Josep Martí Blanch-EL CONFIDENCIAL

  • El empresariado catalán ha dicho basta. Hasta 300 entidades se han adherido al manifiesto ‘¡Basta ya! Centrémonos en la recuperación’, impulsado por la patronal Fomento del Trabajo
 El resumen: basta de dar legitimidad a la violencia en las calles, basta de no situar la recuperación económica como primer objetivo de legislatura del nuevo Gobierno de la Generalitat. También había recado para el Gobierno español: basta ya de que no se habiliten por la vía rápida ayudas directas a las empresas para que puedan sobrevivir.
Desde 2007, no se veía una salida tan en tromba del mundillo económico y empresarial catalán. En aquella lejana fecha, el conflicto independentista aún quedaba lejos, el motivo fue la reivindicación de que el aeropuerto del Prat pudiese gestionarse desde Cataluña de manera autónoma y al margen de AENA para ganar competitividad. Nadie les hizo ni puñetero caso.Han pasado 14 años para que volviese a verse de nuevo un acto tan multitudinario en el que estuviese representado del primer al último escalafón del sector económico: la gran patronal de Fomento, la pequeña y mediana empresa representada por Pimec, patronales sectoriales, colegios profesionales y un largo etcétera en el que ha de incluirse también la Cambra de Comerç de Barcelona, que a última hora decidió sumarse al acto sin suscribir el manifiesto, a pesar de estar gobernada por una dirección que no esconde que su principal obsesión es hacer de la entidad una herramienta de trabajo en favor del independentismo.

 ¿Qué ha pasado para que la clase empresarial y económica catalana haya decidido salir de nuevo del armario y se atreva a enfrentarse a ERC y a JxCAT de un modo tan explícito? La mejor manera de explicarlo es apelando al lenguaje popular: están hasta las narices. La complicidad que el Ejecutivo catalán en funciones demostró con los episodios de violencia y el que las negociaciones con la extrema izquierda —representada por la CUP— para alcanzar una mayoría parlamentaria con la que poder reeditar el actual Gobierno no sitúen la reactivación económica como máxima prioridad han sido las gotas que han hecho colmar el vaso de la paciencia.
No son buenas noticias para el independentismo, al que se le abre un frente de clara hostilidad que hasta ahora permanecía adormecido, al menos en su vertiente pública. Pero al igual que pasó en 2007 con el acto para reivindicar la gestión deslocalizada del aeropuerto del Prat, es muy probable que ahora tampoco nadie les haga puñetero caso. Esto es así por varios motivos. El principal es que los ‘lobbies’ empresariales y económicos catalanes cada vez pintan menos, por la pereza demostrada durante muchos años a la hora de fijar posicionamientos públicos. A ello hay que añadir que sus métodos de trabajo siguen anclados en el siglo XX, como si un acto y un manifiesto —y después cada uno a su casa y hasta dentro de 15 años— fueran suficientes para interferir de manera seria en las dinámicas políticas de largo plazo.El acto de los empresarios no ha sido la única mala noticia en un solo día para el independentismo político, que intenta formar Gobierno sobre la base de negociar con los anticapitalistas una agenda de prioridades marciana en medio de una pandemia y una crisis económica.

 Lo es también el anuncio de la ministra de industria, Reyes Maroto, de la futura firma de un acuerdo con SEAT e Iberdrola para construir una fábrica de baterías eléctricas en Martorell, realizado en vísperas de la visita que realizan hoy Felipe VI y Pedro Sánchez a las instalaciones del fabricante de automóviles. En el momento político actual, es un gol por toda la escuadra a ERC y JxCAT.
 Se trata de dos cuestiones disruptivas en un mismo día. El empresariado rompiendo su bozal autoimpuesto y el Gobierno español haciendo en primera persona una apuesta de reactivación económica de primer nivel.

 Illa dejó claro que no era digno de gobernar Cataluña quien negocia con partidos que no condenan la violencia


 No es ni mucho menos suficiente para cambiar las prioridades de los partidos que aspiran a seguir gobernando Cataluña. Pero sí los sitúa ante el espejo y les obliga a vigilar dos nuevos frentes que hasta ahora podían descuidar.

En el frente interno, el malestar creciente del empresariado catalán. Y en el externo, la apuesta del Gobierno de Pedro Sánchez de marcar agenda en Cataluña tras haber ganado su partido las elecciones. Si a ello le sumamos la claridad con que el vencedor en los comicios, Salvador Illa, se refirió a los actos de vandalismo, dejando claro que no era digno de gobernar quien negocia con partidos que no condenan la violencia, se dibuja un cuadro clarísimo. Los socialistas han decidido que quieren ser el partido del orden y de la recuperación para poder señalar al independentismo como la opción del desorden y la parálisis. Y se lo están poniendo muy fácil.