El botón

ABC 03/05/17
IGNACIO CAMACHO

· La posesión de la facultad legal para convocar elecciones le llega a Rajoy cuando menos le conviene utilizarla

HOY es el día. Cumplido un año desde la última convocatoria electoral, Mariano Rajoy ya tiene las manos libres para disolver la legislatura. Desde ahora puede apretar el famoso botón nuclear con el que ha venido intimidando a la oposición moderada desde que salió investido. Justo en la fecha del debate de Presupuestos y veinticuatro horas antes de su votación en el Congreso. No habrá problemas si nadie se equivoca con los botones pero la posibilidad de ir de nuevo a las urnas queda abierta desde este mismo momento.

Sin embargo, la posesión efectiva del arma electoral llega en una circunstancia inadecuada para el Gobierno. Su ventaja creciente durante los primeros meses de mandato se ha frenado primero y reducido después, en pocas semanas, por culpa de la corrupción y sobre todo de la (mal) llamada Operación Lezo. El PP sigue siendo el primer partido en intención de voto y no hay visos de que a corto plazo pueda dejar de serlo. Pero ahora nada le garantiza un resultado mejor que el de junio de 2016 y parece bastante probable que, lejos de incrementarlo en caso de nuevas elecciones, sufriese en ellas un retroceso.

Por eso al presidente le interesa ganar tiempo. En realidad nunca ha querido precipitar la disolución de las Cámaras, aunque no le han faltado consejos para que lo hiciese e incluso haya podido sentir ganas en algún momento puntual de cabreo. Su talante conservador le empuja a la estabilidad como objetivo estratégico. Quiere asegurarse al menos un año más, hasta mitad de legislatura, y la parte más institucionalista del PSOE está de acuerdo. Envueltos en su proceso de primarias, los socialistas no pueden apoyar la ley presupuestaria pero suspiran porque salga adelante sin ellos. Si no hay sobresaltos de última hora –por ejemplo una victoria de Pedro Sánchez– no pondrán obstáculos al voto afirmativo final de su coaligado canario, el diputado Quevedo. Ellos también necesitan tiempo para salir de la convalecencia política, y si algo les irrita es la intromisión venenosa de la moción de censura de Podemos. El viejo bipartidismo quiere calma por mutua conveniencia pero… Siempre hay un pero.

Y la adversativa es que la izquierda ventea la debilidad del marianismo y sabe que el que le conceda margen de resistencia está perdido. Si Rajoy enfría esta crisis volverá a consolidarse enrocado consigo mismo. También Ciudadanos huele el desgaste y acaso algunos de sus dirigentes lamenten haberse comprometido. El panorama que en invierno parecía estable se ha vuelto jabonoso, resbaladizo. En la alta volatilidad de la política española resulta esencial acertar con el instinto.

El de Rajoy siempre tiende a aguantar. Cuenta con un calvario en las Cortes e incluso con una huelga general. Pero ahora tiene a mano el botón de reset y, aunque sea cuando menos le conviene usarlo, queda abierta la posibilidad verosímil de volver a empezar.