Ignacio Sánchez Cámara-El Debate
  • Se trata de desandar el camino de la Transición: de la democracia, no al franquismo sino al Frente popular

El pasado jueves, NEOS publicó un documento titulado España en el abismo. La ruptura de España se hace realidad. Merece la más atenta y patriótica lectura. Lo primero que mueve al elogio es la extensión. En tiempos de eslóganes y tuits, casi cincuenta páginas de análisis y argumentos. Contiene un diagnóstico del proceso político y social que padece España, de su naturaleza, hitos fundamentales y previsiones. Estas incluyen la pérdida de Ceuta y Melilla, la creación de una Agencia Tributaria catalana, la presencia de ETA en Ajuria Enea, la celebración del referéndum de autodeterminación en Cataluña y la destrucción final del régimen constitucional. Es una contribución imprescindible para la comprensión de lo que nos pasa. Acaso el subtítulo sea algo exagerado, ya que el proceso hacia la ruptura es una realidad y también el riesgo de desintegración, pero no la consumación de la ruptura. El propio documento analiza algunos medios necesarios para evitarlo.

Lo fundamental se encuentra en la validez del diagnóstico del proceso emprendido desde la funesta etapa de Rodríguez Zapatero. Apelar a la patológica ambición de Sánchez, por lo demás cierta, conduce a la distorsión de la realidad. La historia no se explica nunca por las ambiciones humanas. La extensión de los ideales revolucionarios en la Europa del XIX no se explica por la desmedida ambición y genialidad de Napoleón. Por lo demás, Sánchez podría haber elegido otras alianzas, y seguramente más estables, para permanecer el mayor tiempo posible en el poder. El proceso está por encima de su ambición. Él no es sino su servidor. Y este proceso consiste en el cambio de régimen, en la destrucción del régimen constitucional de 1978. Y dado que este es un régimen democrático su sustitución solo puede ser por otro que no lo sea. Se trata de desandar el camino de la Transición: de la democracia, no al franquismo sino al Frente popular. Es algo así como una reforma antidemocrática que conduciría a una genuina ruptura antidemocrática y a la inversión del resultado de la guerra civil.

Para ilustrar la naturaleza de este proceso, el documento cita a dos pensadores: Julián Marías y César Alonso de los Ríos. El primero fue, probablemente, el gran pensador de la Transición. Acaso el lema de su obra en este sentido podía ser: concordia sin acuerdo. No hay democracia sin concordia básica entre los ciudadanos (o su gran mayoría), pero la concordia no requiere el acuerdo. Puede haber concordia entre los discrepantes. Especialmente significativa de su visión de nuestra nación es el libro España inteligible. En su ensayo sobre la guerra civil ¿Cómo pudo ocurrir? escribió: «Pero ¿puede decirse que estos políticos, estos partidos, estos votantes querían la guerra civil? Creo que no, que casi ningún español la quiso. Entonces, ¿cómo fue posible? Lo malo es que muchos españoles quisieron lo que resultó ser una guerra civil. Quisieron: a) Dividir el país en dos bandos. b) Identificar al otro con el mal. c) No tenerlo en cuenta, ni siquiera como peligro real, como adversario eficaz. d) Eliminarlo, quitarlo de en medio (políticamente, físicamente si era necesario)».

Por su parte, César Alonso de los Ríos, procedente de la izquierda, denunció la traición de la izquierda a la nación y su identificación con las reivindicaciones nacionalistas y separatistas. Llegó a decir: «la izquierda ha dado por acabada la reconciliación». Es evidente que, dejando a salvo alguna exigua minoría, eso es lo que ha sucedido, eso es lo que sucede. Y ha abrazado un proceso de negación del derecho a existir de la derecha y de imposición de una ingeniería social, política y cultural. El objetivo es que la derecha nunca pueda gobernar porque es, de suyo, ilegítima. Esto sería el final de la concordia, de la democracia y de la libertad.

No se trata de una elegía lacrimógena. Hay propuestas y soluciones, a pesar del tono predominantemente amargo. España está al borde del abismo. Ante esta situación caben al menos tres opciones: arrojarse al vacío, ser empujado y caer o mantenerse en pie y darle la espalda. Las tres posibilidades son reales. Ninguna está escrita. Todavía dependen de la libertad de los españoles, incluso para impedir ser empujado. No hay que olvidar que siempre, en las situaciones más difíciles, por ejemplo, en las invasiones napoleónicas, ha aparecido la verdadera España, la España vertebrada y en pie.