“… El extraño caso de Egunkaria lleva el agua el molino de los que denuncian una “criminalización de la izquierda abertzale” (“patriótica”) y del movimiento nacionalista radical cuando la policía detiene a intelectuales y abogados sospechosos ellos mismos de “pertenecer” o de “ligarse” con la ETA. O cuando la justicia, aplaudida por los partidos de todos los colores, prohíbe formaciones y listas independentista en nombre de la lucha antiterrorista…”
La sienes canosas y el pelo a veces revuelto, los cinco quincuagenarios que sonríen, ese martes 13 de abril, en las primeras páginas de la prensa española son honorables hombres de prensa. Todavía la víspera, para la justicia, Martxelo Otamendi, Xabier Oleaga, Juan Mari Torrealdai, Txema Auzmendi e Inaki Uría eran presuntos terroristas ligados a la ETA. Se exponían a condenas de entre 12 y 14 años de cárcel. Absueltos.
En sus rostros se ve el alivio al final de un proceso de siete años, pero también el sentimiento agridulce de una terrible pérdida de tiempo. «En el mejor de los casos, hemos conseguido parar provisionalmente la rueda de la injusticia », respondieron a aquellos que pensaban que se les había hecho justicia. Aunque habían sido exculpados de todas las acusaciones por la Audiencia Nacional, la más alta jurisdicción penal española, su “bebé”, Euskaldunon Egunkaria (el diario de los vascófonos) el periódico totalmente en lengua vasca, hace tiempo que desapareció, víctima de una condena a muerte sin proceso.
Las 33 páginas del veredicto de la Audiencia Nacional son una cruel desautorización a la instrucción dirigida por el juez Juan Del Olmo Gávez, que el 20 de febrero de 2003 ordenó el cierre temporal del periódico y la detención de una decena de directivos. Ese día, trescientos policías participaron en la redada en las diferentes redacciones de Egunkaria de Andoain, Pamplona y Bilbao. Fundado en 1990, el diario vendía 15.000 ejemplares, era leído por 40.000 lectores habitualmente. Tenía una plantilla de 151 personas y sobrevivía sin muchas dificultades gracias a algunas subvenciones públicas, como la del Gobierno vasco.
Basándose en documentos incautados por la policía a comienzos de la década de los 90, el magistrado justifica el cierre del diario con el hecho de que “ha sido creado, financiado y dirigido por la ETA” y porque “difunde en sus páginas la ideología terrorista”. El entonces ministro de justicia, José María Michavila, del Partido Popular (PP, derecha), confirma que “es un instrumento de la actividad terrorista”. Para los jueces de hoy, “nada indica que haya defendido las ideas del grupo terrorista, que haya publicado el mínimo artículo favorable al terrorismo o a los terroristas, ni siquiera que su línea editorial tuviera cualquier orientación política”
Lo más sorprendente del asunto Egunkaria es el empeño del juez y de dos querellantes, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y de Dignidad y Justicia. Si la ira puede cegar el juicio de las víctimas, ¿cómo explicar la insistencia de un magistrado frente a un expediente tan vacío que la misma fiscalía se pronunció en 2007 en contra de la apertura del proceso? Este invierno, las diferentes audiencias no han hecho más que confirmar las lagunas de una investigación mal hilvanada. Para los jueces de la Audiencia Nacional, “la acusación no ha podido demostrar que los acusados hayan tenido la mínima relación con la ETA”. Esto hace “incomprensible” su procesamiento.
Tres directivos declarados inocentes continúan siendo perseguidos, con otros cinco ejecutivos de la sociedad editora de Egunkaria por falsificación de cuentas y fraude fiscal. Para esta parte financiera del expediente, se exponen a condenas de hasta 26 años de prisión. Penas desmesuradas si se trata de simples malversaciones contables en el seno de una PME*. Pero las dos sociedades acusadoras sospechan de blanqueo de dinero en beneficio de la organización independentista armada aunque, en el proceso que acaba de terminar, los jueces no hayan encontrado pistas de cualquier financiación ilícita del periódico.
La promoción de la cultura vasca –que era el objetivo anunciado por Egunkaria desde su primer número- ¿es forzosamente sospechosa de segundas intenciones extremistas?¿Habría un terrorista detrás de cada vascoparlante? Semejante paranoia existe según la sentencia de la Audiencia Nacional: “la visión estrecha y falsa según la cual todo lo que tenga que ver con la lengua y la cultura vascas está instrumentalizado y controlado por la ETA conduce, en el procedimiento penal, a una evaluación errónea de los datos y de los hechos, así como a la inconsistencia de la acusación”, analizan los magistrados madrileños.
El extraño caso de Egunkaria lleva el agua el molino de los que denuncian una “criminalización de la izquierda abertzale” (“patriótica”) y del movimiento nacionalista radical cuando la policía detiene a intelectuales y abogados sospechosos ellos mismos de “pertenecer” o de “ligarse” con la ETA. O cuando la justicia, aplaudida por los partidos de todos los colores, prohíbe formaciones y listas independentista en nombre de la lucha antiterrorista. En Bilbao, el 25 de abril, está prevista una fiesta para “los cinco de Egunkaria” y para aquellos que les han apoyado desde hace siete años. Se festejará y, desconfíe, se hablará vasco.
PME*: Pyme
Jean Jacques Bozonnet, LE MONDE, 19/4/2010