EL MUNDO 03/05/13
«La sangre y la muerte en la cara»
Hace unos años no tan lejanos, la escena bien podría haber sido una cruda evidencia de la barbarie terrorista en una ciudad en la que ETA ha causado más de un centenar de muertos. Pero en esta ocasión, que un hombre ensangrentado con el cuerpo quemado y la ropa rota recorra las calles de San Sebastián con la mirada perdida y un cadáver en sus brazos tras sufrir un atentado pertenece más al imaginario de un artista que a una realidad que forma parte del negro pasado del País Vasco.
Pero la performance que llevó ayer a cabo el artista granadino Omar Jerez trascendió de la mera creación para encerrar una acción muy realista: una crítica al «disparate» del «nacionalismo radical» que no condena los asesinatos y que guarda unas «similitudes ideológicas» en su germen con el nazismo.
Con esta intervención, Jerez, que en diciembre recreó en Valencia un zulo para revivir las condiciones que padeció José Antonio Ortega Lara, quiso poner «la sangre y la muerte en la cara» a aquellos que a día de hoy siguen amparando a ETA.
Para ello, simuló haber sufrido un atentado de la banda terrorista.
· Su pretensión es denunciar el ‘disparate del nacionalismo radical’
· El artista granadino ya recreó la vida de Ortega Lara en el zulo en Valencia
Con sangre que manaba por su rostro y cuerpo gracias al maquillaje, la ropa echa jirones y un supuesto cadáver en brazos oculto bajo una manta térmica, deambuló, desorientado, por espacio de un cuarto de hora por la Parte Vieja de San Sebastián, el «epicentro del nacionalismo».
Su recorrido le llevó a pasar por la calle que concentra los bares del entorno radical, entre las banderas en favor de los presos de ETA, para denunciar que si allí las herrikotabernas «homenajean asesinos», él rinde tributo «a seres humanos».
Asombro. Extrañeza. Incredulidad. Las personas a las que iba dejando atrás, entre ellos numerosos turistas, no daban crédito. «¿Pero qué es eso?», exclamó en un comentario general una sorprendida viandante, dirigiéndose a la nube de medios que acompañaba al artista.
Fue un lento caminar que, a modo de homenaje, pasó por tres escenarios simbólicos donde ETA segó la vida de otras tantas personas: el empresario José Manuel Olarte, que recibió un tiro en la nuca cuando jugaba a cartas en la Unión Artesana en 1994, el hostelero y ex jugador de La Real Sociedad José Antonio Santamaría, asesinado en 1993 en la sociedad Gaztelupe, y el concejal del PP Gregorio Ordóñez, a quien un terrorista disparó cuando almorzaba en el bar La Cepa en 1995.
En su origen, la performance «Omar Jerez en el País de las Maravillas» conserva una similitud con el libro de Lewis Carroll porque la obra toca «la sátira política, el disparate y la lógica», y el artista intenta ver dónde está la «lógica de la muerte y el disparate de esta sociedad que no se sostiene» con un nacionalismo radical que asemeja al nazismo.
La intervención de ayer tiene su fundamento en la respuesta a la acción en la que reprodujo el secuestro de Ortega Lara, porque «no se comprendió» y recibió «bastantes críticas» desde el «gremio de la izquierda». Estas reacciones le hicieron comprender que «no queda claro que en este país se condene el terrorismo», ya que «hay mucho intelectual que ampara a ETA», por lo que ideó esta «contundente» acción.