Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Hace tiempo que la izquierda designa los discursos críticos como violencia. Todos los que se han valido de ese recurso son cómplices de asesinato. Ellos han creado las condiciones para que la eliminación física del adversario equivalga a legítima defensa

Tengo una aclaración para quien se oponga a este plural, o al colectivo «izquierda» como emisor de la respuesta en forma de asesinato. Si uno fue el que lo ejecutó, muchos fueron los que lo colocaron en el objetivo. Fue la izquierda woke toda, a la que podemos llamar izquierda sin más, dado lo ridículamente diminuta que es la izquierda antiwoke. Mis respetos para ella, pero el nombre hay que ganárselo. La izquierda es otra cosa desde que en la década pasada se sustituyeron las diferentes formas y grados del socialismo por un mosaico de causas fraccionarias contradictorias entre sí: multiculturalismo, ideología de género, racismo antiblanco, indigenismo, catastrofismo climático, cultura de la muerte, antisemitismo y por ahí.

Lo propio de la izquierda occidental es la imposición de sus dogmas y de su lenguaje para cada una de las causas woke, para cada tesela del mosaico. Por otra parte, la izquierda abraza todas esas causas, tragándose contradicciones insalvables, lo que asegura una indigestión. O cien callejones sin salida en el caso de que se abran al debate. Las objeciones son inevitables en una sociedad donde se respete la libertad de expresión. De ahí la cancelación, la nueva censura, los señalamientos, la exigencia de usar sus términos y, también, las palabras mordaza, tales como fascista, negacionista, nazi, ultraderechista, etcétera. Primer problema: la libertad de expresión es fundacional en democracia, es definitoria: sin aquella, esta deja de existir. Hace tiempo que la izquierda designa los discursos críticos como violencia. Todos los que se han valido de ese recurso son cómplices de asesinato. Ellos han creado las condiciones para que la eliminación física del adversario equivalga a legítima defensa.

En cuanto a las palabras mordaza, atemorizan a los etiquetados, con lo cual se callan o se expresan en modo defensivo. Asimismo, sirve para señalar objetivos a tipejos como el asesino de Charlie Kirk. Como queriendo rematarlo, todos los medios de izquierda arrojan sus infamias sobre la víctima, lo que abre paso al mecanismo de la justificación. En el fondo nos indican que se lo merecía. Bien, no saben lo que han hecho. Los argumentos y la actitud de Charlie Kirk los retomarán decenas, luego miles, y luego millones. No aceptamos las reglas de la izquierda, que se resumen en «vosotros habláis y nosotros os matamos».