Editorial-El Correo

  • La fuerte y generalizada caída del PNV, que conserva su liderazgo en Euskadi, y el tirón de EH Bildu revuelven el mapa político tras las graves crisis encadenadas en los últimos años

El mapa político vasco ha experimentado significativos cambios en las elecciones municipales y forales de ayer tras una legislatura de alto voltaje condicionada por la mayor pandemia en un siglo y las consecuencias de la guerra en Ucrania. Las urnas arrojan un claro triunfo del PNV en el conjunto de Euskadi, ensombrecido por una tan apreciable como generalizada pérdida de votos que reducirá sus cotas de poder. Es inevitable interpretar esa caída como un serio toque de atención al partido que ha liderado las instituciones más cercanas en una situación tan excepcional como la derivada del encadenamiento de dos crisis de extraordinaria magnitud. Una formación que hasta ahora parecía inmune al desgaste y que se ha convertido en la gran damnificada por el aumento de la abstención, contra la que luchó sin éxito en el tramo final de una campaña contagiada por el tono bronco del debate nacional. Mientras tanto, EH Bildu se consolida como su principal alternativa al crecer en toda la comunidad, ganar por primera vez en el Ayuntamiento de Vitoria, hacerlo también en Gipuzkoa y rozar el triunfo en San Sebastián.

Los pactos para conformar mayorías determinarán el reparto definitivo del poder, lo que puede alterar las sensaciones iniciales que ofrece el 28-M. Aún así, del mapa surgido de los comicios se desprende un nítido debilitamiento del PNV, pese a conservar el liderazgo, cuyas causas habrá de analizar con detenimiento. Un cariacontecido Andoni Ortuzar se comprometió anoche a ello tras anunciar que tomaba «buena nota» del «claro aviso» del electorado. Los jeltzales mantienen su fortín en Bizkaia y se han impuesto con holgura en Bilbao, aunque cediendo terreno. En Álava y en Gipuzkoa necesitarán, además de a los socialistas -con los que la reedición de su pacto se da por supuesta-, al PP o a Podemos para garantizarse la estabilidad de esas dos diputaciones. En Vitoria han sufrido un descalabro sin paliativos al quedar en cuarto puesto su candidata a la alcaldía, la exconsejera Beatriz Artolazabal, y en San Sebastián han ganado por la mínima.

EH Bildu ha sido la gran vencedora de la jornada. Su triunfo en ese territorio y en el Ayuntamiento de Vitoria, que no le garantiza el bastón de mando, pone la guinda a un considerable aumento de sus votantes al primar un discurso de marcado acento social frente al más identitario y tradicional, sin que aparentemente le haya pasado factura el grave desaire a las víctimas que supuso la inclusión de exetarras en sus listas. El PSE ha asentado sus posiciones tras ensayar un discurso más exigente con el nacionalismo y aspira a la alcaldía de Vitoria, donde han sido la segunda fuerza. El PP resurge en Euskadi al calor de su pujanza nacional y será decisivo en varias instituciones, Elkarrekin Podemos sigue en declive y Vox ha entrado en las Juntas de Álava. Dos mujeres estarán por primera vez al frente de las diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa, y otra de la alcaldía de Vitoria, aunque salvo en el primer caso -el de Elixabete Etxanobe- sus nombres dependen de los acuerdos entre los partidos.

La victoria del PP en el conjunto de España, y en plazas como la Comunidad Valenciana o Extremadura, arrebatadas al PSOE, representa un vuelco que insufla oxígeno a Alberto Núñez-Feijóo y le otorga cierta ventaja de salida en la batalla por La Moncloa que se dirimirá en diciembre. El varapalo de los socialistas evidencia su desgaste -y, en particular, el de Pedro Sánchez, que ha asumido el protagonismo de la campaña-, aunque los resultados de ayer no son extrapolables sin más a los de unos comicios legislativos.