EL MUNDO 26/05/14
· PP y PSOE pierden juntos 32 puntos, bajando cinco millones de votos y 17 escaños
· La gran sorpresa ha sido Podemos, que se estrena con cinco puestos, a la zaga de IU
Las urnas reservaban un castigo sin parangón al bipartidismo. Las papeletas hablaron, y aunque el partido más votado ha sido el PP, lo suyo sólo puede calificarse de triunfo pírrico. Los populares alzan una copa amarga y en caída libre, con un 26,06% de los votos y 16 escaños, ocho menos que en 2009. El PSOE, por su parte, se hunde aún más. Mantiene el segundo puesto, tras el PP, pero se queda apenas con el 23% de las papeletas, y sólo podrá ocupar 14 escaños. Éste ha sido el peor resultado de los socialistas en toda su historia. Ellos pierden nueve eurodiputados.
La distancia entre ambas fuerzas políticas es de sólo tres puntos, menor a la que se produjo en 2009, que fue de 3,3. Sin embargo el listón de los dos es ahora mucho más bajo. Respecto a hace cinco años, el PP pierde 16 puntos y el PSOE, 15,7. Cada uno de ellos se ha dejado en la cuneta unos 2,5 millones de papeletas. Hace un lustro, ambos acaparaban el 81% del voto, ahora sólo suman el 49%. La debacle es evidente.
Los españoles han aprovechado la ocasión para propinar un duro varapalo a las dos primeras fuerzas políticas y lo han hecho entregando su papeleta a partidos mucho más pequeños, algunos incluso recién nacidos. Estos últimos han sido la gran sorpresa.
Formaciones como Podemos, cuya lista está encabezada por el televisivo Pablo Iglesias, ha conseguido un resultado espectacular: el 7,96% de las papeletas, lo que le abre la puerta del Parlamento Europeo y le proporciona nada menos que cinco escaños.
También se estrenará en la Eurocámara Ciudadanos –con Javier Nart al frente–, con un 3,16% y dos escaños. Y Primavera Europea (Compromís, Equo y CHA), con un 1,90% y un puesto en Estrasburgo. A ellos se suma Los Pueblos Deciden, que agrupa a Bildu y al BNG, y que ha logrado un escaño con el 2,07 % de los sufragios.
Estas fuerzas pequeñas han sabido captar el voto de los descontentos. Al Partido Socialista le han socavado su suelo formaciones como Podemos y Primavera Europea, además de la Izquierda Plural que ha obtenido el 9,99% de los votos lo que le permite multiplicar por tres los dos escaños que obtuvo en 2009. Es muy posible que el partido de Cayo Lara en otras circunstancias hubiera aumentado su cosecha aún más, sin embargo su crecimiento también se ha visto frenado en cierta medida por las fuerzas novísimas, sobretodo Podemos.
Y al PP, le carcomen esencialmente UPyD, que ha logrado un 6,49% de los sufragios y con ellos consigue cuatro escaños en Estrasburgo, y Ciudadanos.
La participación –45,8%– fue finalmente muy parecida a la de las últimas elecciones europeas –44,9%–, apenas ocho décimas superior. Pero ello se ha debido a la fuerte afluencia a las urnas que se ha registrado en Cataluña –diez puntos más que en 2009–, donde estas elecciones tenían un componente especial: se planteaban como un ensayo de la consulta independentista que la Generalitat y sus socios se han comprometido a celebrar el próximo 9 de noviembre.
También en Euskadi la participación ha sido más alta que en los comicios de hace cinco años. En ambas comunidades las fuerzas nacionalistas han sido las más votadas, y en Cataluña, ERC ha conseguido con su 23,6% de los votos superar en casi dos puntos a CiU que se presentaba a los comicios en coalición con el PNV, CC y CG. No obstante, el grupo de Mas logra mantener sus tres escaños.
Ahora, con estos resultados en la mano, se abre una nueva etapa política. La victoria lograda por el PP es tan triste que apenas permitirá a Mariano Rajoy afirmar que su gestión ha sido avalada, porque aunque estos comicios no puedan compararse con unas generales –y a buen seguro los dos grandes se aferrarán ahora a esta idea–, no es menos cierto que los ciudadanos, y también los propios partidos, les imprimieron desde el primer minuto un fuerte componente nacional.
Los populares han ganado, sí, pero su desgaste ha sido enorme. Sin duda dos años y medio de recortes, subidas de impuestos y reformas que han dejado sentir sus dolorosos efectos en las clases medias y en los menos favorecidos, no se perdonan fácilmente, máxime cuando los primeros resultados económicos positivos que difunde el Gobierno aún no se dejan sentir, ni de lejos, en los más damnificados.
El PP, pese a haber sido la fuerza más votada, está abocado a hacer una profunda reflexión interna porque, aunque «ganar es ganar», los resultados esconden un aviso muy serio que amenaza con extender sus tentáculos hasta las municipales y autonómicas de dentro de un año y, quizá, más allá.
Los populares no pueden perder de vista su impresionante derrumbe en dos comunidades que desde hace muchos años han estado entre sus principales graneros de voto: Madrid y Valencia.
En la primera, la caída ha sido de más de 18 puntos, en comparación con 2009; en la segunda, el desplome supera los 23 puntos.
El PP ha conseguido ser la fuerza más votada en Galicia, Castilla y León, Cantabria, Navarra, La Rioja, Aragón, Madrid, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Murcia, Baleares y Canarias. Pero los descensos han sido muy notables. Por su parte, el PSOE logra el triunfo en Asturias, Extremadura y Andalucía. En el País Vasco, el PNV ha sido el partido más votado; y en Cataluña, ERC.
Para los socialistas también se abre un panorama difícil. Ellos deben embarcarse ahora en un proceso de primarias, previstas para el mes de noviembre, que podría complicarse si empiezan a surgir voces que reclamen un congreso extraordinario para relevar ya al frente de la secretaría general a Alfredo Pérez Rubalcaba. Las urnas no parecen premiar, ni mucho menos, la política de oposición de los socialistas a quienes una buena parte de la ciudadanía, y sobre todo de sus antiguos votantes, siguen culpando claramente de la crisis y sus terribles efectos. Los españoles no olvidan que buena parte de los males que ahora les aquejan se gestaron con un Gobierno que llevaba sus siglas, y en el que, por cierto, siempre ocupó un lugar muy destacado el actual líder del PSOE. Para el partido de la calle Ferraz se presentan tiempos convulsos. Para el de la calle Génova, muy arriesgados.
En esta ocasión, y aunque ellos lo rechacen, los españoles les han visto como una gran coalición, pero perdedora. Los tiempos cambian y el bipartidismo, hasta ayer, parecía no haberse percatado. Anoche despertó del sueño.