Ignacio Camacho-ABC
Los causantes del insomnio de Sánchez han acabado en su cama. Ahora se sabe quién va a mandar y quién finge que manda
Para no variar de hábitos, Pedro Sánchez acaba el año como lo empezó: rectificando, que es su forma más suave de mentir, es decir, de expresarse. El pacto con Podemos, tan calladamente negociado, no es más que una parte del programa de Iglesias, que el presidente gestionará en su nombre para que le permita seguir en el cargo. Impuestos, alquileres, salario mínimo, contrarreforma laboral, precio de la luz… no hay petición de los comunistas que no haya aceptado. La vicepresidencia económica de Calviño será un mero ornato, un maquillaje de socialdemocracia, o si acaso una especie de embajada volante en Bruselas para que alguien presentable dé la cara cuando las autoridades fiscales europeas enciendan las luces de alarma. Pero ahora ya se sabe quién va a mandar y quién va a fingir que manda. Curiosa forma de acabar con el insomnio ésta de meter en la cama al hombre y al partido que se lo provocaban.
Con todo, lo que se puede poner en un papel gustará poco o nada pero siempre será menos inquietante que lo que no está escrito o lo que queda al albur de un lenguaje deliberadamente ambiguo. La clave de este Gobierno en ciernes se esconde bajo el abstracto adjetivo de «político», que viene a significar la subordinación de los mecanismos legales y de los procedimientos jurídicos a la voluntad del Ejecutivo y, lo que es peor, de los socios que van a compartir el poder en régimen de condominio. A saber -y dejando aparte a los partiditos provinciales-, el PNV, los separatistas catalanes y Bildu, que ya propone su abstención por si el nacionalismo canario continúa indeciso. A toda esta gente se les ofrece un menú soberanista a la carta para que se sirvan a su gusto platos identitarios. A unos, el reconocimiento de un estatus de nación que supone el comienzo de una agenda de autodeterminación a plazos; a otros, indultos de facto y el sometimiento de las instituciones democráticas a las decisiones tomadas en mesas bilaterales al margen del cauce parlamentario. A todos, la renuncia a la defensa del marco constitucional en los tribunales que hasta ahora han ejercido como ultima ratio del Estado. Y la legitimación del golpe sedicioso mediante el blanqueo de sus responsables como interlocutores del santificado «diálogo».
En conjunto, lo que significa este racimo de acuerdos es la incorporación práctica del PSOE a un bloque antisistema, en el que ni siquiera podrá ejercer de contrapeso porque le falta masa crítica y cohesión ideológica para tirar de la rienda. A cambio de su permanencia, Sánchez ha entregado a las fuerzas rupturistas la dirección estratégica de una alianza que apunta al cambio de régimen como meta. No ocurrirá mañana ni pasado pero cuando acabe el mandato tal vez esté más cerca. Y en todo caso nadie de los que ahora se desasosiegan debería olvidar que esta situación ha sido posible por la fragmentación del centro-derecha.