PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO-El Correo
La aprobación de los Presupuestos demuestra el alto valor del consenso en la política, aunque se traduzca en maridajes a priori inconcebibles como el del PP, Ciudadanos y el PNV
Frente a la política del «no es no», acaban de aprobarse unos Presupuestos Generales del Estado en su decisivo trámite en el Congreso de los Diputados –ahora pasan al Senado, donde no habrá nada que temer puesto que el PP cuenta ahí con mayoría absoluta– que vienen a demostrar que la política debe ser consenso, acuerdo y negociación; y que, por eso, no nos deberían extrañar nunca los maridajes, a priori inconcebibles, que en ella se producen. Del mismo modo que sería muy difícil quitarle al PNV el mérito en lo conseguido para Euskadi y para todo el Estado en forma de inversiones y pensiones respectivamente, sería muy fácil dejar a los demás partidos al margen como enemigos acérrimos de esa unilateral victoria. Pero los hechos están ahí: los Presupuestos van a salir adelante con el voto a favor de varias formaciones. Y quitando las más pequeñas –no olvidándolas–, son tres las que tienen una representación más destacada: PP, Ciudadanos y PNV. Y, por tanto, el beneficio que esas Cuentas aportarán a Euskadi se lo debemos a los tres grupos, no solo a uno.
El visto bueno del Congreso al proyecto de Presupuestos tiene mucha mayor trascendencia para la comprensión del país en el que vivimos que muchas otras votaciones, incluidas algunas elecciones. No solo por la importancia económica de lo aprobado, que también, sino por el mapa político que nos dibuja y que ofrece una proyección muy clara hacia los tiempos que se avecinan, plagados de elecciones.
En lo que respecta a la aprobación en sí misma, nunca como hasta ahora se me han aparecido unos dirigentes del PNV tan parecidos como los actuales a los llamados caballeritos de Azkoitia. Aquel triunvirato formado por Xabier María Munibe, Ignacio Manuel Altuna y Joaquín Egia, que encabezó una propuesta cultural y económica junto con otros destacados miembros de la minoría ilustrada del país, como los Samaniego, Ibáñez de la Rentería, Foronda, etc., y que procuró, a finales del siglo XVIII, traer para el País Vasco todos los adelantos posibles en economía y ciencias, al tiempo que se comunicaba con sus convecinos, más apegados a la tierra –en el doble sentido económico y cultural–, en el euskera que hablaban todos. Aquella experiencia ilustrada fracasó porque las fuerzas de la reacción y del tradicionalismo se opusieron frontalmente no solo a las reformas, sino sobre todo a la apertura mental que las impulsaba y que, de acabar imponiéndose, vería expandir y multiplicar sus efectos.
Es claro que no estamos a finales del siglo XVIII, pero sin la historia es imposible entender cómo y por qué hemos llegado hasta aquí. Y lo que podemos decir es que hoy el cauce central de la política vasca va por ahí: economía y cultura. Cualquier dirigente vasco que se proponga ganar unas elecciones debe querer lo mejor para el país desde el punto de vista económico –y eso pasa por saber negociar con el resto del Estado– y saber euskera. Y el único que tiene eso es el PNV. Las cosas como son. Y más cuando las fuerzas reaccionarias y tradicionales no tienen ya –por suerte– la influencia que tenían antaño –o tan solo hasta hace unos pocos años– y es posible hacer política en el cauce central del juego de partidos, representado actualmente en la política española por los que han aprobado estos Presupuestos, mal que les pese a algunos: PP y Ciudadanos. Porque aquí cada uno ha jugado su papel y ha explotado sus bazas, no solo el PNV. Y lo que está claro es que ningún ciudadano vasco va a reprocharles, sino todo lo contrario, que hayan conseguido mejoras para nuestra autonomía y recursos para implementarlas: ese debe ser el objetivo de cualquier político . Por eso y para eso les votamos. Una mención especial para uno a quien Mariano Rajoy llamó ‘aprobetxategi’ en el Congreso porque le estaba presionando para que impidiera la delegación de voto de Carles Puigdemont y Toni Comín, los dos parlamentarios catalanes fugados en Bélgica que iban a favorecer la elección de Torra como nuevo president de la Generalitat. Rajoy no quería problemas, pero el «aprobetxategi» Albert Rivera estaba en su papel de presionar. Del mismo modo que ha sido la presión de Ciudadanos, como ha reconocido el propio Aitor Esteban en su explicación de voto, la que no iba a permitir a Rajoy que diera vía libre al Gobierno de Torra a sabiendas de que ese Ejecutivo no podría haber tomado nunca posesión en todos sus cargos porque algunos no podrían salir de la cárcel o venir del exilio para hacerlo.
De haber dado Rajoy vía libre a ese Gobierno, el 155 se habría levantado el tiempo suficiente para haber aprobado los Presupuestos sin esa rémora que dejaba al PNV desnudo. Pero Ciudadanos forzó y Rajoy tuvo que ceder ante esas presiones, descubriendo a un PNV que ante todo ha querido primar el interés de la ciudadanía vasca.
Ahora le toca al PNV calmar a su electorado más reaccionario, que hará causa común con Bildu y sus propuestas más rupturistas. Pero, aún así, los Presupuestos han salido adelante. Porque ante todo ha primado la política y el interés de los ciudadanos. Esta es la lección, sobre todo frente a los otros dos grandes partidos de la izquierda: PSOE y Podemos. El primero, con un líder que no acaba de inspirar mucha confianza con sus maximalismos tan severos y poco matizables. Y el segundo, metido en el fango de una compra de vivienda difícilmente justificable ante su propio electorado.