Estefania Molina-El Confidencial
- En 2023 se debería producir la concurrencia entre elecciones generales, autonómicas y municipales. En las regiones y municipios la fortaleza mayor será ahora la del PP
España se jugará en 2023 la posibilidad real de un cambio de gobierno por vez primera tras casi cinco años de la moción de censura, con una competición extremadamente ajustada a izquierda y derecha. Esto es, con la opción de que Pedro Sánchez sea derrotado —o no— por el Partido Popular y la derecha regrese a gobernar la Moncloa. Sin embargo, Pablo Casado subestima a Sánchez y sus posibilidades de revertir la situación hasta que se abran las urnas. La principal: que José Luis Rodríguez Zapatero no cayó porque el PP le asediase en las plazas y los tribunales, o por el diálogo con ERC. Zapatero cayó por una crisis económica que Sánchez empezará a dejar atrás este mismo verano.
No hay más que observar la deriva que está tomando nuestro país: la derecha quiere un revival de 2008, en que por obra de gracia el presidente se haga un Zapatero y se vaya. La del ‘derribo’ fue la tesis del PP en pandemia —fallida, porque la mayoría de gobiernos europeos y autonómicos resistieron al covid-19—. Sigue siendo la tesis del PP ahora con la petición de elecciones anticipadas, o llevando toda la acción de Moncloa a la Justicia —indultos o ley de eutanasia—. Aunque en términos económicos, el ‘derribo’ tiene menos visos de prosperar ahora que en 2020. En julio llegarán los primeros 9000 millones de los fondos europeos y la campaña de vacunación podría finalizar hacia principios de otoño.
Si bien, a los populares se les ha subido a la cabeza la sondeocracia y de ahí bebe su ofensiva por parlamento, sede y tuiter. El PP cree que la refundación del centroderecha tras la absorción de Ciudadanos será suficiente para ganar las próximas elecciones. Se apoyan en las a encuestas a dos años vista. Pero puestos a confiar en la demoscopia, algunos encuestadores de confianza en Génova susurran dos premisas. Primero, que esos sondeos solo reflejan la tendencia del momento pospandemia. Segundo, que rinden en buena parte a cuenta de la desmovilización de la izquierda, pero que el escenario podría cambiar en el momento en que se convocaran los comicios y se activara ese votante.
El objetivo de Moncloa es tener una hoja de servicios que ofrecer a sus bases
Algo habrá intuido la Moncloa, que de la noche a la mañana ha virado su estrategia para resistir más allá de 2023. Como escribí hace unas semanas, a Sánchez se le acababa el tiempo, y el mantra de «que viene la ultraderecha» no funcionó en las elecciones a la Comunidad de Madrid para movilizar a la izquierda. Y del mismo modo, el miedo a Vox tampoco funcionaría en unas generales. En un contexto de necesidad material, el elector de izquierdas corría el riesgo de desmovilizarse si el Ejecutivo seguía sumergido en los relatos sin llevar a cabo acciones tangibles.
Es por eso que Sánchez ha pegado ahora el acelerón legislativo, llevándose por delante hasta las clásicas rencillas con Unidas Podemos, en aras de no interrumpir más la acción política. Ejemplo de ello es cómo se ha desbrozado el camino de la ‘Ley trans’, tras las cuitas entre PSOE y UP. Habrá luz verde en más leyes que también causaban fricción con los morados: la del mercado del alquiler, la llamada del «Solo sí es sí» —de libertades sexuales—. El objetivo de Moncloa es tener una hoja de servicios que ofrecer a sus bases cuando termine la legislatura.
Y para esa movilización de la izquierda también es fundamental el indulto a los presos independentistas porque provoca un efecto polarizante. Esto es, entre la España de Sánchez y socios, apretando las filas de Podemos, Más País, PNV, ERC… junto a las del PSOE, frente a la España de la derecha, donde el PP cae del lado de Vox. Aunque lo más relevante del diálogo territorial es que aleja al PNV de la ecuación del PP. Se asume ya que los populares necesitan sumar 176 escaños exactos para gobernar y para ello solo podrán contar con la formación de Santiago Abascal. Sería muy difícil imaginar al PNV sellando ningún acuerdo con el PP, después de ver a Casado desfilando por Colón.
Aglutina al bloque de izquierdas
Eso es clave, ya que en Génova juegan con la carta de que el PNV podría ser un posible socio, obviando que Vox dinamita que los nacionalistas periféricos se le acerquen. Por ese motivo, y porque le obliga a posicionarse, al PP le incomoda profundamente la moción de censura que Abascal quiere volver a presentar contra el Gobierno. A fin de cuentas es un juego de suma-cero a la derecha, que lesiona a los populares entre el voto más de derechas, al par que aglutina al bloque de la izquierda.
A la sazón, los tiempos electorales serán clave en los años que vienen. ‘A priori’, en 2023 se debería producir la concurrencia entre elecciones generales, autonómicas y municipales. En las regiones y municipios la fortaleza mayor será ahora la del PP, que no solo contará con la ventaja electoral de absorber a Ciudadanos. Los populares tienen además una estructura arraigada al territorio de liderazgos regionales. Por su parte, el error de Sánchez ha sido hacer como si Moncloa fuera suficiente para el empuje de los barones, descuidando no pocos liderazgos clave. En Cataluña, el efecto Illa fue a lomos de la pandemia; en Madrid no hubo liderazgo fuerte, con un Gabilondo gastado; en Andalucía, Juan Espadas no es un candidato tan popular como Juan Manuel Moreno.
En consecuencia, unas autonómicas y municipales antes que generales podrían socavar al PSOE e impulsar al PP, con repercusión en generales. Distinto sería al revés, ya que por mucho que la estrategia de Génova sea «hacer partido» siguen sin tener un líder visible que entusiasme y movilice a las bases de la misma forma que una Ayuso en Madrid. Sánchez sigue siendo el líder indiscutible entre su electorado.
Por contra, la salida del valle económico dejará el reto de la precariedad entre las clases medias precarizadas. El PP podría aumentar ahí su capacidad de penetración, y de hecho, en Génova vienen ensayando una suerte de estrategia populista donde Casado se presenta como el «pueblo» frente a las ‘élites’, colocando en estas a quienes están a favor de los indultos —véase los obispos o la patronal—. Pero Sánchez evitará hacerse un Zapatero con titulares de recortes, compensando ajustes en el presupuesto con las subidas de impuestos y la creación de puestos de trabajo.
Pese a todo, el principal as en la manga de Sánchez es que ni siquiera necesita ganar las elecciones de 2023 para volver a gobernar. Para eso no parece preparada una parte de la derecha, la misma que hasta 2015 blandía aquello de «dejar gobernar a la lista más votada». Eso es así porque el PSOE podría perder los hipotéticos comicios de 2023 y seguir en la Moncloa. La misma correlación de fuerzas —el bloque de izquierdas y plurinacional— que en la moción de censura de 2018, pese a que Mariano Rajoy había ganado los comicios de 2015 y 2016. La viva esencia del parlamentarismo, que estos días tanto reivindicaba Casado, podría volvérsele en contra, de nuevo, con un Sánchez acelerando en la agenda de izquierdas y la economía remontando al ritmo de las vacunas.