El ‘Brexit’ atenaza a la UE y golpea ya a Londres

EDITORIAL EL MUNDO – 23/08/16

· Tanto consenso hay sobre la necesidad urgente de reformar la Unión Europea como disenso en cómo y en qué dirección hacerlo. El referéndum a favor del Brexit en el Reino Unido hace justo hoy dos meses ha sido un tsunami para el proyecto comunitario cuyos efectos aún resultan difíciles de vislumbrar. Lo que está claro es que la UE no será la misma sin Londres y los actuales dirigentes no disimulan la preocupación.

Por más increíble que resulte, no existía ningún plan B. Se ha perdido un tiempo demasiado valioso para repensar el club europeo sin los británicos. Y por ello era necesario una cumbre como la de ayer entre Merkel, Hollande y Renzi para al menos tratar de que se visualice el fin de la parálisis que atenaza a quienes manejan el timón comunitario.

Los mandatarios de Alemania, Francia e Italia se reunieron en la simbólica isla de Ventotene, donde en 1941 se firmó el célebre manifiesto Por una Europa libre y unida, documento visionario sobre una hipotética federación continental. El de ayer sólo fue un encuentro informal, pero volvieron a chocar los intereses de Renzi y de Merkel. El primero –acosado por el maltrecho estado de la banca italiana y por el frenazo de la economía– reclama mayor flexibilidad financiera y fiscal. Renzi quiere que la Europa de la austeridad de estos años se sustituya por un masivo plan europeo industrial que reactive la recuperación y genere empleo. La canciller alemana, por su parte, sigue defendiendo la vigencia del Pacto de Estabilidad.

Son dos visiones antagónicas de la senda que debe seguir hoy la UE en lo económico. Y esa falta de consenso dificulta un plan común de relanzamiento europeo, como se pretende, de cara a la cumbre informal de los Veintisiete –la premier británica ya no acudirá– en septiembre. Son muchos otros los asuntos en los que Europa debe repensarse para afrontar, por lo pronto, grandes desafíos en inmigración, seguridad, lucha antiterrorista o crisis de los refugiados.

Pero no nos engañemos. Mientras Europa no salga del marasmo económico –y potencias como Francia e Italia están perdiendo fuelle– poco o nada se avanzará hacia una mayor integración comunitaria. Sobre todo porque el calendario electoral no ayuda a que los líderes europeos tomen decisiones arriesgadas.

En 2017, Angela Merkel se juega la reelección en unos comicios federales en los que su partido podría sufrir un duro revés por la gestión de la crisis de los refugiados. Esa perspectiva lleva a la canciller a ser aún más conservadora en lo económico, negándose a cualquier iniciativa que descontrole los objetivos comunitarios de déficit público.

Pero también hay elecciones presidenciales en Francia, con un Hollande en caída libre –Sarkozy anunció ayer que será candidato–; o legislativas en Holanda, donde se espera un fuerte auge de la ultraderecha y donde cada vez más voces exigen un referéndum como el del Brexit británico. Y antes, este mismo otoño, el italiano Renzi someterá a referéndum su ambicioso proyecto constitucional y teme que las malas perspectivas económicas condicionen el resultado en las urnas.

Demasiados intereses en claves nacionales como para afrontar la reinvención de la UE. Y, no nos olvidemos, todo afectado por el Brexit. El Reino Unido ha empezado a sufrir consecuencias negativas, algo que podría llevar a su Gobierno a retrasar hasta mediados o finales de 2017 la invocación del artículo 50 del Tratado de Lisboa que daría inicio a las negociaciones para la desconexión. Por lo pronto, y aunque nada ha cambiado aún, varios datos son ya inquietantes para Londres.

Las previsiones de crecimiento no hacen más que bajar y los expertos no descartan que el Reino Unido entre el año próximo en recesión; la libra está en mínimos y medidas como la rebaja de tipos –hasta el 0,25%– decretada días atrás por el Banco de Inglaterra para paliar los efectos del Brexit incidirán en una subida de la inflación, que ya está en el nivel más alto desde hace años.

A la vez, la confianza en la City se ha desplomado, la inversión inmobiliaria está paralizada y Nueva York ya supera a Londres como primer destino de las inversiones comerciales inmobiliarias por el temor de que el Brexit disminuya el atractivo de la capital británica como centro financiero global.

Pero también se temen las consecuencias económicas del Brexit para el resto de la UE. De ahí que otro importante caballo de batalla al repensar la Unión es qué tipo de vínculo, y en qué condiciones, mantener con el Reino Unido. Tan descabellado es pensar en un divorcio total como acceder a su pretensión de mantenerse en el mercado común sin férreas contrapartidas. Ello animaría a más países a seguir la senda británica y el proyecto europeo quedaría definitivamente muerto.

EDITORIAL EL MUNDO – 23/08/16