EL COFIDENCIAL 26/03/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· La posición de Podemos ante la fiesta mayor del nacionalismo vasco es un motivo adicional de reflexión sobre la inconveniencia de que el PSOE y Sánchez transijan con Iglesias
Desde 1932, todos los domingos de Resurrección, primero el PNV y, luego, las llamadas fuerzas abertzales, celebran el Aberri Eguna, día de la patria, en referencia a la vasca. Siempre ha sido una conmemoración de partido, porque evoca, sin rigor en los datos, a la “revelación” patriótica de Sabino Arana en un domingo de aplastante confesionalidad católica. El partido que fundara, el PNV, ha tenido dos fundamentos históricos: su carácter étnico –la raza vasca– y el teocentrismo (“Euskadi, para Dios”).
El festejo a la patria vasca comenzó en los años iniciales de la II República, cuando España ardía en el laicismo más hostil y en el País Vasco el conservadurismo social y político trataba de buscar sus particulares relaciones con el Vaticano. Los nacionalistas vascos y el republicanismo –“España ha dejado de ser católica”– no se llevaron demasiado bien, por más que Manuel Irujo fuese ministro de Justicia en el régimen de 1931. A la hora de la verdad, Juan de Ajuriaguerra rindió a los ‘gudaris’ en las playas de Laredo ante las fuerzas italianas.
El nacionalismo vasco más tradicional (el PNV) ha cambiado mucho, más en la práctica que en la teoría. Aún no ha logrado deshacerse argumentalmente del teocentrismo y del etnicismo, aunque en el día a día ambos rasgos estén progresivamente difuminados. Le convendría, ahora que está en plena fase de aclimatación al siglo XXI, hacer un esfuerzo adicional y arrinconar esas características fundacionales que le lastran de manera mucho más determinante de lo que los dirigentes del partido parecen suponer.
El ‘abertzalismo’ proetarra este año está contento, sin embargo. Porque Podemos en Euskadi ha decidido unirse –si bien en actos separados– al Aberri Eguna
Precisamente, el carácter partidista del Aberri Eguna ha permitido que las demás fuerzas políticas no nacionalistas rechazasen su celebración y aun las ‘abertzales’ se negasen a celebrar con el PNV actos festivos conjuntos. El Aberri Eguna no lo han festejado –salvo, creo recordar, en 1978– ni los partidos de centro, derecha e izquierda vasca, ni lo han hecho unitariamente el ‘abertzalismo’, el moderado y el radical.
El ‘abertzalismo’ proetarra este año está contento, sin embargo. Porque Podemos en Euskadi ha decidido unirse –si bien en actos separados– al Aberri Eguna. Van a celebrar “otra” patria diferente a la de Arana, pero van a celebrarla. Pernando Barrena, secretario general de Sortu, está feliz, exultante, por más que los podemitas vascos quieran interpretar su nuevo patriotismo vasco mañana, domingo de Resurrección, conforme a criterios novedosos: sí al derecho a decidir y sí a una patria de libertades y derechos. La realidad es que Podemos observa en el País Vasco que en las próximas elecciones autonómicas podría pisarle los talones al PNV y que quizás deba hacer tándem con la izquierda ‘abertzale’ y arrebatar el poder a los nacionalistas moderados (en comparación con EH-Bildu y la propia Sortu).
De nuevo el oportunismo retrógrado de Podemos vinculado a las peticiones más insolidarias de los nacionalismos de viejo y nuevo cuño: el derecho a decidir como expresión de la autodeterminación. Dicen no ser independentistas pero se comportan como tales y receban sus intereses con una eficacia que les tiene verdaderamente satisfechos a los que se proclaman secesionistas. Ocurre en Cataluña y ahora está sucediendo en el País Vasco. A los podemitas les importa el poder y si hay que comerse el marrón del aranismo más reaccionario, se lo trasiegan sin queja alguna. La carga de cinismo en las políticas tácticas de Podemos comienza a consistir en un comportamiento político crónico.
En Podemos dicen no ser independentistas pero se comportan como tales y receban sus intereses con una eficacia que satisface a los secesionistas
La posición de Podemos ante la fiesta mayor del nacionalismo vasco –especialmente del radical ‘abertzale’, porque el PNV está cada día en terrenos más moderados– es un motivo adicional de reflexión sobre la inconveniencia de que el PSOE y Sánchez transijan con Iglesias. La incorporación de Podemos a una eventual gobierno de coalición no sería grave sólo por razones sociales o económicas –que también–, sino sobre todo porque sus compromisos con las fuerzas disgregadoras de la integridad del Estado sitúan al partido en los márgenes exteriores del sistema constitucional, que se basa en la unidad y pluralidad de España a través de un modelo autonómico que, en el caso vasco, resulta de una amplitud financiera y competencial de un calibre que es apenas conocido en la Europa democrática.
Podemos se ha aliado en las tres nacionalidades históricas españolas –Galicia, Cataluña y Euskadi– con los nacionalismos extremos, ha asumido sus reivindicaciones, supuestamente reinterpretadas, y les ha dado el oxígeno que la auténtica izquierda (Podemos es un populismo veteado de izquierdismos diversos) se hubiera cuidado de suministrar. Es de suponer que Sánchez tendrá en cuenta todo esto cuando el próximo miércoles se entreviste con Pablo Iglesias.