La sanción impuesta por ETA a sus reclusos no es más que la constatación de vías de agua en la nave etarra. Una medida encaminada a que el entorno social de los castigados les aísle a estos y a sus familiares. Aunque no se dice abiertamente, empujan a evitar relacionarse con los castigados o a no acudir a los negocios de sus familias.
Las Navidades son, desde hace mucho tiempo, el momento de máxima movilización en el País Vasco en apoyo a los presos de ETA. Las organizaciones de apoyo a los reclusos y las de familiares de terroristas así como las redes sociales de la izquierda abertzale han usado siempre estas fechas para la agitación callejera en apoyo de los etarras encarcelados.
En las Navidades celebran todos los años una manifestación de apoyo a los reclusos y en contra de la política penitenciaria. En algunas localidades colocan muñecos en las calles representando a presos, con su traje de rayas y sus barrotes de cartón y madera, o hacen colectas de dinero. En unas fechas en las que hay una dosis de sentimentalidad adicional en el ambiente quieren recordar la ausencia forzosa de los terroristas detenidos y desear que vuelvan pronto a casa. Ese tipo de iniciativas se presentan ante los propios reclusos como una muestra del apoyo popular con que cuentan tanto ellos como su causa política y, en último término, como una razón para que continúen firmes y no caigan en la tentación de reconsiderar su pasado y desmarcarse de la violencia.
Este año la cosa no ha sido diferente aunque la manifestación en vez de convocarla los familiares de los terroristas la hayan organizado varios partidos y sindicatos nacionalistas entre los que no estaba el PNV. La marcha, sin embargo, estaba tan prevista que desde hace meses figuraba en documentos de ETA que contienen una programación de actuaciones políticas.
La sorpresa de este año en lo que a los presos etarras se refiere ha sido la constatación del belén poco navideño que hay organizado en el seno de las filas de ETA y que se ha saldado con la expulsión de cinco reclusos por cuestionar la continuidad de la violencia. La sanción impuesta a los reclusos no es más que la constatación de la existencia de vías de agua en la nave etarra.
Una vía la tienen en el mundo de los presos, a pesar de la pena de aislamiento social y político decretada a los cinco expulsados. La expulsión es una medida encaminada a que el entorno social de los castigados les aísle a estos y a sus familiares. Aunque no se dice abiertamente, esas sanciones empujan a evitar relacionarse con los castigados o a no acudir a los negocios de sus familias.
Otra vía de agua está en el seno de Batasuna. ETA trata de evitar que se apruebe una ponencia no ya que rechace la violencia, que eso no figura, sino que no muestra un apoyo expreso a las armas. ETA se ha implicado tan directamente en el debate de Batasuna que hasta el aparato político de la banda se ha encargado de redactar la ponencia alternativa, el documento Mugarri. Ni siquiera se ha molestado en guardar las apariencias dejando esa tarea en manos de los incondicionales de su entorno político. ETA no ha renunciado a controlarlo todo, tanto a los presos como a Batasuna.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 6/1/2010