Diego Carcedo-El Correo
- El presidente del Gobierno se mantiene gracias a una mayoría parlamentaria exigua y dispersa, pero sobre todo a la imposibilidad de la oposición para promover el cambio
Pedro Sánchez, un político sin especiales escrúpulos ideológicos, tiene un aliado oculto y gratuito en Vox, el partido del que menos cabría sospechar. Para conseguir el poder ha comprado con cesiones de recursos del Estado a partidos independentistas, nacionalistas, proterroristas y populistas, pero su suerte está también en el nacionalista por excelencia. La tradición de un partido centenario y prestigiado no sólo en España como el PSOE está hipotecando su historia y hasta sus principios para mantenerse en el poder pagando a tocateja el alquiler de La Moncloa, siempre bajo el interés de habitarla un día más.
Pero el actual presidente del Gobierno no está sólo con los siete partidos que le respaldan. En la sombra y tras la imagen del enemigo más duro, su suerte lleva tiempo dependiendo del partido más radical de todo el abanico político. Sánchez se mantiene gracias a una mayoría parlamentaria exigua y dispersa, pero sobre todo a la imposibilidad de la oposición para promover el cambio con una moción de censura que le desplace del cargo o incluso con unas elecciones anticipadas. La aritmética parlamentaria lo descarta. El Partido Popular, quizás haciendo de tripas corazón para conseguirlo, tendría que asociarse con la extrema derecha, anacrónica y radical, que sería un socio imprescindible.
Y lo peor es que también en unas elecciones, si los resultados que pronostican las encuestas se cumplen, necesitaría del respaldo de Vox, su enemigo más que adversario. Esto, que en una democracia es algo normal, como lo muestra la mayoría polícroma del «sanchismo» en el Congreso, la realidad anticipa que, para el PP, Vox es una amenaza constante. Su demagogia, aplicada a unas críticas y bravatas que los votantes radicales siempre desean escuchar, es evidente que le restan votos, Un partido predestinado a gobernar desde el interés general, atendiendo tanto a cuestiones económicas como sociales, y desde la conveniencia de unas relaciones internacionales sin dependencias extremistas, no puede caer en la tentación de competir con quienes alardean y amenazan contra las libertades.
La despoblación de muchas provincias, que tanto complica el equilibro electoral, es también otro factor que un sistema como la Ley D´Hondt el reparto con los votos de la derecha también le restará diputados al Partido Popular, cuya trayectoria, tanto en el Gobierno como en la oposición no despierta dudas sobre su condición democrática. Vox en realidad no sólo resta escaños a un partido moderado, su posición ante todo lo que puede implicar progreso o modernidad lo transforma en una intransigencia de regreso a un pasado que tenemos ya claramente superado.
Bien es verdad que la situación creada por Sánchez tampoco contribuye a una evolución social justa y equilibrada. De Vox lo menos que puede decirse es que asusta, y más teniendo en cuenta el respaldo que le proporciona la ebullición en Europa de partidos etiquetados de extrema derecha, que evocan el nacismo o el fascismo de tan triste recuerdo. Pensar que pueda participar en un futuro Gobierno espanta. Y más cuando deja a diario muestras de su incapacidad para entenderse con sus aliados en los gobiernos autonómicos en que participa y arrastra de manera ostensible al bochorno cotidiano.