SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

El Día de la Fiesta Nacional, mientras esperaba en el Palacio Real para el besamanos, le comenté al director de este periódico: «Paco, lo suyo sería que el doctor Sánchez y ‘la Africana’ se pusieran junto a los Reyes para recibir». Media hora y varios salones más tarde, Paco Rosell me dio una palmada en la espalda: «La próxima vez no te pongas profeta. Lo has clavado». Vaya en mi descargo que yo lo había dicho de broma. Pedro y Bego caminaron con mucho remango hasta la altura de los Reyes, saludaron y se quedaron para recibir.

Detrás, la presidenta del Congreso y su marido se encontraron con el presidente del Gobierno y aquí su señora que les ofrecieron la mano. Ana Pastor la aceptó con cara de perplejidad. Su marido debía de maliciarse que aquello no tocaba y juntó una mano con otra en actitud de comulgante. No habían pasado seis segundos desde el saludo de Pastor hasta que llegó un propio de protocolo y se llevó con celeridad y eficacia a la pareja feliz de La Moncloa, que consiguió un texto exculpatorio de la Casa Real al día siguiente.

Lo peor no es que metan la pata, sino que mientan. Que hayan dicho, un suponer, que la culpa era de Pastor, que el plan era que los Reyes se hicieran una foto con los tres poderes del Estado. Y esa foto ¿tendrían que hacérsela cuando comienza el besamanos y el personal desfila hacia el Salón del Trono? ¿Vamos a hacernos un selfie con las parientas? ¿A qué poder del Estado representarían la señora de Sánchez y el marido de Pastor? ¿Cabe la menor posibilidad de que estuviese previsto un esperpento que los Reyes ni siquiera llegaron a percibir porque ya para entonces les estaban dando la espalda?

Margarita Robles calificaba los abucheos a Sánchez de «una falta de respeto a todos los españoles». Ella misma defendía como libertad de expresión las pitadas al Rey, el himno y la bandera en la final de la Copa: «Que no vengan a prohibir lo que es una manifestación y una expresión de la libertad». Ada Colau, que juega en su mismo campo semántico, decía: «No tienen que molestar los pitos. Hay que preguntarse por qué pitan».

Mi por tantas razones querida Elvira Lindo no tuvo ayer su mejor día al escribir sobre la derecha que gritaba okupa al doctor Sánchez: «Le atribuyen falta de categoría, de clase, ambición desmedida, pero no era menos insultante lo que le gritaban a Manuel Azaña». ¿Quizá plagiario? Es que la misma comparanza jode. La misma Lindo criticaba el 13 de febrero de 2013 a Cospedal por pedir sanciones para quienes pitan al Rey: «Alguien debería explicar a los representantes públicos que hay furia, que hay un respeto perdido y que sus apariciones públicas van a ser sistemáticamente abucheadas. No hay otra».

Había precedentes. En su viaje a Canadá, el doctor Sánchez pasa revista a las tropas en compañía de Trudeau. En todo momento le toma la delantera a su anfitrión, se sube antes al estrado y recorre la alfombra caminando un paso por delante. El doctor Sánchez lo había tenido fácil. Bastaría con hacerse pasar el vídeo del año pasado, cuando el primer desfilante era don Mariano, y aplicarse a la disciplina que mejor se le da: el plagio.