derechos de un solo ciudadano. Pero entre los políticos al uso, tanto saber es para nota.
Algunos apenas logran disimular el pelo de la dehesa. La coalición Nafarroa Bai, en el documento ideológico con que hace un mes se presentó en la sociedad navarra, incurría en los mismos disparates en que han incurrido antes sus miembros por separado. Y así, en un párrafo angelical solicita la «desaparición de la violencia», de cualquier violencia, pues su sentido del pudor le impide tachar a la etarra de ‘terrorista’, no sea que se enfade algún colega. Y en otro párrafo la denomina «violencia política», como si ese adjetivo disminuyera la gravedad del delito al atribuirle una causa pública. Aún no comprende que es precisamente lo contrario: que mucho más grave que asesinar por razones privadas, que se hace en beneficio exclusivo del asesino y no nos compromete a los demás, es el crimen que invoca ‘razones públicas’; porque en éste el criminal dice actuar en nuestro nombre y con vistas al mejor futuro de nuestra comunidad. Por eso tampoco estos seres piadosos dedican ‘una sola palabra’ a las víctimas de la violencia nacida del nacionalismo. Seguramente porque tales víctimas políticas les revelarían la profunda sinrazón del proyecto al que fueron sacrificados.
¿Y a qué dice bai esta Nafarroa ? Pues dice sí a todo lo que se mueva, con tal de que sea «de izquierdas, progresista, abertzale y vasquista», y encantados de haberse conocido. Ahora bien, que no se puede ser al mismo tiempo abertzale y de izquierdas, desigualitarios y solidarios, que lo uno va en detrimento de lo otro… de eso no tienen todavía la menor sospecha. Lo han explicado ya bastantes sabios con argumentos incontestables, pero a ellos no les aqueja el vicio de estudiar y menos aquello que mostraría sus errores. Así que, aun cuando el lector progresista se sintiera próximo a ciertos sensatos deseos aquí contenidos, tiene que escapar corriendo de los guiños reaccionarios que los acompañan.
Na-Bai dice sí también al «respeto de todos los derechos humanos», porque es verdad que algunos no se respetan. Pero no hacen falta grandes luces para concluir que ellos se refieren expresa y principalmente a los derechos ‘colectivos’ y derechos ‘históricos’. Lástima que ni unos ni otros sean democráticos, sino predemocráticos y, para ser más exactos, antidemocráticos. Serían derechos contra el único sujeto capaz de derechos, que es el individuo o el ciudadano. Por eso, al pretender que el euskera sea oficial en todo el territorio navarro, no defienden los derechos lingüísticos de sus muy escasos hablantes, que ya los ejercen, sino el derecho ‘nacional’ de Navarra como cuna de esa lengua. Han sido 25 años de mucha contumacia y ninguna razón.
Y afirma asimismo «la libre concurrencia de todos los proyectos políticos democráticos». Muy bien dicho, sólo que quizá no todos los proyectos que ellos consideran democráticos en realidad lo sean. A diferencia de las palabras de Yahvé en la Creación, aquí no basta pronunciar la palabra ‘democracia’ para que la democracia se haga presente. De suerte que es un notorio síntoma de la frágil conciencia pública de Na-Bai considerar que «la ilegalización de Batasuna» fue «una expresión flagrante e inaceptable de este retroceso democrático». Porque tremendo retroceso democrático será el de un partido que justifica las acciones terroristas (o sea, que amenaza la vida de todos), no el de la ley que le persigue por ello. Hay que ignorar la naturaleza de la democracia para sostener «que todos los proyectos políticos son defendibles y, en su caso, materializados, si así lo decide una mayoría democrática». Aprendamos de una vez que ninguna mayoría (simple, absoluta o cualificada) es democrática como se atreva a conculcar los derechos de un solo ciudadano. Pero ya comprendo que, entre los políticos al uso, tanto saber es para nota.
Por eso solicitan con ardor, seguro que lo adivinan, «el reconocimiento del derecho de autodeterminación de Euskal Herria». ¿Acaso saben lo que dicen o se limitan a repetir la cháchara acostumbrada? No hagan la trampa de sugerir que semejante derecho será el fruto de la pacificación, cuando la verdad es la opuesta: que nos han robado la paz por reclamar este falso derecho. No supongan que desaparecida ETA, cuyas fechorías se amparan en ese reclamo, la autodeterminación pasará a ser una propuesta legítima. Explíquennos el sujeto, el ámbito de aplicación, la mayoría requerida…, pero sobre todo el ‘fundamento moral’ de tal derecho. Mientras lo buscan, lo apropiado sería que los Errazti, Zabaleta, Barkos, Ramírez y demás conmilitones permanecieran callados. No porque carezcan del derecho a expresarse, faltaría más, sino porque pregonar unos proyectos públicos que traerán tantas tensiones y sufrimientos entre sus conciudadanos exige primero el ‘deber’ de justificarlos lo mejor posible. A ver si lo entienden: es una cuestión de responsabilidad política y moral.
(Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política de la UPV)
Aurelio Arteta, EL CORREO, 3/8/2006