HERMANN TERTSCH, ABC – 15/08/14
· La representante del partido de Ordóñez baila con el representante de los amigos de los asesinos de Ordóñez. Y no pasa nada.
En el acto de apertura a las fiestas de San Sebastián se ha visto al alcalde Juan Carlos Izaguirre, de Bildu, bailando con la concejal del PP, María José Usandizaga». Así rezan las crónicas sociales de la capital donostiarra en agosto de 2014. Hace un siglo, con la Gran Guerra aun en sus comienzos, la crónica habría hablado del baile de temporada con Romanones, Alburquerque, Alba o la Duquesa de Manchester. La prensa habría destacado los cambios habidos desde el veraneo anterior en las familias veraneantes. Eran crueles aquellas diferencias. No solo en 1914, también mucho después. Pero había ejemplaridades y desigualdades que servían como ilusión y, aún más, acicate de conducta y actitud.
Las floristeras y niñeras por ejemplo, soñaban con ser Lauren Bacall. Hoy no existe ya ninguna Lauren Bacall porque, de haberlas, todas querrían parecer floristeras y niñeras con las pantorrillas tatuadas. Los hombres procuraban vestir con corrección y emular a quienes más avisados se suponía sobre cánones de elegancia. Hoy quien no lleva piratas y sandalias y un anillo al menos en la oreja, aun no es perseguido. Pero que no espere amabilidades con arrogantes pintas de recién duchado.
Hoy somos todos tan perfectamente iguales en esta carrera frenética por el aplauso popular. En una sociedad étnica. En la que el bailador alcalde Juan Carlos Izaguirre se hacen fiestas como estas «populares, participativas y euskaldunes». Eso lo dice de las fiestas pero se podía referir igual a la escuela, la administración, la limpieza, el urbanismo o la capitalidad cultural europea, esa cumbre de chalaparta y socatira que organiza ese Ayuntamiento para sorprender al mundo en 2016.
Lo dicho, hay que ser «popular, participativo y euskaldún». Y hay que ser muy igual. Ante todo igual a todos. Queda condenado al ostracismo de esta nueva sociedad idílica emergente quien haga distingos sociales y políticos. O morales, por supuesto. Esas son las reglas en la república popular regida por los dineros de Martín Garitano que, pese a ser solo un mandado, cumple razonablemente. Ya nadie molesta. La armonía es casi perfecta. Salvo algún extremista español que pueda acudir en verano a hacer el ridículo con sus obsoletas sensibilidades, los donostiarras ya bailan prácticamente todos con todos. O al menos eso pretenden los políticos.
Porque pudiera ser que no todos estén tan entusiasmados con esta armonía euskaldún. Ni con la regresión cultural alarmante. Y que solo callen porque saben que no ser igual tiene un precio. Y que en San Sebastián y no solo allí es cada vez más alto. Como en tantas aldeas. Por la popularización a la aldeanización, también de las ciudades. Y ya sin resistencia. Porque España, ay, España no está. Porque molesta, irrita y provoca. Como en tantos rincones de Cataluña. Y tampoco nos vamos a poner tensos que la vida es corta. Socialismo nacional, igualitarismo abertzale y jatorrismo obligatorio, es la marca cultural que se impone. Y la bailadora del PP, María José Usandizaga, la representante del partido de Gregorio Ordóñez, se pega unos pasos salerosos con el representante de los amigos de los asesinos de Gregorio Ordóñez. Y no pasa nada. ¿Qué va a pasar? Gregorio Ordóñez no se va a quejar.
Por tanto reconciliación con ritmo. Que al fin y al cabo viven juntos y no van a estar siempre enfadados. Lo hecho, hecho está. Unos ganan, otros pierden. Ya no hay acritud. Todo está asumido. El partido de Usandizaga desaparece. Y el de Izaguirre es el Movimiento Nacional. Ahí se van integrando todos sin darse cuenta de tanto bailar, de tanto esforzarse en ser tan iguales que ya no son ellos mismos y acaban por no ser nadie.
HERMANN TERTSCH, ABC – 15/08/14