior, encarcelado preventivamente.
El juicio en el otoño próximo de otros terroristas presuntamente implicados en esos atentados preocupa también a muchos dirigentes independentistas. Porque la investigación de los Mossos, previa a los crímenes, se va a abrir en canal, se va a poner encima de la mesa la corrección de los mecanismos de coordinación con las Fuerzas y Cuerpos del Estado, se abordará lo que valientemente denunció ‘El Periódico’ y su entonces director, Enric Hernández, esto es, la advertencia desatendida de la inteligencia norteamericana sobre la verosimilitud de que aquel ataque terrorista se produjera precisamente en Las Ramblas y otras cuestiones de distinta índole pero todas ellas de carácter crítico.
La repercusión de la «conspiranoia» tratará de ocultar la responsabilidad combinada de consistorio y los Mossos en la «crisis de seguridad» de Barcelona
Sobre la teoría de la conspiración, el trabajo de los periodistas Manel Pérez y Carlota Guindal en ‘La Vanguardia’, ha sido definitivo. La conclusión, tras varias rigurosísimas entregas informativas, es que «las informaciones sobre los atentados del 17-A en Barcelona y Cambrils que apuntan a la existencia de connivencia entre los servicios de inteligencia y los terroristas, se basan en especulaciones de un informe fantasma». Este esfuerzo profesional por combatir el ‘fake’ de un medio irresponsable, rentabilizado arteramente por el independentismo, es muy de agradecer, pero apunta a una perversión ética de dimensiones formidables: la ausencia de límites por parte de los separatistas en su insomne batalla por deslegitimar a un Estado que, definitivamente, se ha impuesto con la legalidad democrática en la mano.
Por si fuera poco, la repercusión que alcance este sábado la «conspiranoia» secesionista, tratará de ocultar la responsabilidad combinada del ayuntamiento de Barcelona y de los Mossos d’Escuadra en la que se ha calificado por Jaime Collboni (PSC) como «crisis de seguridad» en la capital de Cataluña. A día de ayer sumaban ya ocho los homicidios cometidos en Barcelona en lo que va de verano. En la ciudad hay zonas altamente inseguras, escenarios de una amplia panoplia de delitos impunes. Es solo el reflejo de un consistorio anterior incompetente (y demagógico) y de una Generalitat —Gobierno y Parlamento— en estado de parálisis y dispuesta a someter las instituciones a las consignas subversivas, que incluyen también las más zafias teorías conspirativas.