EL DIARIO VASCO – ANTONIO ELORZA – 1/6/11
Si todo sale como parece, el Gobierno de Patxi López quedará como una isla en un mar no precisamente rojo
Para que por lo menos haya algo de amenidad en tiempo de cuitas, el Partido Socialista de Euskadi disfruta de las andanzas de un basajaun particular que entre bosque y bosque, sin ser él mismo pastor, avisa con sus gritos de los momentos de peligro al propio cuidador y al rebaño, sobre todo cuando sus ovejas corren el peligro de mezclarse con las extrañas, tal vez emisarias del lobo, en vez de seguir el cauce natural de unirse a aquellas que siempre han pastado en los mismos prados de nuestra incomparable tierra.
Las declaraciones a distintos medios de Jesús Eguiguren en los últimos tiempos insisten una y otra vez en ese mensaje, pero no dejan de tener otros aspectos interesantes. El primero es la afirmación de que si alguna parte tuvo en el triunfo de Bildu, consistió en «contribuir a que fueran legales». Estas palabras, como las anteriores de Urkullu sobre su propio papel en lo que pudo contar y en lo tuvo que callar para conseguir la legalización, no encajan bien con la autoproclamada independencia del Constitucional. Algún día sabremos cuál es la verdad, tal y como ahora el juez Martín Pallín ha desvelado cómo a Garzón se le empezó a cazar. El segundo aspecto, cuando declara que «HB o ETA deuda tienen con toda la sociedad por cómo nos han hecho vivir». Los muertos, en el margen. Para compensar, hubo un muerto que le gusta nombrar al declarante, Luis XVI, ya que los vascos todos tienen que estar orgullosos de que fuese un vasco quien puso su firma para «que le cortaran la cabeza». En fin, dejados solos, con Bildu sembrando felicidad y solo con «poner un psiquiatra a cada socialista», todo resuelto para que «los vascos seamos lo que siempre hemos sido, hermanos, amigos y gente bien». Fondo musical de txalaparta.
No parece que los socialistas vascos, ni los populares vascos, ni otros afectados por el peligro de ETA fuera de Euskadi, necesiten psiquiatra para vivir sin escoltas, si es que ETA durmiente no decide despertar para que la eliminación de los «obstáculos a la libre decisión de los vascos», de momento política, vuelva a serlo en la forma tradicional. Es posible en cambio que les venga a todos ellos bien el psiquiatra para atenuar la depresión tras el 22-M. Pero sobre todo conviene tomarse en serio la exigencia de analizar las causas de lo sucedido, tanto estructurales como coyunturales, a efectos de abordar la misión casi imposible de invertir en el futuro la tendencia a la caída electoral del estatutismo, que ha tenido al PSE como principal víctima.
Porque al lado del nacionalismo democrático, el PSE es algo más que una tradición ideológica enraizada en Euskadi desde fines del siglo XIX. Una vez culminada la adecuación del ideario a la realidad del país durante la Segunda República, el PSOE vasco ha venido representando a la mayoría de esa mitad no nacionalista de la población que rechaza su división en dos partes enfrentadas y distingue entre el contenido particularista y excluyente que ha prevalecido en el nacionalismo made in Sabino, de un lado, y de otro, asume la necesidad de afirmar la personalidad vasca desde un supuesto de doble identidad y defensa de los derechos democráticos. En suma, dando casi siempre una contribución decisiva a que la construcción nacional vasca conservara un contenido democrático. Con todas las dudas y limitaciones forzadas que se quiera, el Gobierno dirigido por ese político al que los abertzales llaman despectivamente ‘López’ ha sido y es todo menos un gobierno antinacionalista.
La tarea no es fácil, a no ser que salte por los aires pronto la euforia abertzale del 22-M. En contra están el repliegue identitario que favorece toda crisis, el desprestigio del PSOE por la gestión de Zapatero, la humillación sufrida por las negociaciones ZP-Urkullu, el disgusto en la opinión al apoyarse en el PP, por último un doble cambio, generacional y tecnológico, que interviene para que en la Margen Izquierda se dé una pérdida escalonada de posiciones similar a la registrada por la izquierda en otras ‘banlieux rouges’ europeas. Demasiadas rémoras. Única baza a favor, que el PNV perciba -y ahí está Egibar en Gipuzkoa para impedirlo- que en el equilibrio político de Euskadi el PSOE es una pieza complementaria de su propio proyecto de gestión, eso sí, no de la utopía soberanista. Su hundimiento no le conviene.
Para la recuperación, hacen falta plataformas de poder. Y aquí el componente de azar en el voto, más el veto pronunciado por el frentista Egibar, dejan al PSE contra las cuerdas, de no tener lugar el intercambio de gobiernos razonables, más que otra cosa, en Donostia y la provincia, y si falla el único clavo ardiendo de un voto de la inefable EB por el PSE con renuncia popular en Álava provincia, a cambio de Vitoria. El PP tiene perdidas las Juntas, porque frente a él si existe un veto de abertzales y asociados, proclamado en términos de ‘eliminación’ y de ‘desalojar’ por Urquizu, del cual no se ocupan tantos demócratas que en cambio se rasgan las vestiduras ante un eventual bloqueo a Bildu. Si todo sale como parece, el Gobierno de Patxi López quedará como una isla en un mar no precisamente rojo.