- Todo es ya como un astracán desquiciado de los hermanos Marx, o un tebeo de Mortadelo y Filemón, el problema es que es cierto
El Manchester United, fundando en 1878, es uno de los clubes de fútbol más ricos y de más solera del mundo. El Rápido de Bouzas, del barrio marinero de Vigo del mismo nombre, también tiene su historia, pues nació en 1914. Pero no ha prosperado exactamente igual que el club inglés. De hecho esta temporada juega en Tercera. ¿Se imaginan que para arreglar sus problemas internos el Manchester United recurriese a la asesoría del entrenador del Rápido de Bouzas? Pues eso es lo que ha aceptado Sánchez en Ginebra, una negociación entre España y Cataluña, como si fuesen dos estados diferentes, tutelada por un diplomático salvadoreño, Francisco Galindo. La situación recuerda a «Sopa de ganso», el desquiciado astracán político de los hermanos Marx, pero con el agravante de que esta vez es cierto. Está ocurriendo.
Lo del mediador salvadoreño es la deprimente coña final de la rendición de Sánchez ante Puigdemont. Todos los países merecen un respeto. Además, los españoles le guardamos un afecto a El Salvador, no en vano aquello fue España hasta 1821. Pero es un cachondeo que un país de la categoría de España se preste a recurrir, por la felonía del PSOE, a los servicios de un diplomático salvadoreño para arreglar en el extranjero las debilidades electorales de Sánchez y los pactos suicidas a los que obligan. El Salvador tiene la población de la Comunidad de Madrid y un PIB per cápita de 5.000 euros, frente a 28.000 de España. Es un país muy pobre y atormentado, que sufrió una guerra civil terrible entre 1979 y 1992 y tiene al 20 % de su población emigrada fuera. Fue durante años el país más violento del mundo y ahora ha rebajado esas cifras, pero con el jarabe Bukele de las detenciones arbitrarias y las macro cárceles donde enjaula a las maras. Los presidiarios suponen el 1 % de la población del país. Al pequeño El Salvador se le desea todo lo mejor. Pero no es ejemplo de nada.
El narcisista de modales chuletas y código amoral que okupa la presidencia merced a un pacto inimaginable con un prófugo se presta a lo que haga falta. La palabra dada es calderilla y todos los límites van cayendo uno tras otro. Ha admitido que su mesa con Puigdemont, donde se va a decidir a oscuras el nuevo modelo territorial de España –o de la No España–, sea tutelada por un diplomático salvadoreño que en su día participó en las negociaciones de paz del Gobierno de Colombia con las FARC. El narcisista de modales chuletas y código amoral que okupa la presidencia ofrece así al mundo la imagen de que España es una suerte de país bananero en guerra civil, cuyo Estado ha machacado a los buenos de los demócratas catalanes, a los que hay que resarcir con una negociación en la neutral Suiza arbitrada por observadores internacionales.
El meollo de lo que en realidad se va a negociar en esa mesa es el referéndum de independencia de Cataluña. Cómo buscar una fórmula eufemística que permita al leal Cándido colarlo por el cedazo constitucional. O espabilamos, o a este paso acabaremos asistiendo al nacimiento del «Estat Associat de Catalunya», con el diplomático Galindo recibiendo el Toisón de Oro de manos de Sánchez en el Palacio Real por sus buenos oficios de mediación en «el conflicto».
La realidad política española ya no se diferencia demasiado de un tebeo de Mortadelo y Filemón. El asombro radica en que lo hayamos consentido. Puigdemont debe estar a estas horas a tratamiento de ataque de carcajada en alguna clínica de Waterloo.
Ay, el PSOE, carcoma de España.