Miquel Escudero-El Imparcial
Cinco años después, en 1991, Suárez abandonaría la política. Por su parte, Pujol dejó de presidir la Generalitat en 2003, y la presidencia de su partido unos ocho años más tarde.
Adolfo Suárez falleció en marzo de 2014 y, a los cuatro meses Jordi Pujol confesó (el día que hacía justo 22 años de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona) que había ocultado a la Hacienda pública “un dinero ubicado en el extranjero”; una declaración opaca para quien estaba siendo investigado, como su clan familiar, por los delitos de cohecho y prevaricación, tráfico de influencias, blanqueo de capitales, malversación de caudales públicos y falsedad documental. Para él aquello quedaría en un brindis al sol.
En esas fechas, dirigía La Vanguardia Màrius Carol; lo hizo entre 2013 y 2020. El periodista barcelonés aborda este período en su libro ‘El camarote del capitán’. Reconoce que Pujol imponía y que era insaciable. Quiero destacar un par o tres de las cosas que ahí expone.
En 2019, Felipe González le contó a Carol que Pujol le llegó a decir que no era independentista, pero que si le pusieran una urna delante votaría sin duda por la independencia; espléndida tomadura de pelo. González le respondió que no había que ponerle nunca una urna para eso, pues así no lo tendría que hacer.
Carol destaca que Pujol se entrometía en el diario cuando el director Tapia estaba ausente, sobre todo los fines de semana, y se dirigía al director adjunto, Lluís Foix. Un sábado, le dijo que quería concederle una entrevista, de modo que éste fue a verle con una grabadora y un fotógrafo. Se quedó de piedra al ver que la entrevista ya estaba escrita, con preguntas y respuestas. Lo peor del caso es que se publicó tal cual (por escrúpulo, Foix no firmó la entrevista y constaron las iniciales R. P., una clave del papel de Prenafeta en el embolado). Lluís Foix llegó tiempo después a director del diario, y ha confesado que Pujol además de presionarle sobre cómo debía hacer su labor, le reñía por ser ‘demasiado internacionalista’ y no conocer lo suficiente a Cataluña. Consentir ese trato es una vergüenza para un profesional y es intolerable en democracia, y la respuesta es servil. Así estamos como estamos.
Pujol nunca dejó de quejarse y de reñir, pero siempre controló la prensa y los medios de comunicación.
Màrius Carol explica asimismo que el expresident le recriminó un día no haber destacado en portada que el Gobierno nos quería quitar un canal de televisión. El director no cortó en seco la impertinente y tramposa regañina, sino que se justificó ante él, recordándole que sí habían dado la noticia.
“-Ya lo sé, ya lo sé. Pero esto es un ataque a los catalanes y a nuestra lengua, y lo habéis puesto en las páginas color salmón”. Como si fuera más que el editor, insistió en que TV3 no era una televisión más, es la nuestra. Ya sabrá usted lo que hace, prosiguió, y piense bien en lo que le he dicho.
Escandaliza más todavía, si cabe, que esto sucediera pocas semanas antes del 25 de julio de 2014, cuando hacía once años que Pujol había dejado de ser presidente; siempre ha recibido el tratamiento excepcional de una vaca sagrada. Privilegios bananeros
Y de remate, cuando se produjo esta bronca de Pujol faltaba pocos días para que Juan Carlos abdicara, envuelto en otras desvergonzadas actuaciones. Así, sin respeto ni nobleza, no hay manera de alzar la mirada hacia lo mejor.