LA TRIBUNA DEL PAÍS VASCO 13/07/16
MARCOS HERNANDO
· A los tres de Tolosa y a Nati. In memoriam
El día 24 de junio de 1981, en Tolosa (Guipúzcoa) hace ahora 35 años, tres hombres fueron ametrallados por ETA tras salir de comer en el bar de cada día.
Eran tres jóvenes que se ocupaban en la venta de libros a domicilio.
Alguien dijo que eran policías.
Iñaki Ibargutxi Erostarbe. Miravalles-Ugao. Bizkaia. 26 años. Soltero, militante de EGI.
J. Manuel Martinez Castaños. Durango, Bizkaia. 26 años. Casado, padre de dos hijos.
P. Conrado Martinez Castaños. Durango, Bizkaia Vecino de Bilbao. 31años. Casado, padre de un niño y militante del PCE-EPK.
Los dos primeros murieron en el atentado y Conrado nueve meses después.
Natividad Burgoa. Bilbao, mujer de Conrado, recibió una nota de ETA diciendo que había sido un error. No pudo soportar la pérdida y murió un año después.
En estos tiempos extraños y contradictorios que nos toca vivir, ocupados y entretenidos en tareas importantes concernientes a la construcción de Europa, la revisión de nuestra hospitalidad, el equilibrio inestable de nuestros gobiernos etc. puede considerarse que cuestiones como las planteadas a continuación no resultan pertinentes o políticamente correctas y puedan estar fuera de lugar. Por el contrario entendemos que sistemáticamente toca recordar desde la sociedad civil a cuantos han quedado en el camino.
Pendiente aún la dignificación de las víctimas del franquismo, parece inverosímil no se asuma una clarificación concienzuda de las víctimas y secuelas que el terror ha causado en nuestra sociedad en tiempos de democracia. Es por otra parte lamentable constatar las dificultades sutiles y groseras que se encuentran en el camino a la hora de dar a conocer o recordar hechos que no son considerados relevantes o que por distintas circunstancias resulta incómodo verbalizar.
Imagino que no debe ser fácil reconocer que cuanto has hecho dentro de una organización terrorista, no ha servido de nada positivo ni para el país ni para uno mismo. Dentro de un grupo autoritario no queda espacio para la crítica y es también el terror quien rige el comportamiento -el disidente es un peligro, un enemigo a exterminar-. Por ello debe ser casi insoportable desde la reflexión, afrontar que su militancia ha sido un tiempo perdido, un tiempo negativo que sólo ha servido para generar dolor y víctimas: gente desterrada por la extorsión (¿cuantos suman esta verdadera diáspora?)… gente enmudecida, con la boca tapada por el miedo, viviendo un exilio interior -como durante el franquismo-… ¡Tantas vidas rotas, tantos muertos, viudas y huérfanos, tanta pérdida y desolación! ¿Cuántos atentados y dramas personales quedan aún bajo la mesa ocultos y sin resolver?…
Y, ¡cuán larga es la deriva del Síndrome de Estocolmo en una población tanto tiempo secuestrada por el terror!
Desde la corte de corifeos, que desde su atalaya o pupitre animaron a los pistoleros, se intenta hacer proyectos y análisis sesudos y pesados para establecer un “tiempo nuevo” haciendo tabula rasa del pasado… Por eso resulta especialmente penoso ver el suflé que desde el llamado “entorno abertzale” y, lo que es más grave, desde organismos afines al Gobierno Vasco, se cocina para configurar un complejo aparataje donde todas las violencias se equiparan, lugar donde se ajusta “el relato”. Ahora nos dicen, es momento de reflexión, ¡siempre lo ha sido!. Sí, siempre estamos a tiempo de revisar la memoria, aclarar los hechos, asumir responsabilidades, de denuncia, reconocimiento y dignificación de cuantos han sido asesinados, de reconocer todas las víctimas caídas por disentir, resistir, oponerse o pasar por allí.
Es cada día más importante llamar a las cosas por su nombre sin escondernos en el eufemismo engañoso o servil que esconde o edulcora la realidad. Cada cual tiene -tenemos- un grado de responsabilidad en lo ocurrido, por acción u omisión mantuvimos una posición, por lo tanto cada uno será responsable de su silencio, tibieza o complicidad.
El terror de ETA ha producido entre nosotros un deterioro moral, causa y consecuencia que, como la carcoma, deteriora las vigas y la estructura de nuestra casa común, de nuestra convivencia. Por ello es imprescindible para la recuperación de las personas y de la armonía social, una revisión ética que, desde los derechos humanos, centre el análisis, dirima responsabilidades y establezca pautas para el futuro.
La ambigüedad en estos asuntos, la complacencia o las medias tintas tienden a confundir, ocultar o justificar el drama acaecido, al considerar que la responsabilidad fue de otros o que no pudo evitarse. Argumentar que no pasó, que no fue para tanto (negacionismo) o que fue algo imparable (inevitabilidad), es tan solo otra manera de esconderse y eludir la autoría o la implicación…
¡Nos gustaría tanto pasar página! pensar que todo ya pasó, pero es una ilusión pues quedan tareas pendientes y será bueno afrontarlas cuanto antes. Además de la herida y la cicatriz, el vacío por la pérdida y la ausencia, queda pendiente escribir las páginas de nuestra historia, general e individual…
Porque -mientras la salud, la memoria y la honradez nos asistan- es preciso profundizar en la etiología de la enfermedad, en las causas profundas que llevan a un niño, un joven o una madre a ser pasto del odio y gritar por la calle: ¡ETA mátalos! como si el “comando x” fuera el Ángel Exterminador, alguien a quien se pudiera recurrir, invocar o suplicar para que un dios todopoderoso y ciego, le enviara a eliminar al contrario.
Porque esa manera terrorífica de afrontar los problemas y las soluciones es tan salvaje y extrema, que sólo produce desgracia y desmovilización, no conlleva una solución ni concienciación hacia los oprimidos que quieren liberarse. Prácticas conocidas en nuestro pueblo durante tantos años como han sido: extorsionar al patrón, secuestrar a un directivo para que la empresa conceda las reivindicaciones a los trabajadores en huelga o, poner una bomba en una central nuclear en construcción, cuando gran parte de la población se manifiesta contra ella, etc. no son sino algunos ejemplos de suplantación de la lucha y los derechos de ciudadanos y trabajadores. Una imposición inaceptable del terror, unas medidas agresivas y crueles indefendibles desde los derechos humanos y desde la lógica democrática. La más justa de las reivindicaciones queda cuestionada, deslegitimada, cuando para lograrla se usan métodos inaceptables propios de mafias o de una dictadura.
Porque es preciso que la gente, niños y abuelos recuerden sus derechos y obligaciones y re-aprendan que donde la ley dice: no matarás, no sólo evoca un mandamiento sagrado para algunos, sino que cita un derecho fundamental de nuestra sociedad, en la que nos regimos todos por unas reglas, normas o leyes básicas. Desconsiderarlas, infringirlas, decir que son papel mojado o que nuestro fin sacrosanto justifica nuestros medios, supone más que un menosprecio, una verdadera involución, una regresión a una posición pre-democrática donde ni siquiera impera la ley del Talión, sino la del más fuerte.
Cada cual debe asumir su parte de responsabilidad, recordar dónde estaba, cuánto hizo o cuánto calló, atreverse a escribir y contar su historia para que individualmente y como sociedad podamos afrontar lo ocurrido y evitar que vuelva a pasar.
Porque no es verdad que el poder esté en la punta del fusil como cacarean siempre los belicistas. Eso sólo lo puede afirmar un exaltado, un matón que no entiende otra dialéctica que la de los puños y las pistolas. El poder reside -debe residir- en el demos en el pueblo, en sus instituciones, de ahí la ilusión y la esperanza en la Demo-cracia, el menos malo de cuantos sistemas hemos sido capaces de dotarnos los humanos y al que, como a perro flaco, debemos cuidar, vigilar y mimar para mejorarlo y que nos dure muchos años.
Porque la historia nos enseña que siempre podremos retroceder y que avanzar en el tiempo no conlleva progresar en libertades y derechos. ¡La “fortaleza democrática” se deteriora y se derrumba si no se cuida y se defiende!
No imitemos por más tiempo el comportamiento pueril del avestruz metiendo la cabeza bajo el ala, pues ya peinamos canas y no tenemos todo el tiempo del mundo. Además nuestro comentario, nuestra revisión, nuestra declaración de cuanto sabemos no sólo será ejemplar e interesante para los nuestros sino para nosotros mismos. No será fácil, nunca lo es pero, poner luz en la penumbra del pasado, reconforta el espíritu pues nos devuelve claridad, ecuanimidad y la humanidad perdidas.
Escribo estas letras en nombre propio y de cuantos en voz alta o baja están conmigo, cumpliendo con mi obligación de ciudadano y amigo de Conrado y Nati.
En cualquier caso, hablar y escribir de nuestro pasado tormentoso nos ayudará siempre a conocernos mejor, enfrentarnos con nuestros demonios y a dormir más tranquilos aquí, en el reino de los justos.
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