En su oposición a López, el PNV se ha situado lejos de CiU: que Urkullu siembre dudas sobre los intereses de socialistas y populares para impedir que las franquicias de Batasuna estén en las elecciones, deja en evidencia su falta de visión de Estado. Con juicios de intenciones no se avanza en un terreno tan espinoso.
Aunque la proyección de las elecciones autonómicas no puede ser lineal con otras de carácter municipal o general, el proceso y el comportamiento de los candidatos sirve para las comparaciones. Que suelen ser odiosas, pero inevitables. De la actitud que ha mantenido CiU en la oposición no hay apenas nada escrito. Pero en la impronta que ha dejado estos años reside la clave del premio que le han dado los electores a la política limpia, tranquila, pactista y leal. No hay más que repasar las intervenciones de Duran i Lleida, el máximo exponente de CIU en el Congreso, para comprobar la calidad de la aportación de este grupo a la política española.
El ganador de los comicios catalanes, Artur Mas, ha crecido mucho políticamente en estos años de fría travesía por el desierto de la oposición. Ha aprendido. Quedan muy pocos ‘tics’ de aquel candidato convergente que quiso firmar, en las pasadas elecciones, ante notario que no iría con el PP ni a heredar . Seguramente influido por las tácticas sectarias de aquel PSC , rodeado de socios tan intolerantes, que sacó de su chistera aquel vergonzoso ‘cordón sanitario’ para cercar a los populares, a los que, hace tan solo dos legislaturas se les consideraba, desde los ambientes nacionalistas, gente «de fuera».
Ha aprendido tanto el líder de CiU que, a pesar de su corazón independentista, sabe que en una sociedad plural hay que aplicar el sentido común. Y no sólo durante la campaña. Durante los últimos siete años ha sabido hacer política con mayúsculas. No se ha dedicado a segarle la hierba bajo los pies a Montilla. Y lo tenía fácil. No cayó como otros en el bajo estilo de la ridiculización. Ni en los insultos. Ni en azuzar el fuego del boicot a las instituciones públicas, como la sanidad o la enseñanza, por el mero hecho de que no eran los suyos quienes la dirigían.
CiU, pues, pudo hablar en la noche electoral de «humildad» con toda naturalidad. Porque su oposición ha tenido categoría. A pesar de que la tentación de devolver a Zapatero su incumplimiento de palabra cuando, al final, CiU se vio desplazado de la Generalitat por el pacto del tripartito, con algún mal oficio, ha estado presente en no pocas ocasiones en los últimos años. Mas ha sabido esperar . Sin atropellos. Sin descalificar los pactos porque de ellos no salió su partido beneficiado.
Todo lo contrario que en Euskadi. El PNV, se ha situado en el polo opuesto al de CiU para hacer oposición a Patxi López. La operación de desgaste del lehendakari ha llegado a adquirir un cariz tan desagradable que los socialistas han decidido responder a cada provocación. Ya se sabe que los vascos tenemos poco que ver con el ‘seny’ catalán. Pero se echa de menos ese estilo catalán en el PNV. Que ahora Urkullu siembre la duda sobre los intereses que puedan tener socialistas y populares para impedir que las franquicias de Batasuna se presenten en las próximas elecciones, deja en evidencia su falta de visión de Estado. Con juicios de intenciones no se avanza en un terreno tan espinoso como el de la reinserción política de quienes siguen sin cortar con ETA.
La ilegalización de Batasuna, avalada por el Tribunal de Estrasburgo, marca unos límites. Será la justicia quien determine si entre las candidaturas de los próximos comicios hay alguna contaminada. Si socialistas y populares pactasen después de las municipales, eso, para CiU sería un pacto que les perjudica. Para el PNV, sin embargo, es un «fraude». En las próximas semanas subirá la intensidad de las descalificaciones.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 1/12/2010